Capítulo 7

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Alice

¿Cómo tuvo la osadía de haber invadido el castillo?

¿Cómo pudo tomarlo sí estaba protegido?

Definitivamente, Magnus Skragen siempre estaba un paso adelante de todos. Esa noticia nos tomó por sorpresa en la sala y de inmediato, Robert salió y no volvió después de cuatro horas. Por lo tanto, fui obligada a quedarme encerrada en mi alcoba como sí no hubiese estado allí todo el día.

Esperé alguna noticia pero no recibí ninguna. Pensé en qué pasaría si salto desde la ventana y corro a avisarle a mi padre de lo sucedido, pero quizá terminaría con una pierna rota y encadenada por desafiar a Robert.

Estoy enojada, tan enojada que podría estrangular a alguien en este preciso momento. No quiero que nadie me hable, que nadie me mire porque me sentiré humillada, una burla ante los ojos de los demás.

Ya tengo suficiente con las miradas lastimeras de los aliados de Robert como para soportarlo hasta de los sirvientes. La única que no me juzga, ni me mira de esa forma es Lizzie; mi única amiga en este lugar.

—Se puede marear, alteza. No ha comido bien los últimos días—dijo, mientras caminaba de un lado a otro con las manos en la cabeza.

—Estoy llena de rabia, Lizzie. No comprendo lo que está sucediendo allá afuera mientras me escondo aquí como una muñequita que deben vestir y educar para su futuro esposo.

—Así es el mundo en el que crecimos y no podemos cambiarlo, alteza. Las mujeres como yo, nacimos para servir y obedecer, y usted nació para ser la compañía de algún lord o rey gentil que la despose y pueda darle hijos para continuar con su descendencia.

Me detuve. Volteé a mirarla perpleja, no puedo asimilar que esas palabras hayan salido de su boca.

—Por favor, Lizzie. Que sea la última vez que te escucho hablar de esa forma de ti, de mi o de cualquier mujer en este mundo—afinqué.

—Es la verdad, alteza. Pues, ¿Qué más propósito tendríamos que servir a los hombres?—inquirió—Ellos nos protegen, luchan y mueren en los campos de batalla mientras nosotras nos sentamos a tejer y lloramos sus muertes, hasta que llegan otros y nos toman a su beneficio.

—Es diferente, Lizzie. Créeme que somos más que un montón de carne con el nombre de mujer...

Levantó la mirada y sus labios dibujaban una sonrisa melancólica.

—Podemos cambiar el rumbo de nuestra vida, Lizzie. Perseguir eso que amamos con locura y aferrarnos a la esperanza de una salida de la desgracia y atraer la alegría y felicidad. No todo está perdido para nosotras y no, estoy segura de que no nací para ser desposada a un lord o rey gentil porque además son unos crueles idiotas y lo único que les importa es su descendencia.

—Pero usted va a casarse con el jóven Tyrus y él no es gentil como demuestra frente a los demás. Me acaba de decir todo esto pero aún así está dispuesta a ser su esposa, servirle, serle fiel y darle hijos.

—Es más complicado de lo que parece, Lizzie—me senté en el sillón frente a la chimenea—. Se siente tan horrible casarse sin amor, siento que perdí una gran parte de mi que fue arrancada el día que supe la verdad de...

El Caos Del Rey (Libro#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora