Capitulo 4: Las Chicas Diferentes

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El timbre del recreo resonó, rompiendo el murmullo constante de las clases. Luciano salió al patio de la escuela como de costumbre, aunque su mente seguía atrapada en las mismas dudas que lo habían asaltado los últimos días. Mientras sus compañeros reían y conversaban a su alrededor, él sentía que cada palabra rebotaba sin lograr alcanzarlo.

Sus pensamientos giraban en torno a quién era y quién quería ser, preguntas que lo mantenían despierto por las noches y lo dejaban inquieto durante el día. Era como vivir en dos mundos paralelos: el que sus padres esperaban de él y el que empezaba a dislumbrar cada vez con más fuerza.

Fue entonces cuando, al otro lado del patio, algo captó su atención. Pri y Luna, dos chicas de su curso a quienes apenas conocía, estaban apoyadas contra la pared, charlando y riendo con una naturalidad que lo desarmó. Pri, pequeña y con el pelo negro, hablaba gesticulando con entusiasmo, mientras Luna, también pequeña pero con el pelo rubio y un estilo relajado, la escuchaba con una sonrisa.

Había algo en su forma de ser que lo intrigaba. No parecían preocuparse por lo que los demás pensaban de ellas. Mientras el resto de los estudiantes seguían sus propias conversaciones, en torno a temas de moda, series o exámenes, ellas parecían vivir en un mundo aparte, uno donde las expectativas no las condicionaban.

Luciano, sin pensarlo demasiado, comenzó a caminar hacia ellas, como si algo lo impulsara. No sabía muy bien qué diría o por qué lo hacía, pero había una fuerza en su interior que lo empujaba a acercarse. Tal vez era esa sensación de libertad que transmitían, algo que él deseaba en silencio.

A medida que se acercaba, pudo escuchar mejor su conversación. Estaban hablando sobre sus planes para el futuro, las expectativas de la sociedad y lo que significaba realmente tomar decisiones por sí mismas.

"Me tiene un poco harta esto de que la gente siempre espere que sigamos un camino predeterminado, ¿sabes?" decía Pri con un tono serio pero sin perder la pasión que la caracterizaba. "Como si todas tuviéramos que ir a la universidad, conseguir un trabajo 'estable' y formar una familia antes de los 30. ¡Es ridículo!"

Luna, quien escuchaba atenta, asintió de manera comprensiva. "Totalmente. A veces siento que las expectativas que tienen los demás sobre nosotras pesan más que lo que realmente queremos hacer. Como si tomar un camino distinto fuera casi un delito."

Luciano se detuvo por un segundo, preguntándose si debía interrumpir. Pero la curiosidad y el anhelo de algo diferente lo superaron. Dio un paso adelante y, con cierta timidez, se animó a hablar. "Hola, ¿de qué están hablando?"

Pri y Luna se giraron, sorprendidas pero no incómodas. Pri fue la primera en sonreírle. "¡Hola! Estábamos hablando de cómo es una locura que todo el mundo quiera que sigamos el mismo camino en la vida. Universidad, trabajo, matrimonio... ¿Tú qué piensas?"

Luciano se sintió un poco fuera de lugar, pero sonrió tímidamente. "No lo sé, creo que nunca me lo había planteado así, pero tiene sentido. A veces parece que no tenemos mucha opción."

"Exactamente," añadió Luna. "Y cuando decides hacer algo diferente, te miran raro. Como si fuera malo querer algo distinto para ti misma."

La conversación fue evolucionando, y Luciano se dio cuenta de que no solo hablaban de elecciones superficiales, sino de decisiones que tocaban temas mucho más profundos sobre la identidad y el propósito de cada uno en la vida. Pri y Luna no parecían preocuparse por lo que los demás esperaban de ellas. Había algo en su libertad para cuestionar las normas que lo intrigaba.

En un momento, Pri se cruzó de brazos y miró a Luciano directamente. "Al final del día, cada uno tiene que vivir su propia vida. ¿Por qué deberíamos seguir caminos que no nos hacen felices solo porque es lo que otros esperan? Hay que ser valiente para elegir lo que realmente quieres, pero vale la pena."

Esas palabras cayeron como un rayo en Luciano. Eran exactamente lo contrario a lo que había aprendido en casa, pero resonaban profundamente en él. Mientras Pri hablaba, sintió que, por primera vez, alguien le daba permiso de imaginar un mundo distinto, uno donde no tenía que ocultar quién era.

Luciano sonrió, no tanto por lo que decían, sino por lo que representaban. Pri y Luna no eran solo chicas diferentes; eran una puerta hacia un nuevo horizonte. En su compañía, la carga de sus dudas parecía más ligera, y la posibilidad de ser auténtico ya no se sentía tan lejana.

El recreo estaba llegando a su fin, pero algo en ese breve encuentro le había dejado una huella. Se despidieron con una sonrisa, prometiendo verse después de clases, y mientras Luciano volvía a su rutina diaria, supo que, aunque todavía no fueran sus amigas cercanas, Pri y Luna ya habían empezado a cambiar su vida de formas que apenas comenzaba a comprender.

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