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Confirmado. Jaeyun estaba embarazado; la prueba de sangre no mentía.

Dimitri, con aquel papel tembloroso en sus manos, asintió lentamente, sintiendo cómo la realidad se asentaba sobre sus hombros. Con una mezcla de resignación y preocupación, se despidió de la doctora, quien lo miró con compasión antes de cerrar la puerta tras de sí.

Por otro lado, Jaeyun había salido de la sala antes de que se completara la confirmación. Apenas escuchó que la doctora validaba lo que su propio cuerpo ya le había insinuado, huyó como si estuviera escapando de un monstruo. En lo más profundo de su corazón, albergaba una desesperada esperanza de que todo aquello fuese una cruel broma o, al menos, un error, pero la realidad era esa, y nada la cambiaría.

Cuando su padre salió de la consulta, simplemente lo miró. En esos ojos, Jaeyun podía ver la batalla interna que mantenía su padre, quien se estaba conteniendo con todas sus fuerzas para no gritar, no regañarlo, y en su lugar, intentar ser empático. Esa moderación era un alivio para Jaeyun, aunque el miedo aún se hallaba con dolor en su pecho. Su padre podría haberlo atacado verbalmente, lanzar gritos de decepción y reproches por haber sido tan imprudente, pero en ese momento, todo lo que podía hacer era acercarse y tomar suavemente el brazo de su hijo, atrayéndolo hacia un abrazo reconfortante que ambos necesitaban más que nunca.

El omega, abrumado por las emociones, comenzó a llorar con un desgarrador sollozo que resonó en la habitación.

—Estoy aquí contigo, hijo. Estoy aquí... —murmuró Dimitri, acariciando suavemente la espalda de su hijo, deseando poder calmar la tormenta que rugía en su interior.

El llanto de Jaeyun era un eco de su juventud. Con tan solo veintiún años y ahora, la responsabilidad de un bebé creciendo en su interior, le resultaba casi imposible de creer.

— Jae... —comenzó Dimitri con un tono que transmitía preocupación. — Debes decirme quién es el alfa, el beta, o quien sea que esté involucrado en esto... —Se separó un poco del abrazo, tomando a Jaeyun por los hombros para poder mirarlo a los ojos. Sin embargo, su hijo evitaba su mirada, centrando su atención en el suelo como si allí encontrara respuestas. — ¿Quién es el padre de ese bebé?

Jaeyun negó levemente con la cabeza, luchando contra el torrente de emociones que se aglomeraban en su pecho. No podía, no podía confesárselo. Sabía que su padre se enojaría, y en su mente, veía la imagen de Sunghoon rechazándolo, mientras que Seung-o los echaría de casa.

Él no se sentía capaz de soportar aquel escándalo.

— Jaeyun... —la voz de Dimitri se tornó más seria, buscando romper el silencio que se había instalado entre ellos.

— No... No te lo diré, jamás. —respondió Jaeyun con determinación, sintiendo cómo la angustia se transformaba en una barrera en la que buscaba protegerse.

Dimitri suspiró, una mezcla de frustración y tristeza reflejada en su rostro. — Sé que piensas que estoy enojado, y no puedo negarlo. Pero ese hombre no puede abandonarte y dejarte solo con un bebé, Jae...

— Él no lo sabe... —respondió Jaeyun, apenas un susurro, como si el peso de la verdad lo aplastara.

— ¿Qué? —Dimitri frunció el ceño, incrédulo.

— Tampoco se lo diré. No quiero que nadie sepa, papi. Por favor... Es lo único que te pido.

La mirada de Dimitri se llenó de dolor, y en ese instante, entendió la carga que su hijo llevaba sobre sus hombros. Con un ligero asentimiento, dijo: — Haré todo lo posible para que nadie se entere, pero necesito que confíes en mí, Jae. Vamos a encontrar la mejor manera de afrontar esto juntos.

FATED - JakeHoon - Donde viven las historias. Descúbrelo ahora