El Peso del Silencio

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Los días siguientes al último encuentro con Draco pasaron como un borrón. Harry se encontraba en una especie de trance, incapaz de sacarse de la cabeza la imagen de Draco alejándose bajo la lluvia. Cada vez que cerraba los ojos, veía esa mirada de desdén, el tono gélido de su voz resonando en su mente: "No juegues conmigo, Potter". La frase se repetía una y otra vez, como un eco que lo perseguía en cada rincón de Grimmauld Place.

El silencio de la casa se había vuelto opresivo. Aunque la Orden del Fénix ya no se reunía allí, y aunque había pasado mucho tiempo desde que Grimmauld Place había sido el centro de sus actividades durante la guerra, los recuerdos estaban grabados en las paredes. Y ahora, esas paredes parecían murmurar, recordándole constantemente que algo dentro de él estaba cambiando.

No era solo Draco lo que lo consumía; era el peso de lo que sentía por él. Una mezcla de emociones intensas y contradictorias que lo asfixiaban. No podía entender cómo había pasado de la antipatía profunda que había sentido por Draco en Hogwarts a esta extraña obsesión, este deseo desesperado de comprenderlo, de estar cerca de él. Pero lo que más le asustaba era que ya no podía negar lo evidente: no era solo curiosidad. Era algo mucho más oscuro, más intenso.

Harry había estado tentado a buscar respuestas en libros, algo que Hermione haría, pero sabía que no encontraría lo que buscaba allí. No era magia oscura, ni una maldición lo que lo atormentaba. Era algo puramente emocional. Algo humano, aunque retorcido. Y, sin embargo, la necesidad de entenderlo seguía siendo abrumadora.

Ron y Hermione continuaban visitándolo, aunque cada vez se hacía más evidente que algo estaba fuera de lugar. Harry había dejado de participar activamente en sus conversaciones. Solía responder con monosílabos, o simplemente fingía escuchar mientras su mente volvía, una y otra vez, a Draco. Sabía que Hermione lo estaba vigilando de cerca, pero agradecía que no insistiera en hablar del tema. Al menos no todavía.

Pero un día, después de semanas de silencio inquietante, Hermione decidió que había tenido suficiente. Lo visitó sola, sin Ron, una tarde de sábado. Llevaba un par de libros en los brazos, como siempre, pero esta vez su expresión era más seria de lo habitual.

-Harry, tenemos que hablar -dijo ella, sin preámbulos, mientras se sentaba frente a él en el salón de Grimmauld Place.

Harry dejó de fingir que leía el "Profeta" y la miró. Sabía que eventualmente este momento llegaría. Sabía que Hermione no lo dejaría escapar fácilmente esta vez. Tomó aire, preparándose para lo inevitable.

-¿Sobre qué? -respondió, intentando sonar indiferente, pero su tono de voz traicionaba su nerviosismo.

-Sabes de qué hablo -dijo ella con un suspiro, dejando los libros a un lado. Luego lo miró fijamente, con la misma intensidad que siempre usaba cuando sabía que algo no estaba bien-. Has estado distante, ausente. Algo te está afectando, Harry, y sé que no tiene que ver con el Ministerio, ni con la reconstrucción. Es algo más. Y quiero saber qué es.

Harry desvió la mirada hacia la ventana, observando cómo las sombras de la tarde comenzaban a alargarse en el exterior. No estaba listo para hablar de lo que sentía, pero sabía que no podía seguir ocultándolo. No a Hermione.

-Es... complicado -murmuró finalmente, sin saber por dónde empezar.

-Estoy aquí para escuchar, Harry -dijo Hermione suavemente, dándole espacio para que hablara a su ritmo.

Harry cerró los ojos por un momento, sintiendo la presión en su pecho crecer. Hablarlo en voz alta lo haría real, y eso lo asustaba. Pero ya no podía soportar más el silencio. Sabía que necesitaba desahogarse de alguna manera, aunque no supiera cómo explicarlo completamente.

Cenizas de un Juramento: El Límite del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora