XII

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Sergio se sentía demasiado eufórico, el día anhelado ya había llegado, simplemente no lo podía creer, estaba a unas horas de saber finalmente a dónde iría junto con Max, fue una terrible tortura tener que esperar tanto y ahora que estaba viviendo el día le era como un sueño. Sus padres se encargaron de que en su maleta llevara lo necesario, él varias veces les dijo que todo estaba bien y no había necesidad de que lo hicieran, a fin de cuentas terminaron revisando el equipaje entero.

Corriendo bajó a la cocina por una botella de agua, estaba demasiado emocionado y un poco hiperactivo, no lograba calmar su felicidad.

Al haber transcurrido las horas, faltando minutos para que Max llegara a su casa, la ansiedad le estaba provocando que se mordiera las uñas y se rasguñara las muñecas, su padre ante verlo así le tomó las manos para tranquilizarlo un poco, le pidió calma y sobre todo compostura.

—Me alegra de verdad verte tan feliz hijo, pero, trata al menos de calmarte un poco, de lo contrario harás que Max se asuste.

Era cierto, no quería causarle al mayor un disgusto y menos en una situación así, no pretendía comenzar mal un viaje que estaba planeado tiempo atrás, así como su novio quería que fuese perfecto, él tenía la misma mentalidad.

El sonido del timbre se hizo oír, una persona del servicio fue a atender y justamente era a quien tanto estaba esperando.

—¡Maxie! —corrió hacia él para abrazarlo.

—Hola, cariño —correspondió tiernamente el abrazo—, ¿estás listo?

—Desde que me hablaste de este viaje lo estoy.

Una vez más, Max adoraba la forma tan tierna y dulce en la que el menor se emocionaba, parecía un niño pequeño y realmente le fascinaba ver esa sonrisa.

Max se encargó de meter las maletas dentro del coche de Nico, sería él quien los llevaría al aeropuerto. Sergio al verlo le saludó, aquel respondió el saludo gentilmente.

Antes de subirse al auto, el menor de los Pérez se despidió de su padre con un abrazo, sorpresivamente hizo lo mismo con su madre. Ambos desearon buena suerte, tener un lindo viaje y pidiendo el favor de ponerse en contacto con ellos en cuanto estuvieran a donde sea que fueran. Nico arrancó el auto y se dirigieron al aeropuerto.

Durante el camino Sergio preguntó si finalmente podía saber a dónde irían, ya que lo había dejado con la duda más de una semana. Max asintió, de su mochila sacó uno de los boletos y se lo mostró.

—¿Vancouver?, ¿de verdad? —se veía sorprendido.

—Así es, me dijiste que no conocías el mar y bueno, se me hizo buena idea llevarte ahí aunque, se que le temes a la infinidad del agua pero, para ello voy a estar contigo, para que puedas enfrentar ese temor.

Sergio ya no sabía cómo sentirse, esa emoción que tenía se incrementó más por la adrenalina que recorría su cuerpo, estaba seguro de que sería un viaje que no iba a olvidar jamás.

Al llegar al aeropuerto y después de haberse despedido del mayor de ellos, los dos se quedaron sentados en un par de sillas en la sala de espera. Sergio no podía mantener sus manos quietas, sus rodillas se movían de un lado a otro, veía a cada minuto su reloj, volteaba su vista a todos lados esperando ansioso que su vuelo fuera llamado para así poder irse finalmente. Max por su lado estaba tranquilo, pero no le era posible concentrarse un poco en la literatura que estaba leyendo, los movimientos del menor robaban su atención, guardó el libro en su mochila y giró a verlo.

—Cariño, el estar inquieto no hará que el tiempo avance más rápido, ¿de acuerdo? —sonrió—. Mantén la calma.

—¿Le has pedido a cualquier animal hembra embarazada a punto de dar a luz que detenga su parto porque quieres ir por tu cámara para tomarle fotografías al momento de tener a sus cachorros?

Losing You [Chestappen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora