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En cuanto el jet privado de su padre tocó tierra firme, Jaeyun supo que no habría vuelta atrás. Quizás no había rogado lo suficiente o, en el fondo, comprendía que no le afectaba tanto como pensaba. El destino ya estaba sellado.

Los guardaespaldas lo rodearon con precisión, escoltándolo fuera del avión sin mayor ceremonia. En la limosina, su padre y su tío charlaban animadamente sobre temas triviales, mientras Jaeyun permanecía en silencio, con la mirada perdida en la ventanilla, viendo cómo el mundo pasaba de largo.

—Estaba pensando... —comenzó Seung-o, tomando una pausa mientras dirigía su atención a Jake. —En que podrías darle clases a Sunghoon mientras se recupera. Podría ser algo que lo mantenga ocupado.

Jake levantó una ceja, el desagrado en su rostro era evidente.

—¿Clases? ¿De qué estás hablando? —respondió, su tono impregnado de incredulidad. —¿Por qué demonios yo tendría que darle clases a ese alfa?

Dimitri suspiró, como si estuviera acostumbrado a las reacciones de su hijo pero no tuviera la paciencia para lidiar con ellas en ese momento.

—Sunghoon no está bien, está muy delicado de salud. —explicó, su tono era calmo pero firme, como si estuviera dando órdenes más que sugiriendo. — Mientras se recupera, es mejor que haga algo productivo. Puede distraerse de todo el problema con los Tseo si le enseñas algo. Podrías darle algunas lecciones de guitarra o piano, nada demasiado complicado.

—No. —Jake respondió de forma cortante.

—Jaeyun... —insistió Dimitri, suavizando ligeramente el tono.

—No, papá. —Jake lo interrumpió de inmediato, su frustración cada vez más evidente. —No lo haré. No me importa lo que digas.

El silencio invadió el ambiente por unos segundos incómodos, solo interrumpido por el zumbido del motor de la limosina. Finalmente, ambos hombres mayores volvieron a conversar, ignorando por completo la negativa del Omega.

Jaeyun estaba cansado. Cansado de todo. Solo quería vivir en paz, centrarse en su música, alejarse de ese mundo lleno de sombras y traiciones. Pero, por supuesto, su padre jamás se lo permitiría.

Cuando llegaron a la mansión Park, fueron recibidos por un grupo de empleados, todos inclinándose en señal de respeto. Jake los observaba con una mezcla de curiosidad y tristeza, preguntándose en silencio: "¿Qué les habrá llevado a vivir así? ¿Por qué aceptan estar tan cerca del peligro?". Cada persona allí parecía estar atrapada en la misma telaraña que él, pero aún así, todos mostraban obediencia a personas que solo traían caos y destrucción.

Al cruzar la puerta principal, un hombre alto y musculoso, que claramente era el jefe de seguridad, les salió al encuentro. Saludó a Seung-o y a Dimitri con una profunda reverencia, y a Jake con un mero asentimiento de cabeza, que él no se molestó en devolver. Desde lejos, el Omega lo evaluaba, juzgando su apariencia y sus modales con desdén.

—El joven Sunghoon está en su habitación. —informó el jefe de seguridad, con tono profesional. — Anoche sufrió fuertes dolores, así que le administramos calmantes. Estaba bastante terco, insistía en seguir trabajando.

—Lamento los inconvenientes, Marko. —respondió Seung-o, suspirando. — Sunghoon siempre ha sido un caso perdido.

Marko asintió. —Síganme, ya hemos reunido las pruebas que solicitó.

Mientras tanto, Dimitri se acercó a su hijo, bajando la voz para dirigirse solo a él.

—Ve con esa señora de allí. —murmuró, señalando a una mujer que se acercaba apresuradamente. —Ella te llevará a tu habitación.

FATED - JakeHoon - Donde viven las historias. Descúbrelo ahora