Me había puesto mis mejores galas porque, teóricamente, esta era mi última cena. Como Jesús. Solo que él sabía a lo que iba y yo no.
Mi padre había decidido que él, el superpoderoso y grandioso rey, junto a sus hombres podía parar lo que se me fuera a llevar. Obviamente, yo no era partidaria de esa opción pero, como hemos comprobado anteriormente, no tenía ni voz ni voto. Tenía suficientes motivos como para pensar que a mi padre le importaba más mi boda, que supondría una alianza entre reinos, a mi propia vida.
Al ser hoy mi "último" día había podido disfrutar de privilegios que, en mi día día, no gozaba. Mi padre me había enseñado unos buenos trucos con el arco, porque claro está que ahora le interesaba que supiera defenderme. También había podido disfrutar de un paseo con caballo el cual no era el mío, no había ni rastro de él, pero lo había disfrutado igual, o incluso más porque no iba a contra reloj ni con miedo de ser descubierta. Y finalmente, las cocineras habían preparado mi comida preferida, sopa de pollo, ya sé que es muy básica me encanta.
Cuando bajé al comedor estaba toda la familia ya esperándome. Comí la deliciosa sopa y todos fueron muy agradables conmigo. Cuando sabes qué vas a perder algo lo valoras más y eso estaba intentando hacer mi familia. Papá con el arco, mamá sin su costura y mi hermano sin abrir la boca. Alargamos la cena todo lo que pudimos pero a medianoche me sentía agotada y decidimos poner en plan la operación. El supuesto plan consistía en que 10 guardias vigilarían el pasillo y otros 30 estarían deambulando por el castillo en busca de sospechosos. Hoy nadie podría moverse por el castillo, cualquiera que saliese sería llevado a las mazmorras y el día siguiente se le jugaría.
Me metí a la cama con los nervios a flor de pie y intenté tranquilizarme sin éxito. No habían pasado ni 20 minutos cuando oí unos ruidos afuera. Me levanté, abrí la puerta y me topé con dos guardias.
-Señorita no puede salir. Debería ir a descansar.- dijo uno.
-¿Qué ha sido ese ruido?
-No lo sabemos, peo debería entrar en la habitación, está incumpliendo las normas de su padre.
-Quiero saber que está pasando.
El más musculoso abandonó su postura y se giró hacía mi.
-Mira muchachita, no somos sabedores de tal información, pero si sabemos algo se lo notificaremos al segundo. Ahora le pido por favor que se mantenga en el interior de sus aposentos, si necesita cualquier cosa puede hablar a través de la puerta pero no la abra si no es necesario.- el discurso del guardia me dejó sorprendida pero acaté sus normas.
Me volví a meter en la cama pero no conseguía conciliar el sueño, no paraba de dar vueltas y vueltas y más vueltas. Hasta que volví a oír el mismo sonido, solo que esta vez mucho más cerca. Me volví a levantar y me acerqué a la puerta.
-¿Qué es eso? Está mucho más cerca que antes.- dije, ahora sin abrir la puerta.
No obtuve ninguna respuesta. Nada. Cero. Todo estaba bajo un silencio demasiado inquietante para mi gusto.
-¿Hola? ¿Me escuchan?- dije levantando un poco más que antes la voz.
Esta vez tampoco me contestaron así que abrí lentamente la puerta. Los dos guardias se encontraban en el suelo sumidos bajo un profundo sueño. Los moví lentamente con intención de despertarlos pero al ver que no reaccionaban los agité. Eso no dio resultado y siguieron dormidos. Un escalofrío me recorrió la espalda. Mi instinto me decía que estaba en peligro, en zona no segura, así que volví a mi habitación, me puse mi capa de seda y cogí el arco con las flechas. A los pocos minutos estaba recorriendo el pasillo con cautela, todos los hombres de la guardia se encontraban tirados por el suelo pero no parecían muertos, al menos de eso me intentaba convencer. En mitad del pasillo una extraña sensación me recorrió en cuerpo y me heló la sangre pero decidí ignorarlo y seguir. Al llegar al final de la escalera, cuando me disponía a bajarlas oí unos pasos lentos detrás de mí. Me giré y él o ella paró. Intenté adivinar de quién se trataba ¿mi padre? ¿un soldado? pero con la poca luz que había no conseguí descifrarlo.
-¿Quién eres?- pregunté, me iba a morir de todas formas, qué más da un poco más pronto.
Oí que decía algunas palabras, su voz me resultaba familiar pero ya no recuerdo nada mas puesto que después de eso mi memoria está borrosa.
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El Secreto De Las Flores
Historical FictionEl reino de Palidia no se plantan flores, y mucho menos flores pálidas. Todos las relacionan con la muerte, hasta las temen. Una vez al año, cuando el sol ya se ha marchado y las calles quedan alumbradas únicamente por los pequeños faroles, una flor...