Todo el reino estaba bajo silencio, era el momento. Metí la mano entre el cabezero y la pared y saqué con cuidado el arco de madera y una docena de flechas que había robado de la armería. Abrí la puerta de la habitación lentamente y inspeccioné el pasillo antes de salir. Casi lo había logrado cuando justo en el último pasillo antes de salir al patio escuche voces. Me entró el pánico y busqué cualquier lugar donde poder esconderme. Me decanté por ocultarme detrás de un pilar. Eran dos guardias, pasaron por mi lado, a metros de mí. Aguanté la respiración, rezando por que no me descubriesen. Los dos hombres ni se imutaron de mi presencia y pasaron de largo y ahí fue quando cometí un error. Suspiré de alivio.
-Oye, ¿has odio eso?- le dijo un guardia a su compañero. Mierda, mierda, mierda.
-¿Oír el que?- los dos frenaron a escasos metros de mi escondite.
-Como un suspiro.
Dios mío, si me descubrían se lo contarían a mi padre y me encerraría en mi habitacion hasta que me casase, por lo menos. Sin salir, sin leer.
-Vamos Damián, no empieces con tus jueguecitos. Solo quieres que me ponga alerta. Ya no hace gracia.- dijo el más bajito y reanudo el paso.
El soldado Damian echo un vistazo a todo el pasillo en pocos minutos y reanudo el paso como su compañero. Espere hasta que se marcharon y a que se me pasara el susto y salí al patio trasero del castillo. En este patio se encontraba la armería y el establo. Recorrí todo el patio pegada a la pared, camuflandome entre las sombras por si acaso había algun soldado más, y entré sigilosamente al establo.
-Pensé que no vendría.- sus palabras me pillaron desprevenida y dí un salto del susto.- Perdón, no quería asustarla.
-Está bien, Armando. Perdona la tardanza. ¿Está preparado?
-Si, ya esta la montura preparada.
-Gracias. Volveré en unas horas.
-Aquí le esperaré- dijo mientras se tumbaba en un monton de paja.
Armando y yo acidentalmente descubrimos el secreto del otro y desde ahí nos volvimos cómplices y buenos amigos (aunque no sepa mucho de él). Armando duerme en el establo, nadie lo sabe, solo yo. Lo descubrí una noche como esta, que me dirigía al establo a por Noche y lo ví dormir allí. Se despertó al oír a Noche relinchar cuando yo ya estaba montada en él y así fue como nos vimos obligados a contarnos mutuamente el porqué de nuestras acciones. El pobre Armando viene de una familia pobre donde son 7 hermanos. Duermen en el suelo y se levanta hecho polvo, como si no hubiese dormido. Una vez se quedó dormido entre la paja y descubrió lo cómoda que era (en comparación con el suelo). Por mi parte, salgo una vez a la semana con Noche hasta el bosque donde puedo practicar con el arco. Si mi padre se entera de que Armando duerme sin autorización en el establo, lo mata. Si mi padre se entera de que salgo sola, por la noche, al bosque no me mata, pero preferiría esa opción.
Monte en el caballo de pelaje oscuro y salí por la puerta trasera del castillo que daba a un camino oculto que conducía directamente al bosque. Mi caballo, Noche, iba calmado mientras yo disfrutaba de el aroma salvaje del bosque y los sonidos que emitían los habitantes de él. A los 15 minutos llegamos al destino. Era una pequeña zona libre de árboles pegada al río donde practicaba con el arco con los distintos arboles que empezaban a brotar a unos 30 metros. Bajé del negro caballo y lo dejé suelto cerca de el río, al principio lo ataba pero llevaba más de un año con la misma rutina y Noche y yo nos habíamos convertido en carne y uña. No se saparaba más de 10 metros de mí.
Empecé a entrenar pero no acertaba. De normal no solía acertar más de 8 pero hoy, en la primera tirada solo acerté 2. Indignada fui a buscar las flechas, con la intención de recojerlas todas y así no tener que "cojer prestadas" más. Encontre 11. Cada vez que encontraba una la guardaba en una funda. Esta no era robada, me la regaló mi hermano Sebastián, el único que sabía que practicaba con el arco. Él no me consideraba un pequeño conejito indefenso. Una pena que ya no viviera con nosotros.
La flecha número 12 no se dignaba a aparecer y con la poca luz que me ofrecía la luna aún era más complicado. Al instante que me rendí y me dirigí a retomar mis pasos para empezar de nuevo vi un hombre muy cerca de mi caballo. Rápidamente saqué una flecha y le apunté.
-Aléjate de mi caballo.
El muchacho, el cual como mucho tendría 5 años más que yo, se giró lentamente con las manos levantadas en son de paz. Pero al verme dejo caer sus brazos y empezó a reírse.
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El Secreto De Las Flores
Ficção HistóricaEl reino de Palidia no se plantan flores, y mucho menos flores pálidas. Todos las relacionan con la muerte, hasta las temen. Una vez al año, cuando el sol ya se ha marchado y las calles quedan alumbradas únicamente por los pequeños faroles, una flor...