Capitulo 20: Entre el Entusiasmo y el Miedo

76 2 0
                                    

Mientras caminaba por las calles del centro, una mezcla de entusiasmo y miedo inundaba mi ser. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho, y cada paso era un recordatorio de la valentía que estaba mostrando al salir como Ludmila. Era un momento que había imaginado, pero que también me aterraba. Las imágenes de miradas curiosas y juiciosas cruzaban mi mente, llenándome de dudas.

Mis amigas, Pri y Luna, caminaban a mi lado, animándome con risas y palabras de aliento. Había algo en su cercanía que me reconfortaba, un lazo que había empezado a formarse entre nosotras a lo largo de las últimas semanas. Recordaba las conversaciones en la escuela, las pequeñas risas compartidas, y cómo poco a poco habían comenzado a conocerme de verdad. “¡Mira esa tienda!”, exclamó Pri, señalando un colorido escaparate lleno de productos de maquillaje. Los colores vibrantes reflejaban la luz del sol, y el brillo en los ojos de Pri me contagió una chispa de entusiasmo. Aun así, una parte de mí seguía preocupada por si mi apariencia realmente encajaba en ese mundo lleno de colores.

Al entrar a la tienda, me sentí abrumada por una ola de colores y texturas. El aire estaba impregnado de un aroma dulce a velas y perfumes, mezclado con el suave murmullo de la música pop que sonaba de fondo. Mientras Pri buscaba algunos esmaltes, me acerqué a un espejo. Al mirarme, un torrente de inseguridades me invadió. ¿Se verían mis dudas reflejadas en mi rostro? Justo entonces, Luna me tomó del brazo y me llevó hacia una sección repleta de labiales. “Mira este labial”, dijo, sosteniendo un tono rosa brillante. “Creo que te quedaría perfecto”. Lo tomé en mis manos y, aunque aún dudaba de mi apariencia, su apoyo me hizo sentir un poco más segura.

Después de un rato de explorar, decidí llevarme algunas cosas básicas: un labial rosa brillante, un esmalte de uñas en un tono pastel suave, y una paleta de sombras en tonos neutros que podrían ser perfectos para el colegio. También elegí un brillo labial que prometía ser hidratante y un pequeño espejo compacto que podía llevar en mi mochila. Las risas de mis amigas y sus insistencias por ayudarme a elegir cada detalle me hicieron sentirme cada vez más aceptada.

Cuando finalmente salimos de la tienda, había una sensación de logro en el aire. Mis amigas habían encontrado algunas cosas para ellas también, y me gustó ver lo emocionadas que estaban por compartir esta experiencia juntas. Mientras caminábamos hacia la salida, noté la mirada de una mujer que estaba probándose un sombrero; ella me sonrió, y eso me llenó de un extraño alivio. En ese instante, algo dentro de mí se relajó. Tal vez no todas las miradas eran juiciosas. Tal vez, solo tal vez, podía ser aceptada por completo en este nuevo rol que había decidido asumir.

Al continuar nuestro paseo, Luna señaló un local de ropa un poco más adelante. "¡Vamos ahí!", sugirió emocionada. Me quedé mirando la tienda, sintiendo un nudo en el estómago. Era una tienda que, en otro contexto, jamás me habría atrevido a visitar, pero con ellas a mi lado me sentí un poco más valiente. Cuando cruzamos la puerta, los vestidos colgaban en las perchas como promesas de libertad, sus telas suaves y delicadas parecían invitarme a probarlos.

Pri fue la primera en tomar un vestido de los estantes, uno de color azul pálido con un delicado encaje en los bordes. "Este te quedaría increíble", me dijo, extendiéndomelo con una sonrisa. Mi primer instinto fue rechazarlo, decir que no, pero algo dentro de mí se resistió. Lo tomé en mis manos y, con un suspiro profundo, me dirigí al probador.

Dentro del pequeño cubículo, el aire parecía más pesado. Me miré en el espejo, observando mi reflejo antes de probarme el vestido. Mi respiración se aceleraba a medida que deslizaba la prenda sobre mi cuerpo. La tela era suave, ligera, y a medida que me ajustaba el vestido, sentí una mezcla de vértigo y emoción.

Salí del probador con el vestido puesto, y mis amigas me miraron boquiabiertas. "¡Te ves increíble!" exclamó Luna, dando un pequeño salto de alegría. Pri asintió con entusiasmo. Sin embargo, mi propia inseguridad aún pesaba sobre mí. ¿Realmente me veía bien o solo lo decían para animarme?

Después de probarme el vestido azul, decidí atreverme a explorar un poco más. Mientras revisábamos las perchas, encontré un vestido rojo vibrante que me llamaba la atención. "Este es precioso", murmuré, casi para mí misma. "¡Pruébalo!", gritaron mis amigas al unísono. Me sentí impulsada por su entusiasmo y, sin pensarlo demasiado, fui al probador nuevamente. Al ponérmelo, el vestido caía con gracia sobre mi figura, y el color me hacía sentir viva y llena de energía. Cuando salí, las sonrisas de mis amigas confirmaron que era el indicado. "¡Tienes que comprarlo!", insistieron, y esa tarde salí de la tienda con el vestido rojo, lista para enfrentar el mundo como Ludmila.

La tarde continuó, y nos dirigimos a una pequeña cafetería con un ambiente acogedor. Al sentarnos en la terraza, el aire fresco me llenaba de energía, y el aroma del café recién hecho y los pasteles recién horneados era irresistible. Pedimos nuestras bebidas, y mientras esperábamos, Pri comenzó a contar historias divertidas sobre cosas que habían sucedido en la escuela, provocando carcajadas entre nosotras. Me sentí relajada por primera vez en horas. Sentada allí, escuchando sus risas, me di cuenta de lo importante que eran ellas para mí. El apoyo de Pri y Luna no solo me acompañaba, sino que me daba el valor para enfrentar mis temores. En esos momentos, el miedo que sentía se desvanecía lentamente, reemplazado por la alegría de estar con mis amigas.

Sin embargo, en el fondo, seguía sintiendo un ligero nudo en el estómago, como una sombra que acechaba mis pensamientos. ¿Qué pensarían si me veían? Me preguntaba si alguien me estaba mirando, si se darían cuenta de que no encajaba en el molde de lo que esperaban de mí. A pesar de las risas y la diversión, ese miedo persistía.

Después de disfrutar de nuestras bebidas, decidimos dar un paseo por el parque cercano. La tarde era hermosa; los árboles estaban llenos de hojas verdes brillantes y las flores de colores vibrantes decoraban el camino. A medida que caminábamos, compartíamos sueños y anhelos, algo que nunca había experimentado tan abiertamente. Mis amigas me animaron a ser más atrevida, a dejarme llevar por el momento.

“Imagina todo lo que podrías hacer si te dejas ser tú misma”, dijo Luna con una sonrisa alentadora, su voz resonando en mi mente como un mantra. Sus palabras eran como un bálsamo, y por un instante, me dejé llevar por la idea de ser completamente libre. Aun así, el miedo seguía presente, acechando en la sombra de mis pensamientos.

Mientras continuábamos nuestro paseo, reflexioné sobre lo que significaba ser auténtica. Recordé momentos en los que había ocultado quién era por miedo al rechazo, y cómo las pequeñas interacciones con Pri y Luna me habían ayudado a ir superando esas barreras. Recordaba la primera vez que Pri me dijo que le encantaba mi estilo; su comentario había sido un pequeño impulso que despertó en mí una chispa de confianza. Había comenzado a abrirme, a compartir mis pensamientos, y a medida que lo hacía, me sentía más fuerte.

No era la primera vez que sentía algo así. Había habido otros momentos de duda, de temor, pero nunca con esta intensidad. Aquí, entre mis amigas, esa mezcla de incertidumbre y esperanza era diferente. Más real. Más cercana. Cada pequeño momento de alegría me acercaba más a aceptar quién era.

Mientras caminábamos, el sol comenzaba a ponerse en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos dorados y rosados. A medida que nos acercábamos al final de nuestra aventura, una sensación de gratitud me invadió. Había enfrentado mis miedos, compartido risas y recuerdos inolvidables, y me sentía más fuerte que nunca. Con el vestido rojo como símbolo de mi valentía y las pequeñas cosas que había comprado para ayudarme a sentirme más auténtica, supe que este momento marcaría un antes y un después en mi vida, y que el apoyo incondicional de mis amigas siempre me acompañaría en el camino hacia la aceptación de mí misma.

Con el vestido rojo en mis manos como símbolo de mi valentía, regresamos a casa de Luna, llevando en nuestros corazones la promesa de que siempre estaríamos ahí la una para la otra, listas para enfrentar lo que viniera.

El diario de LudmilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora