Capítulo 17: El juicio

83 17 0
                                    


Elizabeth.

Odiaba llevar esposas. Eran duras, dolorosas y chocaban constantemente contra los huesos de mis muñecas. Aún así tendría que soportarlas durante las próximas horas que durara el juicio. Encontré a Alexander rápidamente entre las primeras filas. Él me miró y había tanta determinación en su rostro como en el mio. Miré un par de asientos atrás y encontré a mi madre junto a mi padre.

Ella no tenía ni idea.

Mi padre seguía a su lado con total tranquilidad, como si realmente estuviera de su parte. Bueno era todo un experto en fingir que nada pasaba, así que realmente no me sorprendió.

Fui llevada junto a mi abogada que estaba tranquila y segura a mi lado, el resto de los abogados de la firma estaban junto a Alexander listos para intervenir si era necesario.

Estaba nerviosa. Sería mentira negarlo, pero desde que Alexander había arreglado las cosas dentro de la prisión preventiva para evitar que siguieran aplicándome los medicamentos mi mente estaba mucho menos nublada y mi capacidad para estar furiosa estaba duplicada.

Estaba lista.

Después de que se leyeran los cargos de los que se me acusaban el juicio comenzó y tal cómo lo esperábamos, la fiscalía (ya que Alexander se había negado a levantar cualquier denuncia en contra mía) era quien llevaba el juicio, y por supuesto con la mente de mi madre detrás de todos ellos.

Cuándo me preguntaron como me declaraba, mi abogada habló por mi.

–Ella se declara inocente, no cometió ninguno de los delitos de los que se le acusa. Incluso la potencial "víctima" está aquí, del lado de la acusada, por lo que consideramos que este juicio es innecesario.

–Si me permite, su señoría, aquí tengo un documento avalado por un psicólogo especializado en este tipo de casos que asegura que el señor Sergeev podría estar siendo presa de un síndrome de estocolmo lo que lo ha hecho defender a su agresora y negarse a denunciar.

El juez aceptó el documento y yo sentí como me hundía más y más lentamente en un hoyo profundo sin fondo. Vi de reojo a uno de los abogados luchar por mantener a Alexander en su asiento antes de que hiciera un alboroto.

Fue el turno del fiscal de llamar al estrado y para mi sorpresa fue a mi a quien llamó.

Con el estómago hecho un nudo pero un exterior completamente sereno me senté en la silla de interrogatorios y esperé.

–Dígame señorita Elizabeth, es verdad que ha estado en tratamiento psiquiátrico antes.

Estaba preparada para esa pregunta

–Si, así es. Tuve un cuadro depresivo y estuve en tratamiento un par de meses.

–¿Solo depresión? ¿Y cómo explica entonces que recibió olanzapina, un medicamento recetado principalmente para pacientes esquizofrénicos?

–¡Objeción! La acusada no es psiquiatra ni un profesional de la salud, ella no puede responder esa pregunta.

–A lugar– respondió el juez y yo respire un poco.

El fiscal visiblemente alterado continuó.

–Tengo aquí el historial de medicamentos que recibió la señorita Elizabeth y no eran solo para tratar la depresión. Según lo dictado por su doctora, Elizabeth tenía una condición conocida cómo trastorno maníaco depresivo, también conocido como trastorno bipolar, una condición que lleva a las personas que la padecen a cometer actos impulsivos y peligrosos que ponen en riesgo no solo su propia integridad sino también la de las personas a su alrededor. En base a sus actos más recientes, la fiscalía solicita que la señorita Elizabeth sea declarada como incapacitada para cuidar de sí misma y se le asigne la tutela obligada a su madre y padre para que puedan cuidar de ella adecuadamente mientras mantiene un tratamiento apto para su condición.

¿Quién es la presa?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora