-Oliver, ¡el tribunal ha solicitado tu presencia hace 1 hora y tú estás tan tranquilo aquí! Algún día te matarán.
-Ay querida... no sabes cómo funciona el mundo.- digo tirando el libro al suelo y levantándome lentamente.
-Tal vez no, porque no salgo a corretear por ahí sin tener en cuenta que me podrían matar.
-Te recuerdo que comes gracias a mis correteos.- dije con una amplia sonrisa mostrando todos mis dientes, sin excluir los colmillos, y me marché.
Claro que sabía que me estaban buscando, ayer fue la puesta de flor y hoy tenía que ir a recoger a otra desdichada. Pero llevaba haciendo esto demasiados años y no hacía falta que me repitiesen el procedimiento, me lo sabía de memoria.
Cuando llegué a la puerta, estas se abrieron solas. Yo no frené mi paso hasta encontrarme en medio de la sala, en ese mismo instante las puertas se cerraron. Al otro extremo de la puerta se encontraba Agatha sentada en su trono, si es que lo podemos considerar trono, y a sus dos costados Cornelius y Drydeno, los fieles consejeros de la temida Agatha. Los tres me miraban con aires de superioridad y indiferencia. Agatha fue la primera en hablar:
-Y al fin te dignas a aparecer. Cada año más tarde, Oliver, ¿Acaso quieres que reduzca tus privilegios?
-No señora.- dije sin quitar la sonrisa y las puertas se volvieron a abrir. No necesité girarme para saber que era Víctor.
-Discupa el retraso, estaba...
-¡Cállate!- dijo Agatha y nos miró de arriba a abajo, supongo que preguntándose en qué momento nuestra especie había terminado en manos de dos inexpertos y demasiado irresponsables para ser recolectores de flores.- Ahora que ya estáis los dos ¿os tengo que repetir el procedimiento?
-No. Vamos, la duermo, Víctor la invisibiliza y volvemos. Fácil. Lo mismo que todos los años.
-No hagáis tonterías. Sois los únicos recolectores que quedáis. Si morís, morimos. Así que tomaros algo en serio por una vez en vuestra vida.
Yo y Víctor nos miramos, sonreímos y afirmamos con la cabeza antes de salir. Empezamos a andar poniéndonos al día, ya que desde que estaba con Samina no saliamos tan seguido.
-¿Os marcháis? - dijo Minerva. Ella como siempre tenía que saberlo todo y más si se trataba de mí. Había días que se pasaba el día pegada como una lapa.
-Así es. Hora de trabajar.- contestó Víctor.
-Tened cuidado, no me gustaría enterraros mañana.
No tardamos más de un par de horas en llegar al pueblo. Hacía bastantes años que la flor se posaba en el mismo reino pero esta vez olía diferente y, más alta.
-Me temo que este año nos toca sangre distinguida - dijo la última palabra con un toque de gracia y yo, como buen amigo que soy, le reí la gracia.
Cada vez que nos íbamos adentrando en el reino, las evidencias de que se trataba de una muchacha de clase alta aumentaban. Hasta que el olor nos llevó a las puertas del castillo.
-No pueden estar aquí. Vayan a sus casas. - dijo uno de los soldados que custodiaba la entrada.
Le ignoré y me acerqué a ellos hasta situarme a pocos metros, me quité la capucha y miré a uno directamente a los ojos. Cayó en segundos.
-¿Pero qué ..?
Rápidamente giré la cabeza y sus ojos se toparon con mis rojos ojos. Esté, al igual que su compañero, se desplomó en el suelo.
-Nunca entenderé la costumbre de mirar a los ojos que tienen los humanos.- dije mientras le robaba las llaves de la puerta a uno de los guardias y entramos.
El castillo estaba lleno de guardias. Nunca habíamos tenido que hacer tantos esfuerzos. Tuve que adormecer a unos 20 guardias y Víctor nos tuvo que mantener ocultos durante bastante tiempo.
-Este era el último.- le informé a mi compañero.
Víc me empujó contra la pared y me señaló una joven que yo reconocí al instante, la falsa campesina del caballo. Víctor usó su habilidad y pasamos por su lado sin ser notados, el olor de la flor nos llevaba hasta la habitación donde había salido ella, pero allí no había nadie. Tan solo estaba la flor dentro del jarrón. Eso solo podía significar una cosa.
-Quédate aquí.- le dije a Víctor y avancé hacia ella hasta que notó mi presencia y volteó a mí.
-¿Quién eres?
Debería estar ya en el quinto sueño pero, sin saber por qué, no lograba dormirla. Me esforcé al máximo y justo cuando iba a rendirme, cayó despacio y dormida. Suspiré, nunca me había costado tanto pero lo había logrado. La levanté con la magia, dejándola flotar en el aire, y le hice una señal a Víctor. Estábamos listos para irnos.
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Holaa, simplemente me pasaba para agradecerte que hayas llegado hasta aquí. Disfrute mucho escribiendo este capítulo y espero que tu lo disfrutes iguaal. <3
Q tengas buen dia/tarde/noche!
~Lu
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El Secreto De Las Flores
Narrativa StoricaEl reino de Palidia no se plantan flores, y mucho menos flores pálidas. Todos las relacionan con la muerte, hasta las temen. Una vez al año, cuando el sol ya se ha marchado y las calles quedan alumbradas únicamente por los pequeños faroles, una flor...