Elizabeth
6 meses atrás.
Nunca había llorado tanto en mi vida.
Las lágrimas bajaban por mis ojos patéticamente otra vez. Alexander me había rechazado, me había rechazado y se había ido, habían pasado ya seis meses de eso y yo como la patética niña que él pensaba que era seguía llorando por él.
Mi psiquiatra dijo que estaba bien sentirse mal por un corazón roto, que un primer amor era difícil de olvidar.
¿Cómo le decía que no era solo mi primer amor y que no, no era fácil de olvidar?, él era mi vida entera, la única cosa en mi vida que yo podía llamar felicidad. Y mis padres me lo habían arrebatado también.
–¿Señorita Elizabeth? – llegó a mi una voz masculina algo infantil. Al levantar la mirada me encontré con uno de los reclutas de mi padre. Un par de gemelos que mi padre había adoptado solo con la intención de usarlos como unos tantos de sus peones– ¿se encuentra bien, quiere que llame al doctor?
No pude evitarlo, sus palabras, a diferencia de las del resto del personal que sabía que me despreciaban en secreto, él parecía auténticamente preocupado por mi.
Sonreí y fue la primer sonrisa sincera en mi rostro en muchos meses.
–¿Crees que tenga algo para un corazón roto? – pregunté directamente.
Él pareció confundido ante mi respuesta pero detrás de él una nueva sombra apareció.
–Tengo una idea de una buena medicina para eso– dijo su gemelo apareciendo tras él, intenté recordar sus nombres, el más ingenuo frente a mi sin duda era Brian, el mayor por un par de minutos era Dustin.
–Estoy dispuesta a lo que sea– fui honesta.
Él sonrió.
–Acompáñenos señorita, no hay nada mejor para un corazón roto que un poco de diversión.
–No creo que debamos...— intentó decir Brian, el más joven de los gemelos.
–Yo no le diré a nadie, ¿lo harás tú? – respondió Dustin.
Brian pareció pensarlo antes de asentir.
–Si eso hará que la señorita deje de llorar está bien.
Dustin me ofreció su mano para levantarme del frío pasto del jardín ahora reseco por el invierno.
Yo tomé su mano.
Y no la solté por los últimos 6 meses.
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Alexander.
"El padre de Elizabeth ya sabe que estamos involucrados, sal de ahí o correrá tu sangre también"
Ese era el mensaje al teléfono del perro de Elizabeth. Esos imbéciles planeaban abandonar a Elizabeth a su suerte y escapar antes de que el Sr Montague llegara aquí.
La vestí rápidamente y la puse de pie en un instante.
–Es el momento de que haga lo que siempre quise hacer desde el día en qué te conocí.
–¿Qué cosa?
La besé suavemente, algo diferente a lo que veníamos haciendo hasta ahora.
–Raptarte.
No le dí tiempo a responder a mis palabras, podía o no estar de acuerdo, de todas formas era mia e iría conmigo, fin de la discusión.
–Camina– le dije tirando de su brazo, me colgué el arma en la cintura de mi pantalón, aunque al no traer camisa era claramente visible.
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¿Quién es la presa?
RomanceIsabella: Sabía lo que comía, cuantas horas dormía, que ropa elegía cada día y con cuantas mujeres había estado, pero ninguna era yo. Requirió un plan de muchos años, pero lo había logrado, secuestré a Alexander Sergeev y ahora era mío, mío y de ni...