Alina ignoró el golpe de calor en su espalda del sol de mediodía.
―¿A qué te refieres conque ya lo sabías?
Caleb apoyó la espalda de la puerta de vidrio y suspiró. Giró el teléfono en su mano derecha con una expresión pensativa, lo que impacientó a Alina. La retahíla de posibilidades le apretujaron el pecho. No era posible que Caleb supiera que ella era Tuva y no le hubiese dicho nada. Pero... ¿cómo pudo saberlo? Lo más cerca que ha estado de su apartamento era la piscina y nunca ha visto sus dibujos.
―Cuando terminamos de hablar esta mañana, recibí un mensaje de Claudia. ―Caleb se ajustó el pantalón de algodón gris que iba a juego con su camiseta―. Era una fotografía que Tuva Grönberg le envió como evidencia de su progreso y quería que yo la viera. ―Alina notó que la mirada de Caleb se detuvo en el cuaderno rojo―. No le presté tanta atención al principio, pero hace como una hora tomé una pausa y me senté a leer un rato.
Caleb la miró fijamente.
―Mejor hablemos adentro. Conversar en el umbral da la impresión equivocada.
―¿Estás enojado conmigo? ―la pregunta dejó sus labios con un deje nervioso
―Si estuviera enojado contigo, seguiríamos hablando en el umbral.
Alina disimuló un suspiro de alivio. Abrazando de nuevo el cuaderno y la tableta, se adentró al apartamento de Caleb, que era sorpresivamente similar al de ella. Pero, al mismo tiempo, era lo opuesto al suyo. Olía a Caleb... o tal vez su nariz ya aprendió a detectarlo por encima de la leche hervida o la brisa salada que entraba por las puertas y ventanas abiertas. Por alguna razón, que se encontrara en su espacio privado e íntimo le causó un cosquilleo. Si estuviera enojado con ella, Caleb no le habría permitido entrar a un lugar tan íntimo como su residencia.
Eso era buena señal, ¿o no?
Alina se detuvo a ver el libro en el sofá gris. Si bien el que le había prestado estaba en una mesa junto al mueble ―iba cerca de la mitad― el que leía no era ese. Era su propio libro: el que Alina le entregó con anotaciones. En cuanto Caleb se percató de a dónde había ido a parar su atención, la miró con una media sonrisa.
Eso era buena señal, ¿o no?
―No lo he vuelto a leer desde antes que saliera publicado. ―Caleb se estiró por encima del espaldar y agarró el libro―. Catharina mencionó algo sobre unos personajes y sentí curiosidad. La única copia que tenía es la que me diste.
―Te dije que tuvieras cuidado. Anoté muchas tonterías.
―También dibujaste un montón.
Alina chasqueó la lengua como si, de repente, entendiera cómo funcionaba su cerebro. Había olvidado por completo los dibujos y garabatos que había hecho mientras leía. De todas maneras, no existía riesgo alguno de que reconociera un estilo de dibujo que no había visto antes... excepto en Tuva Grönberg.
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Choque de coronas (Serie Herederos 4)
RomanceTras dos años de una abrupta separación, Caleb, el hijo menor del monarca de Reino Unido, ha decidido retomar las riendas de su vida y cumplir con el peligroso ultimátum de su editora: si no le entrega material nuevo, serias repercusiones tocarán a...