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Al llegar a la habitación Jimin camina hacia la cama y se sienta al borde de ella, está avergonzado por todo lo que ha sucedido. Quizás si es que no hubiera sido tan cabezota y hubiera esperado a Jungkook para que salgan juntos, nada habría ocurrido y el pelinegro no tendría ese moretón en el ojo derecho.

—Perdón —murmura mirando hacia al suelo, mientras sus manos juegan entre ellas.

Jungkook se acerca y se arrodilla frente a él tomando sus manos entre las suyas.

—¿Por qué pides perdón, rosita?

—Por el mal rato que te hice pasar, por ese golpe en tu ojo, por haberte hecho perder el tiempo buscándome, por...

—Basta —Jungkook lo interrumpe—. No tienes que pedir perdón por nada, ¿vale? Yo debí insistir más en acompañarte, no conoces el lugar y yo solo dejé que te fueras.

—No te eches la culpa.

—Tú tampoco.

Una pequeña sonrisa se dibuja en el rostro de Jimin y se inclina para besar al pelinegro. Se besan por largos minutos, dejando que el dolor y el miedo que ambos vivieron hace unos instantes se vayan disipando. Sus corazones se calientan y entonces un par de lágrimas se deslizan por las mejillas de Jimin.

La vida del rubio siempre estuvo en paz, nunca había sentido la necesidad por nadie hasta que lo conoció. Jungkook entró a su mundo para cambiar todo, para alterarlo todo y Jimin no está seguro de cómo sucedió pero le gusta, aunque no debería. Pensar en que todo va a terminar cuando este viaje llegue a su fin le pone mal, ¿cómo va a seguir sus días sin la presencia de Jungkook?

No ha pasado tanto tiempo desde que se conocen, pero la forma en que conectaron fue tan mágica que el rubio no se está preparado para perder ese vínculo y quizás es ahora que mientras Jungkook limpia sus lágrimas sin dejar de besarlo, que se da cuenta de que el pelinegro ha dejado de ser uno más hace mucho y le duele tanto.

En este momento, Jimin quisiera ser como es el ser humano común, quisiera no haberse puesto esa maldita regla que ahora amenaza con acribillarlo, quisiera poder amar.

Pero él es distinto, tiene miedo y no puede arriesgarse, por eso duele, porque ahora que acepta que gusta de Jungkook y que se está enamorando de él, debe alejarse.

—Jungkook... —susurra separándose de los labios del contrario—. Quiero hacerlo.

El pelinegro entiende perfectamente a que se refiere Jimin.

—¿Quieres hacerlo? —pregunta con precaución—. Cariño, no es un buen momento ahora, acabas de pasar por un mal momento y...

—No —interrumpe Jimin—. Ese tipo me tocó, quiero que seas tú quien borre el rastro de sus manos en mi cuerpo y de mi mente.

Lo que dice es cierto, pero más que eso, necesita sentir a Jungkook, solo quiere estar entre sus brazos.

El pelinegro asiente, no quiere refutar ni darle la contraria al rubio. Puede ver el miedo, la vulnerabilidad en los ojos de Jimin y sabe que necesita eliminar todo eso, quiere ver a su rosita brillando como siempre.

Jungkook desata las cuerdas de los tenis de Jimin y se las quita con calma, luego se levanta y vuelve a los labios de Jimin. Mientras lo besa, se deshace con cuidado del resto de la ropa. No quiere ser brusco, hoy solo quiere demostrar lo mucho que lo quiere.

Sus manos se deslizan lentamente por la piel del rubio, tratando de calmar cada rincón, cada parte que su agresor haya intentado profanar. Jimin se siente protegido, como si el tacto de Jungkook fuera su salvación, el único refugio donde nada malo puede alcanzarlo.

El pelinegro conecta su mirada con la de Jimin y se toma un momento para delinear su rostro con delicadeza.

—Hermoso —susurra—. Eres tan hermoso, Jimin—. Siempre estarás a salvo conmigo.

El rubio asiente, su corazón le cree y poco a poco se calma. Quiere este momento más que cualquier cosa, pero cada que su mente trae a colación el juramento que se hizo a sí mismo, no puede evitar que la tristeza lo invada otra vez.

El pelinegro lo recuesta suavemente sobre la cama, y bajo la atenta mirada de Jimin se quita la ropa. Luego vuelve al cuerpo del rubio, lo toca lento y con cuidado, como si tuviera todo el tiempo del mundo para asegurarse de que el contrario sienta todo el cariño que le tiene. Jimin lo observa desde abajo y una sonrisa ligera surca en sus labios, tiene una mezcla de emociones que no puede definir, sólo es consciente de lo mucho que ha anhelado algo como esto y también el temor de estar llegando demasiado lejos, más allá de lo que puede soportar.

Aún así, no quiere detener nada. En este instante solo le importa Jungkook, y la forma en que este lo mira, como si su existencia fuera lo único que le interesa en la vida.

Entonces su cuerpos se unen, Jungkook se sumerge lento dentro de Jimin asegurándose de verlo a los ojos mientras lo hace. A diferencia de sus otros encuentros, este tiene algo diferente y ambos lo pueden percibir. Esto no parece ser solo sexo, se siente como si estuvieran haciendo el amor.

Jimin siente cada movimiento, cada palabra que Jungkook le susurra, todo aquello está impregnado de algo que no puede nombrar, algo que arde y que al mismo tiempo lo hace sentir completo. Se aferra a Jungkook como si este fuera su ancla, su única salvación.

En medio de la habitación silenciosa se escuchan sus respiraciones entrecortadas, sus gemidos y los latidos de sus corazones, resonando al unísono. En ningún momento apartan su mirada del contrario y cuando finalmente llegan a su liberación, Jungkook besa la frente de Jimin y lo envuelve entre sus brazos. El rubio apoya su cabeza en el pecho del pelinegro y jura que puede escuchar los latidos acelerados de su corazón. Por un momento se permite imaginar que todo estará bien, pero antes de caer en sueño profundo la realidad lo golpea con fuerza, sabe que se está mintiendo, él no puede quedarse.

Con los ojos cerrados y reprimiendo las ganas de llorar, Jimin se acurruca más cerca de Jungkook, quiere memorizar este instante, para que cuando ya no lo tenga pueda recordarlo y así aplacar el dolor que aparezca.

𝓓𝓔𝓢𝓣𝓘𝓝𝓨 // 𝓚𝓞𝓞𝓚𝓜𝓘𝓝 𝓐𝓤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora