31

2 2 0
                                    

« La bruja, una fiel servidora »

La bruja, con su aura de misterio y poder, se deslizó a través de las sombras hasta llegar al reino de los vampiros. Encontró al rey vampiro en su castillo, bebiendo la sangre de una joven doncella.

— Mi señor, — comenzó la bruja, su voz resonando en la antigua cámara, — he venido con un mensaje de la diosa Lilith.

El rey vampiro, con sus ojos rojos brillantes, se levantó de su trono.

— Lilith, ¿qué desea de mí?

—La guerra ha llegado,— anunció la bruja. — Satanás está reuniendo sus fuerzas para atacar. Lilith necesita de tu ayuda y de la de tus vampiros. Los demonios de Belial, Bael, Abigor y Agares están a su lado, así como muchos otros.

El rey vampiro sonrió con crueldad.

— La guerra es mi juego, bruja. He esperado este momento desde hace siglos. Lilith siempre ha sido sabia al elegir a sus aliados. Los vampiros lucharán a su lado.

— Excelente,— respondió la bruja. — Lilith te agradece. Pero debes saber que la batalla será dura. Satanás es un enemigo poderoso y astuto.

— No subestimes a los vampiros,— respondió el rey vampiro. — Somos criaturas de la noche, acostumbradas a la oscuridad y la sangre.

Con estas palabras, la bruja se despidió del rey vampiro y desapareció en las sombras. El reino de los vampiros se preparaba para la guerra, sus garras afiladas y sus colmillos listos para derramar sangre.

De regreso a la Cabaña

La bruja, envuelta en una aura de misterio, regresó a la cabaña donde Lilith y sus aliados se encontraban reunidos. Sus ojos, que brillaban con una luz interna, se posaron en Lilith.

— Mi señora, — comenzó la bruja, — he cumplido su misión. El rey vampiro ha aceptado su llamado. Los vampiros se unirán a nuestras fuerzas en esta guerra. Y el rey lobo, advertido del peligro inminente, ha comenzado a evacuar su reino.

Lilith esbozó una sonrisa satisfecha.

— Excelente. Con los vampiros y los lobos neutrales, nuestras fuerzas se han fortalecido considerablemente. Satanás subestimó nuestra capacidad de unir a diferentes razas.

Belial, con su voz sibilante, añadió:

— Y pronto, veremos caer a Satanás de su trono junto con sus perras. El Infierno será nuestro.

Bael, con un gruñido gutural, se levantó. — Mis legiones están ansiosas por la batalla. Llevaremos el terror a las puertas del infierno de Satanás.

Abigor, con una sonrisa macabra, completó:

— Y yo, con mis ejércitos de muertos, aseguraremos que ningún enemigo escape.

Lilith levantó su mano, silenciando a sus aliados. — La guerra está cerca. Cada uno de ustedes tiene una tarea específica.

Con estas palabras, los demonios se dispersaron, cada uno con una misión específica. La guerra estaba a punto de comenzar, y el destino del Infierno pendía de un hilo.

Con un movimiento grácil, Lilith se despojó de su forma mortal, revelando un par de alas membranosas que se extendían a su espalda, oscuras como la noche misma. Con un poderoso aleteo, se elevó hacia el cielo, su figura imponente recortada contra el resplandor carmesí del crepúsculo.

Desde las alturas, observó con satisfacción las hordas de demonios que se congregaban, atraídos por su poder y promesa de caos. Sus ejércitos, una amalgama de criaturas horripilantes y retorcidas, se extendían hasta donde alcanzaba la vista. Espectros, demonios de fuego, sombras vivientes y bestias grotescas, todos unidos por un mismo propósito: conquistar el Infierno y desafiar el reinado de Satanás.

El llamado a la batalla

Con una voz que resonó a través de los cielos, Lilith convocó a sus ejércitos.

— Escuchadme, criaturas de la noche,— su voz era profunda y resonante, — ha llegado el momento de reclamar lo que nos pertenece. Satanás ha reinado durante demasiado tiempo. Es hora de que un nuevo orden surja de las cenizas.

Su voz se elevó por encima del rugido de la multitud demoníaca, infundiéndoles coraje y determinación.

— Prepárense para la batalla, — continuó Lilith, — la más grande que el Infierno haya visto jamás. Que nuestros nombres resuenen por toda la eternidad

Con un último aleteo, Lilith descendió hacia sus ejércitos, aterrizando en una plataforma de obsidiana que había sido erigida especialmente para ella. Desde allí, dirigió su mirada hacia el horizonte, donde se vislumbraban las primeras luces de la batalla que se avecinaba.

La preparación final

Mientras Lilith observaba a sus ejércitos prepararse, los demás líderes demoníacos también estaban ocupados con sus propias tareas. Belial, con su lengua viperina, incitaba a sus seguidores a la traición y la sedición. Bael, con un rugido ensordecedor, preparaba a sus legiones para la batalla. Abigor, rodeado de cadáveres, conjuraba un ejército de muertos que se uniría a las hordas de Lilith.

La atmósfera era eléctrica, cargada de una anticipación febril. Los demonios, ansiosos por la batalla, afilaban sus garras, puliendo sus armas y entonando cánticos de guerra que resonaban por todo el Infierno.

***

La Forja de la Oscuridad

Abadon se adentró en las profundidades de su fortaleza, un lugar donde la luz era una sombra tenue y la oscuridad reinaba absoluta. Las paredes, talladas con glifos antiguos, pulsaban con una energía oscura que resonaba en su interior. Allí, en un altar de obsidiana, yacía su arsenal: una colección de armas forjadas en los hornos del Infierno.

Con un movimiento fluido, extrajo de su armería una espada de ébano, su empuñadura adornada con cráneos que parecían observarlo con ojos vacíos. Era un arma legendaria, forjada en las entrañas de una estrella muerta, capaz de cortar a través de cualquier materia. A su lado, descansaba un arco hecho de hueso y tendones demoníacos, su cuerda tensada con un hilo de alma.

Mientras examinaba sus armas, Abadon comenzó a entonar un antiguo encantamiento, su voz resonando en la cámara como un trueno distante. Con cada palabra, la energía oscura que impregnaba el lugar se intensificó, envolviendo su cuerpo en un aura de poder.

Lentamente, comenzó a vestirse con una armadura que parecía fundirse con su piel. La armadura, hecha de un material desconocido, era negra como la noche, pero irradiaba un brillo interno que la hacía parecer viva. Mientras se colocaba cada pieza, la magia oscura fluía a través de ella, fortaleciéndola y uniéndola a su cuerpo como una segunda piel.

Con cada pieza que se ajustaba, Abadon sentía un aumento de su poder. La armadura no solo era una protección física, sino también una extensión de su voluntad. Con un gesto de su mano, incrustó en la armadura una serie de ampollas llenas de un líquido viscoso y burbujeante. Eran pociones venenosas, capaces de disolver la carne y el hueso. Además, había colocado pequeñas esferas explosivas en puntos estratégicos, listas para detonar con el menor impacto.

Con la armadura completa y las armas en mano, Abadon se enfrentó a un espejo mágico. Su reflejo lo mostraba como un ser de pura oscuridad, una encarnación del caos y la destrucción. Una sonrisa siniestra se dibujó en sus labios.

— Esta vez, nadie podrá detenerme — murmuró.

Abadon salió de su fortaleza, listo para unirse a la batalla. Su armadura brillaba con una luz oscura, y sus armas goteaban con un veneno mortal. Con cada paso que daba, la tierra temblaba y las sombras se arremolinaban a su alrededor, anunciando su llegada.

***

Ahh me gusta Abadon vale jajaja

(Cap en corrección)

Lilith Donde viven las historias. Descúbrelo ahora