La mansión en Escocia estaba envuelta en una atmósfera tensa, cargada de una energía oscura que parecía crecer con cada minuto que pasaba. Harry se encontraba en la sala principal, donde el relicario oscuro aún yacía en la mesa, entre restos de papel y artefactos mágicos. Las sombras en las paredes danzaban al ritmo de la luz de la vela, reflejando la tormenta interna que se desataba dentro de él. La figura de Draco, inmovilizado por un hechizo poderoso, era el centro de su atención.
Draco estaba visiblemente alterado. Su piel pálida contrastaba con el negro de su atuendo, y sus ojos grises brillaban con una mezcla de furia y desesperación. A pesar de la inmovilidad forzada, su presencia era imponente, y el aire entre ellos parecía cargado con una tensión palpable. Harry no podía apartar la vista de él; cada movimiento de Draco, cada parpadeo, alimentaba la intensidad que sentía dentro de sí mismo.
—Déjame ir, Potter —dijo Draco con voz firme, aunque el miedo subyacente era innegable—. No tienes idea de lo que estás haciendo.
Harry se acercó más, su expresión grave. La necesidad de controlar la situación y la desesperación por hacer que Draco entendiera lo que sentía se entrelazaban en su mente.
—Lo entiendo perfectamente —respondió Harry, con un tono bajo y cargado de emoción—. Pero lo que no entiendes es que esto es más grande que ambos. Desde el momento en que te vi, supe que no podía simplemente dejarte ir. Esto… esto es lo único que importa ahora.
Draco intentó moverse, pero el hechizo de inmovilización lo mantenía en su lugar. La frustración en su rostro era evidente.
Harry mantuvo su mirada fija en Draco, su mano temblando ligeramente al tomar el rostro del rubio entre sus dedos. Lo examinó detalladamente, como si lo estuviera viendo por primera vez, sus ojos recorriendo cada ángulo, cada línea de su piel pálida, cada rasgo que, hasta entonces, había pasado desapercibido en medio de todo el "odio" que les había separado.
Nunca antes se había dado cuenta de lo maravillosamente perfecto que era Draco. Sí, siempre lo había encontrado atractivo, incluso fascinante de alguna manera, pero ahora era diferente. Lo veía bajo una luz nueva, como si cada pieza de su ser encajara de forma impecable con lo que Harry había estado buscando, aunque no lo supiera. La certeza lo golpeó con una intensidad que le robó el aliento: Draco debía ser suyo, sin duda alguna. No podía ser de nadie más.
Con esa convicción ardiente, Harry se inclinó y depositó un beso suave en la frente de Draco, un gesto que desbordaba una mezcla de ternura y posesión.
Draco, completamente desconcertado intento moverse nuevamente sin exito alguno, frunció sus cejas mientras sus pensamientos chocaban caóticamente. Nada de esto tenía sentido.
—¿Qué… qué estás haciendo? —murmuró, con la voz rota por la confusión.
Harry lo miró, sus ojos aún brillando con esa pasión indomable que solo parecía aumentar con cada segundo que pasaba.
—Draco… —empezó, pero fue interrumpido.
—Estas equivocado esto no es amor —lo cortó Draco, con una mezcla de incredulidad y miedo evidente en su tono—. No puede serlo, lo que sientes no es amor. Es obsesión. No te das cuenta de que lo que estás haciendo es destruir todo lo que fuiste, todo lo que representas. No solo te estás dañando a ti mismo, Harry, sino que también me estás arrastrando a mí.
Harry se detuvo por un momento, y la intensidad en su mirada se desvaneció ligeramente, reemplazada por una tormenta de emociones conflictivas. Sabía que Draco tenía razón en parte; lo que sentía no era solo amor, sino una obsesión que lo consumía. Pero eso no cambiaba el hecho de que no podía simplemente dejarlo ir.
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Cenizas de un Juramento: El Límite del Amor
Fiksi PenggemarDespués de la guerra, Harry Potter creía haber dejado atrás lo más oscuro de su vida, pero el destino tenía otros planes. Oscuras pasiones, verdades ocultas y decisiones fatales se entrelazan. ¿Qué harías si el único con quien puedes salvar el mund...