Capítulo 3: Entrenador

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Capítulo 3: Entrenador

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Al día siguiente, el sol apenas se filtraba entre los árboles del bosque mientras Akira deambulaba sin rumbo, pateando piedras y ramas secas con una expresión de aburrimiento en su rostro. Las historias interminables de Giratina sobre dominar el mundo ya no lo entusiasmaban. Para él, todo era un juego, una fantasía que le contaba su amigo "Gira", a quien no consideraba más peligroso que los Pokémon con los que jugaba todos los días. No podía ver la ironía en que una entidad interdimensional tan poderosa estuviera atrapada en su sombra, dependiente de un niño que prefería pasar sus tardes jugando con criaturas salvajes en lugar de escuchar sobre conquistas multiversales.

—Sabes, Akira —dijo Giratina desde las profundidades de la sombra, su voz resonando como un eco lejano—, si me liberarás, podríamos hacer grandes cosas. Imagínalo: dominar el mundo, viajar entre dimensiones, ser invencibles.

Akira se detuvo junto a un árbol alto, observando cómo algunos Pidgey volaban en círculos sobre sus cabezas. Rodó los ojos, ignorando las palabras de su compañero.

—Gira, no me interesa conquistar el mundo. Solo quiero jugar con mis amigos Pokémon. Eso suena mucho más divertido —respondió, sin darle mayor importancia.

Giratina suspiró, frustrado pero paciente. Había aprendido a controlar su impaciencia en los días que llevaba vinculado a Akira, sabiendo que, de alguna manera, este niño era su única opción para salir de su prisión. El ritual fallido del culto de Arceus lo había debilitado, y ahora no tenía más remedio que adaptarse a la vida en la sombra de un niño. Sin embargo, veía potencial en la promesa que Akira había hecho el día anterior.

Mientras caminaba por el bosque, Akira se topó con un grupo de Bidoof que correteaban cerca de un arroyo, chapoteando en el agua cristalina. Los observó con una sonrisa en los labios, y pronto se unió a ellos, chapoteando despreocupadamente mientras los Bidoof lo rodeaban como si fuera uno más de su manada.

Pero algo interrumpió el momento. Dos voces femeninas, risueñas y llenas de energía, rompieron la tranquilidad del bosque. Akira se giró para ver a dos niñas acercándose por el sendero. La primera, de cabello largo y rubio, vestía con elegancia y tenía una presencia calmada y serena. La segunda, con un peinado algo más desordenado y una sonrisa traviesa, irradiaba una energía inconfundible.

—Hola, tú debes ser Akira, ¿no? —dijo la primera niña, con una voz suave y educada.

Akira asintió, algo sorprendido de que las recién llegadas supieran su nombre.

—Me llamo Caitlin, y esta es mi amiga Cynthia. Vinimos con nuestros padres a explorar el pueblo —añadió, sonriendo con amabilidad.

Cynthia, mucho más entusiasta, dio un paso al frente con ojos brillando de emoción.

—¡Este lugar es genial! ¡Hay tantos Pokémon salvajes! —exclamó, mirando a su alrededor con asombro.

Akira, que había estado jugando con los Pokémon toda su vida, no se dejó impresionar por su entusiasmo, pero algo en la chispa en los ojos de Cynthia le llamó la atención. Había conocido a muchos niños del pueblo, pero todos lo evitaban debido a sus peculiaridades: su habilidad para hablar con los Pokémon y su "amigo invisible", al que otros veían como una rareza inquietante.

—¿Tú juegas con los Pokémon también? —preguntó Cynthia, inclinando la cabeza hacia los Bidoof que seguían chapoteando cerca del arroyo.

—Sí, todos los días. Los Pokémon aquí son mis amigos —respondió Akira, todavía algo tímido.

Caitlin se inclinó para observar con más detalle.

—Es increíble lo bien que te llevas con ellos. No muchos pueden acercarse tanto a los Pokémon salvajes sin que huyan —comentó, con una voz tranquila.

Akira sonrió, sintiéndose por primera vez en mucho tiempo aceptado por otros niños de su edad. Pasaron horas juntos, corriendo por el bosque, jugando con los Pokémon y compartiendo historias de aventuras imaginarias. Por un momento, Akira olvidó por completo las historias de Giratina sobre el poder y la dominación.

Cuando el sol comenzó a ponerse, Caitlin y Cynthia sabían que era hora de volver con sus padres. Sin embargo, antes de irse, hicieron una promesa a Akira.

—Nos vamos mañana, pero fue muy divertido conocerte —dijo Caitlin con su habitual calma.

—Sí, y cuando volvamos, quiero que ya seas un entrenador Pokémon. ¡Así podríamos tener batallas increíbles! —añadió Cynthia con emoción.

Akira, sintiendo una extraña mezcla de felicidad y tristeza por la inminente despedida, les prometió que algún día se convertiría en un gran entrenador y que, cuando se reencontraran, estaría listo para las batallas más emocionantes.

—Lo prometo —dijo con convicción, levantando el meñique hacia Cynthia, quien lo selló con una sonrisa.

Cuando las niñas se fueron, Akira quedó solo en el bosque, contemplando su promesa. Por primera vez en su vida, sentía que tenía un propósito claro, algo más allá de simplemente jugar con los Pokémon. Quería convertirse en un entrenador, alguien capaz de hacer frente a cualquier desafío.

Desde las sombras, Giratina observaba con interés.

—Así que quieres ser un entrenador, ¿eh? —su voz resonó en la mente de Akira—. Quizá ese sea nuestro camino para alcanzar grandes cosas. Mientras más fuerte te hagas, más posibilidades tendremos de salir de esta prisión.

Akira, todavía sin comprender por completo las palabras de Giratina, simplemente asintió. No sabía lo que el futuro le deparaba, pero estaba decidido a cumplir su promesa. Lo que no sabía era que cada paso que diera como entrenador lo acercaría más a los misterios de su sombra, y a la posible liberación de una fuerza que podría cambiar el destino del mundo.

Sin que Akira lo supiera, el juego apenas estaba comenzando.

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Pokémon: Viaje a la extinciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora