―¿De qué color es? ―la voz de Caleb susurró en su oído a través del teléfono, lo que le arrancó una carcajada a Alina―. Soy bastante bueno con la gama de colores. Es uno de mis superpoderes como escritor.
―Si te digo, ¿no estoy desvalorizando el elemento sorpresa?
―Me sorprenderé de todos modos. No sé qué tipo de vestido llevas puesto.
―Esa será la primera decepción del día. No estoy usando vestido.
―Oh. ―Alina se inclinó hacia el espejo de su tocador y estudió su maquillaje. Una vez que estuvo satisfecha, destapó el sellador y, con los ojos cerrados, se lo aplicó en el rostro―. Tus respuestas a veces son capciosas. ¿Eso implica que no llevas nada puesto o...?
―Caleb... ―Pese a su débil reprimenda, escuchó su ronca carcajada por la línea―. Solo bromeé con estar desnuda una vez.
―Con una tengo suficiente. Mi cabeza se alborota sola.
―Me intriga saber en qué piensas en momentos así. ―Alina abrió los ojos y, con un suspiro, apoyó la espalda en el respaldo de la butaca blanca―. No sabía que tenías una mente tan... ―pausó y miró el reflejo de sus ojos entornados.
―Puedes decirlo, no tengas miedo: ¿una mente perversa?
―Sucia. ―La carcajada mal disimulada de Caleb le arrancó una sonrisa.
―Ni siquiera has logrado ver la punta del iceberg, princesa. Tengo una mente sucia por naturaleza que sé cómo mantener a raya.
La voz de Caleb no era más alta que un susurro; un sonido suave pero gutural que recorrió su piel como una lengua de fuego.
―Supongo que debo darle las gracias a tu madre por haber criado a un caballero.
―Por supuesto. ―La pausa, por alguna razón, le aceleró el pulso a Alina. La tirante anticipación le causó un nudo en el estómago―. A veces es difícil recordar que soy uno, en especial cuando no paro de pensar en la erotizante textura de tus labios.
Alina mordió el interior de su mejilla izquierda y, por mero capricho de su cuerpo, cruzó las piernas y las apretó con fuerza. Una reacción absurda, si lo pensaba bien. Lo que le había dicho no era para tanto.
El calentón que la recorrió le decía lo contrario.
―Si no me dices de qué color es el vestido, seguiré mostrando lo que hay debajo de la punta del iceberg ―el tono juguetón de la voz de Caleb impidió que lo tomara en serio―. Deberías enviarme una foto, ya que estamos. Soy una persona bastante visual.
―¿Y qué piensas hacer con ella?
―Ya sabes, estoy en medio de un proyecto. ―Alina escuchó un líquido siendo vertido al otro lado de la línea―. Me gustaría ver algo bonito para inspirarme.
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Choque de coronas (Serie Herederos 4)
RomanceTras dos años de una abrupta separación, Caleb, el hijo menor del monarca de Reino Unido, ha decidido retomar las riendas de su vida y cumplir con el peligroso ultimátum de su editora: si no le entrega material nuevo, serias repercusiones tocarán a...