⁰⁰⁰

83 7 2
                                    

꧁ Se sentía desfallecer. Sus diminutas patitas resbalaban sobre la rugosa y húmeda textura de la tierra mojada.

Cada paso le agotaba más, y no ayudaba en absoluto tener una manada de lobos hambrientos pisándole los talones. El corazón le latía con fuerza, resonando en sus oídos mientras su respiración se volvía cada vez más agitada.

No se consideraba débil, al contrario, pero por más que le avergonzara admitirlo, nunca podría enfrentarse a esa voraz camada de animales. Su pequeño tamaño era una desventaja notable, y sus delicadas garras ni siquiera eran afiladas. Por suerte, era rápido y ágil, lo que le daba una mínima esperanza de escapar, pensó. Pero la fatiga ya comenzaba a hacer mella en su cuerpo, y cada vez le resultaba más difícil mantener el ritmo.

Su cuerpo se tensó cuando sintió una mano envolver su delgado cuerpo. Cerró los ojos con pavor y empezó a moverse bruscamente intentando escapar, pero el agotamiento le jugó una mala pasada. Su propio cuerpo se sentía pesado y, cuando todo empezó a volverse borroso, escuchó una voz que resonaba a lo lejos:

- Mira, Uzui, es un gatito.

Finalmente, cayó en los brazos de Morfeo, dejando atrás el miedo y el cansancio acumulado.

- ¿Qué? - El mayor, de cabellos plateados, se acercó al chico de vendas, notando cómo un pequeño bulto se removía incómodo en su regazo -. Aaaw, un gatito. ¿Dónde lo encontraste?

No pudo resistirlo y extendió su mano para acariciar aquel pelaje blanco tan llamativo, quedando maravillado por la suavidad de su textura. El contraste entre el pelaje del pequeño gato y la aspereza de sus propias manos le hizo sonreír.

- No sé, solo llegó corriendo hacia mí. Lo tomé entre mis brazos y se durmió, nada más - simplificó, encogiéndose de hombros.

A los segundos, se encontraba acariciando de igual manera a la pequeña bolita de pelos en su regazo. En un momento, su palma se paseó por la barriguita del animalito. Rápidamente, una mueca se formó en su rostro al sentir sus costillitas.

- Está muy flaco... - murmuró entre dientes, o mejor dicho, entre vendas.

- ¿Qué? ¿De qué hablas, Iguro? Yo lo veo normal - apartó la mirada del gato blanco para mirar confundido a Obanai.

- Está muy flaco, puedo sentir sus costillas - repitió enojado. Si había algo que Iguro odiara, era tener que repetir las cosas cuando claramente se habían entendido.

Uzui miró a Obanai con una ceja alzada. Su mirada pasó del compañero al pequeño animalito. Con temor, deslizó su mano hacia el torso del gatito, sintiendo inmediatamente los huesos sobresalientes.

- Oh, vaya, es cierto...

Los dos se miraron, y segundos después volvieron a acariciar al pequeño cachorrito. Poco después, emprendieron camino a la finca Mariposa con la esperanza de que Kocho pudiera ayudarlos a cuidar y recuperar al gatito. Caminaban con cuidado, protegiendo al animalito de cualquier peligro que pudieran encontrar en el camino.

Tenían que ayudar a ese pequeño. Algo los impulsaba a hacerlo, y no iban a objetar. Había algo en su linda colita y en su cuerpo frágil que despertaba un instinto protector en ellos. Ese pequeñito necesitaba ayuda, y estaban dispuestos a ofrecerla con todo su cariño y paciencia. ꧂

...

🍘 Kįťtėņ; ßaņēmí Håręm || RESCRIBIENDO/PAUSADAWhere stories live. Discover now