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Jimin no puede dejar de llorar, siente como si le hubieran arrancado el corazón del pecho. Ahí, tumbado sobre la lápida de Park Sunhe, su difunda madre biológica, Jimin puede sentir el frío colarse por su ropa hasta sus huesos, pero eso es lo que menos le lastima.

—¿Por qué? —su voz sale entrecortada, apenas un susurro ahogado entre sollozos—. ¿Por qué me hiciste esto?

Sus lágrimas caen sobre la piedra, empapando el nombre tallado de su madre, como si con eso pudiera borrar el dolor que le dejó. El dolor que nunca desapareció.

Jimin siempre había soñado con una vida diferente, una en la que el amor fuera un refugio, no una maldición. Pero su madre le enseñó, de la peor manera, que amar es peligroso, que amar solo trae destrucción.

Se enjuga las lágrimas con sus mangas, pero no puede detener el llanto. Todo esto es culpa de ella. Si su madre hubiese sido fuerte, si hubiese dejado a su padre cuando debió hacerlo, tal vez las cosas serían distintas.

—Te necesitaba... —susurra, aferrando la lápida con las manos temblorosas—. Solo te necesitaba a ti... pero te fuiste. No pudiste amarme lo suficiente para quedarte. No tuviste la fuerza para luchar por nosotros, por mí.

El recuerdo de aquel día lo persigue como un fantasma. Volver del colegio, ver la puerta de la casa entreabierta, y encontrarla allí, inerte, con el frasco de pastillas vacío al lado. Su mundo se vino abajo en ese instante, y desde entonces, Jimin construyó muros lo suficientemente fuertes para protegerse. Porque si el amor había destruido a su madre, ¿cómo no haría lo mismo con él?

—Todo esto... —su voz se quiebra una vez más—. Todo lo que soy, todo lo que no puedo ser... es por ti. Me enseñaste que el amor es una trampa, un juego cruel que siempre termina mal —le reprocha a la lápida, con los ojos llenos de rabia y dolor—. ¡¿Cómo se supone que confíe en alguien después de lo que vi?! Quería ser fuerte, como tú nunca fuiste. Pero ahora... —pausa, apretando los ojos cerrados con fuerza, como si eso pudiera detener las lágrimas— Ahora siento que estoy repitiendo tu historia. Jungkook... yo lo amo, mamá. Lo amo tanto que me duele, pero no puedo... no puedo dejarlo entrar. No quiero acabar como tú y tampoco quiero que él sufra por mí. No me lo perdonaría.

Jimin deja escapar un sollozo más fuerte, sintiéndose desmoronar. Porque aunque ha pasado años convencido de que está protegiéndose, ahora se da cuenta que en realidad ha estado encerrándose en una cárcel de su propio dolor.

—¡Te odio por hacerme sentir esto! —susurra con una amargura que le quema la garganta mientras golpea la lápida, lastimándose en el proceso—. ¡Te odio, te odio tanto, Park Sunhe!

Aunque dice todo eso, en lo más profundo de su corazón, Jimin sabe que no es odio lo que siente. Es miedo. Miedo a seguir los mismos pasos, a perderse como su madre se perdió, a dejarse consumir por un amor que no sabe controlar.

—Yo no quiero ser como tú —dice con amargura—. No quiero perderme como tú lo hiciste. Pero... tampoco sé cómo seguir así... sin amar, sin sentir.

El viento sopla suavemente, meciendo su cabello, como si fuera la única respuesta que el universo pudiera darle. Pero en ese momento, una voz conocida lo llama.

—Jimin... —reconoce la voz de Jin, él lo llama con suavidad desde la distancia, su voz cargada de preocupación. Se acerca lentamente, viendo el estado en el que su amigo está.

El rubio se aferra a Jin con fuerza, como si fuera el único ancla que le queda en un mundo que se siente demasiado cruel y pesado. Por ahora, las palabras de consuelo no pueden llenar el vacío en su pecho, pero el abrazo de su amigo es un pequeño alivio.

𝓓𝓔𝓢𝓣𝓘𝓝𝓨 // 𝓚𝓞𝓞𝓚𝓜𝓘𝓝 𝓐𝓤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora