Capítulo 6.

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―De acuerdo ―la silueta se detuvo al otro lado de las rejas treillage con las manos en la cintura―

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―De acuerdo ―la silueta se detuvo al otro lado de las rejas treillage con las manos en la cintura―. Sí, la de la terraza era yo. ¿Estás contento?

Caleb sorbió el espeso líquido humeante y extendió el silencio tanto como pudo para establecer una pausa dramática.

―Es la primera vez que irrito tanto a una mujer al punto de revelarme su más oscuro secreto.

Alina bufó. Las luces del jardín de Caleb iluminaron quedamente determinados rasgos de su rostro, como los ojos y el ceño fruncido. Alguien debía decirle que las arrugas la hacían verse mayor, pero Caleb no era tan valiente para enfrentarse a ese desafío.

―¿Te satisface irritar a las mujeres? ―su pregunta le arrancó una carcajada.

―Jamás. Soy un buen chico, princesa.

―¿Podrías dejar de llamarme así?

―Podría.

Una pausa.

―¿Dejarás de hacerlo?

―No.

Alina suspiró.

―¿Por qué no tocaste la puerta de mi apartamento? ―Caleb apoyó el hombro derecho en las rejas―. La taza de té era una invitación directa.

―Por supuesto, porque justo lo que necesito es que alguien me vea tocando a tu puerta.

―¿Cómo has logrado entrar y salir de tu apartamento sin que te vean, entonces?

―Tengo mis métodos.

―Entiendo. ―No, la verdad no, pero optó por seguirle la corriente. Dio un trago al té y se apartó de las rejas con pesadez, ignorando la manera en que el viento le sacudía el pelo. El cielo moteado de un profundo azul metálico se camufló con la oscuridad del agua en la bahía. La hilera de yates anclados iluminó la calle―. Mi invitación sigue en pie. Solo debo ingeniar una manera de pasar la taza por el agujero sin que nos quememos los dos.

―Si te muestro algo, ¿prometes no usarlo en mi contra?

―No lo sé. ―Volvió a beber del té. Antes de continuar, se pasó la lengua por los labios húmedos―: Dependerá de la situación.

Caleb se sobresaltó al escuchar un «clic» metálico. Una puerta, lo suficientemente amplia para que pasara una persona agachada, se abrió en las rejas y Alina ingresó a la terraza con los brazos cruzados y una expresión cautelosa.

―Eso resuelve el problema. ―Caleb esbozó una sonrisa divertida―. Temí que tuviera que calcular la altura y la mejor manera de escalar las rejas para pasar al otro lado.

―Estos apartamentos pertenecían a mis tíos. Se veían aquí a escondidas antes de casarse.

―¿Ellos eran las otras visitas de Rainier?

Choque de coronas (Serie Herederos 4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora