Capítulo 7: Usar las Sombras

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Capítulo 7: Usar las Sombras

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El cielo comenzaba a teñirse de tonos anaranjados cuando Akira, jadeando, continuaba su apresurada carrera por el camino polvoriento. Había pasado ya varias horas desde que debería haberse reunido con Casilda, y la ansiedad comenzaba a apoderarse de él. Miraba su PokéGear una y otra vez, enviándole mensajes que decían "Estoy en camino", "Llegaré pronto", pero la verdad era que todavía estaba lejos del pueblo donde habían acordado encontrarse.

—¡Maldita sea, debería haberme levantado más temprano! —gruñó entre dientes, mientras el sudor le caía por la frente.

A pesar de su prisa, Akira no pudo evitar notar una escena que se desarrollaba a unos metros más adelante en el camino. Un grupo de punkis con peinados extravagantes y chaquetas de cuero decoradas con rayos eléctricos habían rodeado a un niño pequeño, quien parecía asustado mientras uno de ellos sostenía su mochila en alto.

—Vamos, mocoso, ¡entrega tus Poké Balls! —dijo uno de los punkis, que tenía un Electrike a su lado gruñendo amenazadoramente—. No querrás que te electrocutemos, ¿verdad?

El niño estaba paralizado por el miedo, sin saber qué hacer, mientras los punkis se reían a carcajadas. Akira, que había estado a punto de seguir corriendo sin intervenir, se detuvo de golpe. Aunque estaba retrasado, no podía dejar que algo así sucediera delante de sus ojos. No era un entrenador con mucha experiencia todavía, pero sabía que tenía que hacer algo.

—¡Oigan, ustedes! —gritó Akira mientras corría hacia el grupo—. ¡Déjenlo en paz!

Los punkis se giraron, sorprendidos por la interrupción, y lo miraron de arriba abajo, midiendo al recién llegado.

—¿Y quién diablos eres tú? —se burló uno de ellos, lanzando una mirada desafiante—. ¿Otro niño que quiere jugar al héroe?

—No tienes ni idea de con quién te estás metiendo —respondió Akira, tratando de sonar más confiado de lo que en realidad se sentía—. ¡Déjenlo ahora o lo lamentarán!

El líder del grupo soltó una carcajada y dio un paso al frente, señalando a su Electrike para que se preparara para el combate. Los otros punkis hicieron lo mismo, llamando a sus Pokémon eléctricos, entre ellos Pikachu y Mareep. Akira sabía que estaba en desventaja en cuanto a tipos, pero tenía algo bajo la manga... o más bien, bajo la sombra.

Sin vacilar, Akira extendió su mano hacia el suelo y cerró los ojos por un instante. Sintió el frío familiar en su cuerpo, como si una conexión invisible se activara. De su propia sombra, una forma oscura comenzó a emerger. Primero, la pequeña figura de un Bidoof salió tambaleándose, pero no venía solo. Al instante, toda una familia de Bidoofs apareció tras él, materializándose como proyectiles vivos que Akira lanzó en dirección a los punkis.

—¡Ataquen, chicos! —ordenó Akira, con una sonrisa confiada.

Los Bidoofs, liderados por el más grande, se abalanzaron sobre los punkis y sus Pokémon eléctricos, golpeando y desbaratando sus formaciones con un ataque masivo. Los punkis gritaban mientras trataban de defenderse del ataque imprevisto. Las pequeñas criaturas mordían, empujaban y chocaban con todo lo que se interponía en su camino, usando el número a su favor.

—¡¿Qué rayos es esto?! —exclamó uno de los punkis, intentando esquivar el aluvión de Bidoofs.

El caos se desató mientras Akira aprovechaba la confusión. Giratina Enano, su Pokémon más misterioso, también emergió de las sombras, rodeando a los punkis con su presencia intimidante. Con un rugido bajo, hizo que los delincuentes temblaran de miedo.

—¡No es posible! —gritó el líder del grupo mientras veía a sus compañeros retroceder—. ¡Nos superan en número!

Con su Electrike debilitado y sus amigos desorganizados, los punkis tomaron la decisión más sensata: escapar. Salieron corriendo, dejando al niño atrás, mientras Akira y sus Pokémon les miraban desde la distancia.

—¡Eso les enseñará a no meterse con alguien más débil! —dijo Akira con una mezcla de orgullo y alivio, mientras los Bidoofs volvían a desaparecer en la sombra de la que habían salido.

El niño, temblando, se acercó lentamente a Akira.

—Gracias... gracias por salvarme —dijo con la voz temblorosa, agarrando su mochila con fuerza—. Pensé que me iban a quitar todo.

Akira le sonrió, arrodillándose a su lado.

—No tienes que agradecerme. Solo hice lo que cualquier entrenador debería hacer —dijo, sintiéndose por primera vez un poco más como un verdadero héroe.

Con el peligro atrás, Akira volvió a mirar su PokéGear. Las horas seguían pasando, y sabía que ahora sí debía apresurarse. Pero, al menos, había ayudado a alguien en el camino. Volvió a levantarse y, tras asegurarse de que el niño estaba a salvo, comenzó de nuevo su carrera hacia el lugar donde Casilda lo esperaba.

Mientras corría, una sonrisa se dibujó en su rostro. Sabía que, con su habilidad para invocar a los Pokémon desde las sombras, estaba más que listo para enfrentar cualquier obstáculo que se le presentara en el futuro. Ahora solo faltaba reencontrarse con su amiga y continuar su gran aventura.

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Pokémon: Viaje a la extinciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora