Capítulo 7: La noche.

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—¡Te lo digo en serio Carola! Le gusto...
Media noche y Sérgio aún se encontraba hablando por teléfono con Carola, su mejor amiga desde la infancia.
Le había contado sobre su viaje, la gente, su trabajo, sus amigos...pero sobre todo le habia hablado de Max.
—No lo sé Checo, creo que sólo te estás dejando llevar por todas las emociones que regresar a las carreras te está generando...
Chasqueó la lengua, no le estaba pareciendo lo que Carola decía, aunque podía entender por qué lo decía. Volteó a ver frente a él, se encontraba en el balcón de su habitación contemplando el cielo nocturno, era una noche agradable aunque calurosa, el cielo estaba precioso y había una brisa que lo refrescaba de vez en cuando. A veces podía sentir como si flotara por un momento.
—Caro, en serio, si tan solo pudieras ver cómo me mira. Hoy me abrazó tantas veces como pudo y no se despegaba de mí. Todo lo que pude ver fue su enorme sonrisa
Escuchó como Carola soltó una carcajada emocionada.
—¿No será que a tí te gusta él? —Dijo, dejando estático a su amigo.
Sintió cómo su estómago daba un vuelco y su corazón se aceleraba, pero sólo un poco. Una risa aereada salió de sus labios y comenzó a sentirse nervioso en su soledad.
—No lo sé.
—¿No lo sabes o no lo quieres admitir? —Sérgio permaneció en silencio, ahora se sentía un poco incómodo—. ¿A qué le tienes miedo, Checo? —Exclamó su amiga después de unos minutos de silencio. El mexicano permaneció callado.
La brisa movió sus cabellos, como si el aire intentara consolarlo sin éxito. La pregunta resonó en su cabeza tantas veces que perdió la cuenta y un vacío en su corazón se hizo presente, él verdaderamente no creía poderse volver a enamorar después de lo de Lewis, y se sentía tan tonto al hacerlo nuevamente con un piloto. Simplemente no se sentía bien, ya sabía el final del cuento y no le agradaba.
—Muchas cosas, Caro...
—Checo, eres joven, guapo, talentoso y agradable. No puedes seguirte prohibiendo cosas solo por el pasado —Siguió.
—Pero él sigue aquí —Susurró. Carola suspiró. Sabía que no era sencillo para su amigo, pero no podía ignorar la impotencia de ver a Sergio tan emocionado pero con tantas limitaciones al mismo tiempo.
—Escucha, sólo no pienses más ni en Lewis, ni en Max ni en nada de esta situación por ahora. Solo diviértete haciendo tu trabajo y pásatela bien con tus compañeros, ¿Sí? —Sergió asintió como si ella lo pudiese ver—. Divirtamonos, Checo, porque quiero que me sigas contando tus anécdotas —Rió amistosamente con la esperanza de animar a su amigo y así lo hizo, Sérgio soltó una risa y continúo con nuevas historias.
Después de media hora más de charla, por fin los jóvenes habían decidido que era hora de dormir y colgaros después de una larga despedida. Carola era como una curita en su corazón, era tan dulce y divertida, en verdad estaba agradecido por qué ella estuviese en su vida. Se encontraba preparandose para ir a la cama con una sonrisa cuando alguien tocó su puerta.
No mentiría, el miedo recorrió su cuerpo, ya era tarde, ¿Por qué alguien tocaría su puerta? Más bien, ¿Qué clase de persona podría esperar afuera? Se dirigió en silencio, sus pies descalzos hacían inaudibles sus pasos acercándose a la puerta. Tragó duró en medio del silencio y se asomó por el picaporte.
Entonces sintió cómo su un balde se agua fría cayera por su espalda.

Lewis estaba afuera de su habitación.

Recargando un brazo sobre la puerta y con la mirada en el suelo, estaba ebrio, Sérgio podía saberlo con solo verlo, lo conocía demasiado bien y él no habia cambiado en nada por lo visto. Tuvo un pequeño flash back a los días posteriores a su ruptura, Lewis repetía la misma rutina les pasado: ir a la casa de Sérgio en las madrugadas, completamente embriagado a gritar y llorar por el perdón del mexicano. 
Puso su mano en la perilla de la puerta, apenas rozando el metal frio de ésta, la indecisión lo carcomía. ¿Por qué quería abrir la puerta? Quería oírlo. Pero sabía que no era lo correcto.
Su mano regresó a su costado y apretó los labios, volvió a asomarse y ahí seguía el moreno, tocó una vez más con fuerza, exaltándo al de pecas quien soltó un jadeo. Se quedó inmóvil por unos minutos más y, cuando por fin había tomado de nuevo la perilla entre sus manos, dispuesto a abrirle a Lewis, unos gritos lo obligaron a detenerse.
—¡¿Qué carajos haces aquí?!
—¡Lárgate Verstappen! ¡Este no es tu problema!
¿Max? ¿Que hacía más aquí? Sérgio torció su rostro y puso más atención.
—Cabrón, ¿Crees que me asustas? Vete antes de que esto se ponga peor —Estaba furioso.
—Tu no vienes aquí a dar órdenes
—¡Por favor! Sólo mírate, completamente ebrio, fuera de la puerta de Sérgio en medio de la noche, ¿No tienes ni un poco de dignidad? ¿Qué te hace creer que Sergio te abrirá? Estás aquí dando vergüenza.
Sérgio no pudo evitar sentirse un poco regañado, pues al final, si iba a abrir la puerta para Lewis... Las palabras de Max refrescaron su mente, no podía imaginar lo que Lewis, en ese estado, hubiese sido capaz de hacer.
Ya no escuchó más, ambas palmas de sus manos se encontraban contra la puerta, no sabía si mirar o no, pero después de unos segundos lo hizo. Sólo alcanzó a ver a Max mirando a la distancia, Hamilton había desaparecido. Se apresuró a abrir la puerta robando la atención de Max, quien al instante volteó a verlo.
—Checo... —Susurró, el cambio en su tono de voz era impresionante.
—Gracias... —Respondió en un hilo de voz.
Max se acercó al Mexicano y pasó uno de sus manos por su nuca buscando reconfortarlo, Sérgio lo miró a los ojos y gesticuló una muy pequeña sonrisa.
—Lamento que hayas tenido que escuchar eso —El bronceado negó queriendo decir "no te preocupes", nunca lo dejo de mirar.
—¿Por qué estás aquí?
Entonces Max se reincorporó y quitó pequeñas pelusas inexistentes de su camisa.
—Vengo de visitar a un amigo, y... Mi habitación está al final del pasillo —Señaló, Sergio asintió en respuesta—. Supongo que fue coincidencia toparme aquí a Hamilton
—Lo agradeció.
Max miró confundido a Checo.
—¿Qué pasa con él? Mencionaste que se conocían de antes pero... —El suspiró que soltó el contrario lo obligó a dejar de hablar—. Lo siento, no quiero ser invasivo, pero en serio me preocupa su actitud —Dijo mientras apuntaba en la dirección en la que Hamilton se había ido.
—Es una larga historia y ya es algo tarde...¿Sabes? —Además, no quería contarla. Max asintió con las manos en su cadera mientras hacía un pequeño gesto con su labio inferior. Le daría a Sergio su tiempo, además, si todo salía de acuerdo a su plan, no sería mucho hasta que él le contara. Igual, ya sabía todo.
—Tienes razón, ya es tarde... —El rubio tomó la muñeca de Sergio y alzó sólo un poco su brazo para así poder entrelazar momentáneamente sus manos, Sérgio sonrió de oreja a oreja sin darse cuenta y eso a Max le encantaba, quería que Sérgio tuviese bien en claro que le estaba coqueteando—. Deberías ir a dormir —Sergió asintió mientras conectaba sus ojos nuevamente con los del neerlandés—. ¡Pero antes! ¿Tienes contigo tu teléfono? —Él asintió y lo sacó de uno de los bolsillos de su pantalón de pijama con su mano libre y se lo tendió al chico frente a él.
Max soltó sus manos y tomó el teléfono de Sérgio, tecleó algo y se lo tendió de regreso.
—Si Hamilton regresa puedes llamarme y vendré enseguida. Igual no te dejaré a solas con él —Sonrió, pero Checo lo hizo el doble. Apretó sus labios cuando se dió cuenta pero la sonrisa seguía ahí.
—Descansa Checo, adiós —Se despidió con un tono tan suave y dulce de voz mientras alzaba su manita y la sacudía, Sérgio soltó una risita e imitó el gesto que se le había hecho sumamente tierno. Cuando Max comenzó a alejarse él entró a su habitación.
Oh por dios. Se acababa de atrapar a él mismo actuando como un completo idiota frente y por culpa de Max. La vergüenza atacó su cuerpo y ahora se sentía sumamente incómodo por su comportamiento. Dejó caer su cabeza y brazos con pesadez, frustrado.

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