Capítulo 14

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Aguardé impaciente y ansiosa la hora del silencio que envolvió el palacio; decidida, tomé las cartas de Elena y las llevé conmigo. Quizá el contenido de ellas estaría relacionado con algo de esto y para sacarme de dudas, están dentro del escote de mi vestido.

Siendo cuidadosa y bastante sigilosa, llegué al establo y busqué a Skylar, mi yegua y cuando la encontré se asustó, la calmé y subí a ella para iniciar el largo y cansado recorrido a las frías tierras del norte.

No era la primera vez que escapaba de casa a la nación enemiga pero sí la primera que lo hacía sin compañía. ¿Estaba aterrada? Por supuesto que sí. ¿Estaba segura de lo que hacía? Quizá. ¿Quería estar durmiendo en mi cómoda y cálida cama y fingir que esa carta nunca llegó? Oh, claro que sí.

Para colmo, el frío de la noche estaba calando por mis huesos hasta hacerme castañear los dientes aún estando lo suficiente cubierta. La pobre Skylar galopaba sin detenerse porque ya la luna llena estaba en el centro del cielo y las estrellas a su alrededor la acompañaban, iluminando aún más el camino que recorría.

Llegué más rápido de lo que esperaba. Bajé de Skylar y la sujeté a un árbol para que no se moviese; la señal que necesité para saber si era el lugar correcto fue tal cual Magnus avisó, en la ventana de la torre, había una vela. Además del caballo negro cerca de Skylar y del señor Williams que estaba de pie en la puerta con un gabán de piel y guantes que vestía.

 —No esperaba verlo, señor—dije apenas me acerqué.

—Su majestad necesitaba de mi asistencia para traer consigo los libros, señorita—explicó.

—¿Llegaron en carruaje? —pregunté para entender lo descabellado que sería la respuesta que había lanzado mi cerebro—Lo digo por el caballo que ví al acercarme.

El hombre dudó en responder y eso era lo que necesitaba para soltar una pequeña risita llena de diversión mientras una imagen que la aumentaba se apoderó de mí.

—Yo caminé. El rey cabalgó—dijo al fin, en un hilo de voz.

—¿Caminar desde Skyeen? —enarqué una ceja—Imposible. Tendría ampollas en los pies y no luciría tan tranquilo y para nada cansado en éste instante.

—Su majestad la espera, señorita, y como sabe, a él no le gusta esperar—cambió de tema, recordando lo que ya sabía.

Entre risas para nada disimuladas, entré a la torre que estaba iluminada por cientos de velas en el trayecto de escalones hacía el final. Me quejé con cada paso que daba, la respiración se me entrecorta y me detuve a diez escalones que me faltaban para llegar. Necesitaba aire, y descansar. Las piernas me temblaban como gelatina y las manos me sudaban por el agarre que ejercía sobre la barandilla.

¿A este hombre no se le pudo ocurrir un lugar mejor?

 Solté un chillido, forzando a mi exhausto cuerpo a continuar. Arranqué la capucha y lo que envolvía mi cuerpo y lo lancé a los pies de Magnus cuando estuve frente a él; el muy canalla me miraba divertido, tenía las manos en uno de los libros de la pila que tenía a un lado.

Cuando creía no odiarlo más, ¡Oh sorpresa! Sí puedo. Y mucho, mucho más.

Ahora sí tenía ganas de despellejarlo vivo.

—Te ves cansada, Alice—comentó, burlesco.

—Sí, gracias a alguien que escogió el lugar menos apropiado—expresé entre dientes con ahínco.

Él sonrió.

—Me pareció perfecto. Nadie nos encontraría, y además, hay privacidad.

Enarqué una ceja. Luchando por calmar las ganas de enredar la capucha en su cuello y ahorcarlo, tenía que estar calmada y mostrarme serena.

El Caos Del Rey (Libro#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora