Prólogo
Elisabeth.
–Quédate quieta.
Sentí los tirones bruscos de Liana mientras luchaba por convertir mi cabello en un perfecto moño ajustado por el que palpitarian mis sienes una hora después.
Hoy sería mi debut como bailarina principal. Mis padres estarían presentes y yo tenía que impresionarlos, especialmente a mi madre quién siempre había soñado con estar en el lugar en el que yo estoy ahora.
Más de una mataría por estar en mi lugar en realidad, algunas literalmente, representando el papel de Ofelia. Mientras las demás bailarinas tenían que ocuparse de su propio cabello y maquillaje, los bailarines principales teníamos estilistas personales que se encargaban de que estuviéramos perfectos antes de salir a escena.
Podía sentir las miradas de desprecio y de celos de mis compañeras mientras Liana me maquillaba.
El mundo del ballet era un campo militar, cruel y traicionero. Tenía que revisar mis zapatillas cada vez para asegurarme de que no hubiesen metido cristales rotos en ellas... de nuevo. Tenía que mantener todo mi vestuario bajo llave para que no fuese destruido o desaparecido y por supuesto había que tener cuidado incluso cuando se estaba fuera de la compañía, por que alguna de las chicas podía atropellarte "accidentalmente" con su auto antes de la función.
El ballet no era para mentes débiles y definitivamente yo no lo era, por eso estaba en este lugar ahora mismo, por eso las había superado a todas.
Yo siempre obtenía lo que quería.
Antes de ponerme las zapatillas revisé su interior y encontré un par de clavos oxidados en el fondo.
Novatas.
Los saqué y limpié el interior antes de ponerme las zapatillas y asegurar los listones.
Después de probar las puntas en relevé un par de veces estaba lista.
Las luces brillaban directo en el escenario. Los demás bailarines rodeaban el centro esperando mi gran entrada y entonces comencé, mis piernas y mis pies se movían por sí solos, había practicado esta coreografía tantas veces que había sangrado y arruinado dos zapatillas. Lo tenía memorizado en mi mente y en mi alma. El respetuoso silencio del público era halagador y estimulante.
Me sentí en la cima del mundo en ese momento.
Después de un par de entradas y salidas llegó el momento del baile principal, cuando Ofelia se volvía loca y finalmente moría de amor.
Mi perfecto moño fue desecho para mostrar ahora un cabello tan desordenado como el corazón de Ofelia debía estar en ese momento.
Mis pies ardían y mi cuerpo pedía por un descanso que por supuesto no le concedí.
Utilicé todo ese dolor para potenciar los sentimientos de amor y desesperación que Ofelia sentía mientras moría lentamente.
Mi cuerpo se desplomó con gracia en el suelo y el público estalló en aplausos.
En medio de la maraña en que se había convertido mi cabello y con los ojos aún cerrados, sonreí.
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Con un par de ramos de rosas rojas en los brazos de parte de mis profesoras y con ropa abrigadora salí por la entrada principal para ser rodeada de aplausos.
Definitivamente estaba en la cima del mundo.
Busqué con la mirada a mis padres en medio de la multitud que me rodeaba, primero vi a mi madre que tenía su clásico rostro inmutable incluso en este día, solo me miraba en silencio, no había orgullo ni alegría por mi, tampoco rechazo, solo un mudo y neutral rostro serio con un cabello perfectamente peinado en ondas suaves que seguramente se había hecho en el salón antes de venir, ella y yo eramos como una gota de agua, ojos grises, cabello profundamente negro y una físonomia perfecta para convertirte en bailarina profesional.
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¿Quién es la presa?
Roman d'amourIsabella: Sabía lo que comía, cuantas horas dormía, que ropa elegía cada día y con cuantas mujeres había estado, pero ninguna era yo. Requirió un plan de muchos años, pero lo había logrado, secuestré a Alexander Sergeev y ahora era mío, mío y de ni...