CAPÍTULO 10

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“El vaivén de las hojas, su constante danzar producían un sonido agudo, fino y áspero. Se movían en círculos perfectos, creando un tornado, en cuyo centro me encontraba.

De pie, sobre un desierto, rodeada de aquellas hojas caídas, vislumbre nuestro futuro.

Más allá del muro de hojas, se alzaba un fuego inclemente; chirriante y abrasador capaz de arrasar todo a su paso. Ese fuego fue avanzando hasta llegar a las hojas; ellas se empezaron a quemar, y desaparecieron dejando que el fuego avanzará hacia mi.

Intenté moverme, pero no pude. Cada músculo de mi cuerpo estaba estático, inerte; como sin vida. Cubrí mi rostro con mis manos, para salvarme de las llamas.

En ese momento, algo frío tocó mi brazo, observe como las gotas de agua descendían del cielo y apaciguaban las llamas hasta extinguirlas.

Esa lluvia cayó en el suelo infértil, en aquel desierto de arena. Segundos bastaron para que de la tierra germinaran plantas de diversas formas, colores y tamaños. Y crecieron, y ocuparon cada rincón de ese lugar. Y se volvieron árboles enormes frente a mis ojos, y luego los animales jugueteaban entre la ramas, entre los suelos, y todo se cubrió de vida.
Y la vida surgió, después del fuego”.

Desperté lentamente, estaba en el mismo lugar. Me levanté repasando en mi mente aquel sueño.

Millones de años atrás, un meteorito se estrelló contra la tierra, ocasionando la extinción de la muchas criaturas que la habitaban. Después de eso, la vida encontró la manera de surgir, de crecer.

Y así sería ahora.

Las cosas a veces no son lo que parecen. El fuego es como la sangre, si se purifica se transforma; y de allí renace un nuevo mundo.

La matriarca después de decir eso, se giró y empezó a barritar para guiar la manada. Ella tenía razón, no podía darme por vencida.

Me levanté y caminé hacia donde estaban los demás esperándome.
Las palabras de la matriarca hacían meya en mi ser.

“El fuego es como la sangre, si se purifica se transforma”.

—El fuego…, la sangre —musité mirando mi mano—. La lluvia purifica, la sangre...

Abrí mis ojos y retrocedí dos pasos.

—¡Eso es!, de la sangre purificada renace la vida.

Giré mi cuerpo y empecé a correr en dirección contraria. Mis pasos no iban hacia la nueva tierra, sino hasta el lugar en el cual se gestó la batalla.

Aquel sitio en el cual la sangre de mis soldados se derramó sin consuelo, y no solo la de los humanos, sino la de los Shiyloper.
Corrí esquivando ramas, rocas y arbustos. No estaba muy lejos de allí, y pronto divise el claro del bosque. Hacía algunos meses, la tierra estaba desértica, cubierta de barro y sangre. Después de la batalla y de recoger los cuerpos muy poca gente iba por allí.

Caí de rodillas en el suelo. La vegetación de diversos colores verdes alcanzaba ya casi los 30 centímetros de altura. Esas plántulas, de distintos géneros y especies habían nacido en donde antes todo fue ruina.

La naturaleza se había purificado, eso era a lo que se refería la matriarca. La vida siempre encuentra la manera de surgir.
Acaricié la hierba, su suavidad, su textura era única. Me levanté para caminar hacia aquel lugar. Justo unos metros más adelante se hallaba el sitio en el cual mi padre había muerto.

Allí, florecían las plantas. Los colibríes y abejas se alimentaban de su néctar. La hermosura había encontrado la manera de reemplazar todo el terror que vivimos aquel día.

Trilogía mañana 3 (LIBERACIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora