El día después del ritual se desplegó con una inquietud palpable. Los rayos de luz que se filtraban a través de las ventanas de la mansión parecían distorsionados, casi como si el aire mismo estuviera cargado de electricidad. Harry y Draco apenas habían dormido; la intensidad del ritual les había dejado una sensación de desvelo, pero también una vigilia compartida que mantenía sus sentidos alerta.
Ambos sabían que el ritual no pasaría desapercibido. El poder que habían desatado no solo se había concentrado en la sala ritual de la mansión, sino que había reverberado en la esencia misma de la magia que circulaba por el mundo. No era cuestión de si el Ministerio o los antiguos aliados de la Orden del Fénix notarían lo sucedido, sino cuándo.
Harry, sentado en el borde de una silla junto a una chimenea apagada, repasaba mentalmente los eventos de la noche anterior. El poder que había sentido correr por sus venas era abrumador, casi eufórico. Había alcanzado una comprensión más profunda de la magia y de lo que podía lograr con ella. Sin embargo, había una sombra creciente en su mente: algo en el ritual había desatado más de lo que había anticipado.
—¿Sientes eso? —preguntó Harry en voz baja, sin girarse para mirar a Draco, quien estaba de pie junto a una ventana, observando el cielo gris sobre Escocia.
Draco no respondió de inmediato. Sabía a qué se refería Harry. La magia en el aire no se había disipado como debería; se mantenía flotando en la atmósfera, cargada, peligrosa. Parecía esperar algo, como si estuviera al borde de estallar nuevamente.
—Sí, lo siento —dijo finalmente Draco, girándose para mirar a Harry—. El ritual fue más allá de lo que habíamos previsto. Algo cambió en el proceso, algo que no hemos terminado de comprender.
Harry apretó la mandíbula, su mente tamborileando con preguntas sin respuesta. Se levantó de la silla y comenzó a caminar de un lado a otro de la sala, su ansiedad evidente en cada paso. Sabía que estaban en territorio desconocido, y aunque habían tomado precauciones, algo había salido mal.
—Tenemos que descubrir qué es —dijo Harry con firmeza—. No podemos dejar esto al azar. Lo que sea que hayamos desatado no puede quedar fuera de control.
Draco se acercó a Harry y lo detuvo con una mano firme en su brazo.
—Lo haremos —dijo Draco, su tono frío pero con una calma intencionada—. Pero debes mantener el control. Si pierdes la cabeza ahora, todo lo que hemos hecho se desmoronará. Hay fuerzas que podrían aprovecharse de cualquier debilidad, lo sabes tan bien como yo.
Le habló de esa manera para que Harry no perdiera el control y mantuviera su mente alerta sin dejarse llevar por la desesperación.
Harry respiró profundamente, intentando calmarse, aunque la impaciencia seguía ardiendo en sus ojos. Asintió, sabiendo que Draco tenía razón.
—Lo sé —dijo Harry, entre dientes—, pero cada segundo que perdemos, siento que el caos nos está alcanzando. No podemos quedarnos esperando.
Draco lo miró fijamente por un segundo antes de responder, más suave esta vez:
—Lo que no podemos hacer es actuar sin pensar. ¿Qué sentido tiene todo esto si al final lo perdemos todo por una imprudencia?
Antes de que Harry pudiera responder, un crujido resonó a lo lejos, viniendo de los pisos inferiores. Los dos se quedaron en silencio por un instante, intercambiando una mirada tensa.
Los pasillos de la mansión, iluminados solo por los resplandores de las ventanas, se sentían más largos y oscuros de lo habitual. Bajaron las escaleras rápidamente, y cuando llegaron al vestíbulo principal, encontraron a Kreacher, el elfo doméstico de Harry, esperando con una expresión grave.
—Amo Harry, hay... visitas no deseadas en la propiedad —dijo Kreacher con una profunda reverencia—. Ellos... ellos sienten lo que ha sucedido aquí.
Harry sintió un nudo en el estómago. Si alguien había logrado penetrar las defensas de la mansión, significaba que ya no estaban a salvo. Y si estas personas sabían lo que habían hecho la noche anterior, entonces no estaban tratando con simples curiosos.
—¿Quiénes son? —preguntó Draco, sus ojos fríos como el acero.
—No están solos —dijo Kreacher—. Hay aurores del Ministerio... y otros magos.
Draco lanzó una mirada a Harry, ambos comprendiendo la gravedad de la situación. Si los aurores estaban allí, significaba que el Ministerio ya había captado la perturbación mágica, y si los otros magos eran quienes sospechaban, la amenaza era mucho más profunda.
—Esto es demasiado pronto —murmuró Harry, mirando hacia la puerta principal de la mansión—. No estamos listos.
—Nunca estamos completamente listos —respondió Draco, acercándose al espejo encantado que colgaba cerca del vestíbulo, desde donde podía ver el perímetro exterior de la propiedad—. Pero debemos enfrentarlo.
Harry respiró hondo y se giró hacia Kreacher.
—Prepara las defensas —ordenó—. No dejaremos que nadie entre aquí sin enfrentarse a nuestra magia.
Kreacher desapareció con un "crack", mientras Harry y Draco se preparaban mentalmente para lo que estaba por venir. Sabían que este enfrentamiento era inevitable. Al desatar el poder del ritual, también habían llamado la atención de aquellos que querían detenerlos, aquellos que aún creían que Harry Potter era el héroe que debía salvar el mundo, no alguien que lo enfrentaría con una amenaza tan incontrolable como la que sentían ahora.
Con la varita en mano, Harry se acercó a una ventana que daba hacia los terrenos exteriores de la mansión. A lo lejos, pudo ver las figuras de los aurores y otros magos avanzando lentamente por el camino de piedra que conducía a la puerta principal. Eran muchos más de los que había esperado.
Draco lo observaba de cerca, midiendo cada reacción de Harry. Sabía que este sería el verdadero desafío: no solo en cómo manejarían la situación, sino en cómo Harry controlaría sus impulsos. El ritual había liberado algo en él, una intensidad que podía volverse destructiva si no se manejaba con cuidado.
—No tenemos que enfrentarlos de inmediato —dijo Draco, sopesando sus opciones—. Si jugamos bien nuestras cartas, podríamos confundirlos, distraerlos lo suficiente como para ganar tiempo.
Pero Harry no apartaba la vista del horizonte.
—No voy a retroceder, Draco —dijo, con una voz baja pero cargada de determinación—. Este es mi momento. Ellos no pueden detenernos. No dejaré que lo hagan.
Draco apretó los labios, viendo cómo la oscuridad empezaba a tomar forma detrás de las palabras de Harry. El cambio en él era innegable. El poder que habían desatado lo estaba transformando, y aunque Harry aún podía controlarlo, Draco sabía que estaban caminando sobre hielo muy delgado.
Finalmente, el primer grupo de magos llegó a las puertas de la mansión. Harry levantó la varita y una ola de magia recorrió la propiedad, activando las barreras protectoras que habían sido colocadas desde el inicio. Las puertas vibraron con la fuerza de un encantamiento antiguo, impidiendo la entrada de los intrusos.
Desde el otro lado, una voz resonó, fuerte y firme:
—Harry Potter. Draco Malfoy. En nombre del Ministerio de Magia, deben rendirse y someterse a una investigación sobre las actividades ilegales que han estado llevando a cabo. Abran las puertas, o nos veremos obligados a entrar por la fuerza.
Harry sonrió, pero no era la sonrisa cálida de antaño. Era una sonrisa fría, calculada. Levantó su varita con una fluidez que indicaba que ya había tomado su decisión.
—Que intenten entrar —murmuró Harry—. No saben con qué están lidiando.
Draco lo miró, su expresión mezcla de preocupación y orgullo. Sabía que estaban entrando en un terreno peligroso, pero ya no había vuelta atrás. La tormenta que habían desatado se acercaba, y ambos estaban listos para enfrentarla.
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Cenizas de un Juramento: El Límite del Amor
FanficDespués de la guerra, Harry Potter creía haber dejado atrás lo más oscuro de su vida, pero el destino tenía otros planes. Oscuras pasiones, verdades ocultas y decisiones fatales se entrelazan. ¿Qué harías si el único con quien puedes salvar el mund...