Capítulo 8: Escapar

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Desperté cuando una gota fría cayó en mi cara. Estaba en una especie de cueva y hacía mucho frío. Los supuestos vampiros no estaban, era mi oportunidad para escapar. Empecé a acercarme a la salida de la cueva pero me percaté de que: uno, no se trataba de una cueva; dos, estaba encerrada en una especie de celda. Tres de las cuatro paredes eran de piedra y otra de barrotes de hierro.

Me asomé por los barrotes para poder ubicar una salida pero tan solo pude ver una serie de celdas, unas al lado de otras. Parecía un pasadizo infinito.

-Vaya vaya vaya. ¿Así que tú eres la flor de este año? - dijo una voz femenina de la celda de en frentre.

Seguidamente, escuché pasos y la pude ver. Era una hermosa mujer pero se veía débil y cansada. La ignoré mientras inspeccionaba los barrotes, lo había forma de salir.

-Niña, ¿no te han dicho que es de mala educación no contestar?

-Cállate Kalma. - dijo otra voz a mi lado a lo que la hermosa mujer puso los ojos en blanco y volvió a las profundidades de su celda - Perdónala, la falta de sangre la está convirtiendo en una amargada. Soy Xenia.

-Catalina. ¿Eres una de ellos?

-Querida la única humana aquí eres tú.

-¿Y por qué estás aquí?

-Por un error.

-Yo también. - dije sentándome en el suelo. - ¿sabes como salir de aquí?

-Las puertas se abren desde fuera, pero son de plata y nosotros somos incapaces de tocarlas.

-¿Y como las abren los guardias?

-Con guantes anti-plata.

Y entonces caí, yo no era una de ellos. Sí podía tocar la cerradura. Extendí mi brazo por fuera de los barrotes y lo doblé para poder alcanzar la llave. Cuando la tuve intenté girarla pero se me hizo imposible, era muy rígida.

-Prueba a empujar la puerta hacia adentro. - me dijo Xenia.

Hice lo que me dijo, antes de intentar rodar la llave, con la otra mano empujé la puerta hacia mi y rápidamente con la otra mano rodé la llave. Clic. Lo había conseguido. La puerta se abrió y salí fuera. Empecé a correr hacia la derecha hasta que el pasillo se dividía en una escalera que subía y otra que bajaba. ¿Por cuál me iba? Intenté descifrar cuál me llevaría a la libertad y decidí subir por la primera escalera. Después de un par de metros de escalera llegué a otro pasillo de celdas, muy similar al que me encontraba anteriormente. Decidí recorrer este hasta que me percaté que había una celda con la puerta abierta.

-Ay florecita, cuanto te queda por aprender. - era la voz de la hermosa mujer, estaba otra vez en el principio.

Estaba en una especie de laberinto de celdas, la angustia empezaba a apoderarse de mi, pero decidí calmarme y pensar. Abrí la celda de Xenia.

-¿Por qué me liberas? - dijo esta sorprendida. - podría matarte.

-Confío en que no lo harás y también en que sabes como salir.

-Buena intuición. Sígueme.- dijo y empezó a caminar hacia la derecha, el mismo camino que yo había tomado. Estaba decidida a decirle que por ahí no era, que ya había probado yo hasta que, vi a Oliver, uno de mis secuestradores y el culpable de la desaparición de mi caballo, caminando hacia nosotras. Xenia aceleró el paso y empujó a este. - Estúpido, por tu culpa estoy encerrada aquí.

-Pues por eso vengo a sacarte, imbécil. - le devolvió el empujón y levantó la cabeza hacía mi. - ¿Y tú que coño haces fuera de la celda?

-¿Qué esperabas? ¿Que me quedase esperando a que me cocinarais?

-¿Es que no sabes estar quietecita y ponerme las cosas fáciles? Tú - dijo mirando a Xenia- ya hablaremos cuando todo este lío se aclare. Y tú- fijo mirándome- nos vamos.

-¿A dónde? - dije sin moverme.

-Al tribunal.

-¿La juzgan tan pronto?

-Ni idea, órdenes de Agatha.

-¿Hola? Sigo aquí, dejen de hablar de mí como si fuera un fantasma. ¿A qué tribunal y para qué?

-No hay tiempo cervatillo, te lo explico por el camino.

Miré a Xenia con miedo e incerteza a la vez. Ahora mismo, era la persona con la que más confiaba de este extraño mundo. Esta interpreto mi mirada y asintió. Así que me acerqué a Oliver y este empezó a caminar.

Cuando estábamos casi por subir de nuevo las escaleras que no llevaban a ningún lugar Oliver sacó una especie de piedra preciosa y se la lanzó a Xenia.

-Dame la mano. - dijo Oliver.

-¿Por qué?

-Venga, confía una vez en tu vida en mí.- lo decía como si fuese algo extraño que una no confiara con la persona que me ha condenado a muerte, indirectamente. Aun así le di la mano porque Xenia, a través de su mirada me había dicho que fuera con él.

Le di la mano y nos entramos en las escaleras. Estas se empezaron a transformar. Ya no eran de piedra oscura, sino de tonos dorados y naranjas. Eché la vista atrás y vi como Xenia desaparecía como si fuese arena transportada por el viento. Cerré los ojos e hice una respiración lenta. Cuando los volví a abrir estaba preparada para afrontar lo que fuera.

El Secreto De Las FloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora