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"No mires a ningún otro lado, mírame a mí... sigo siendo tu marido". Las palabras fueron seguidas por el sonido húmedo de las dos pollas de tu ahora radioactivamente irradiado marido, que parecía una anomalía monstruosa, con dos cabezas extra, dos brazos extra y... dos pollas extra.
No te lo esperabas ni en miles de años, pero cuando Simon salió por la puerta completamente sano y salvo, verse así fue impactante y al menos aterrador para tus ojos.
Aun así, estabas de rodillas, sintiendo una de sus pollas entrar en tu culo mientras la otra llenaba tu mojado coño , haciéndote gemir fuertemente al sentir sus muy calientes y pesadas bolas golpear tu clítoris con las lentas embestidas que el militar te estaba dando.
Podías sentir cada vena palpitante de sus miembros en tus húmedos agujeros, la humedad entre tus muslos y su ingle aumentaba. Sus ojos, ahora grises, estaban completamente clavados en tu figura, dos de sus cuatro brazos agarraban tu cintura mientras los otros dos sostenían tus muñecas detrás de tu espalda, listos para dominarte y maniobrar como quisiera.
Al escuchar tus gemidos de aceptación, sus dos pollas palpitaron como nunca antes, empalándote hasta el punto en que incluso olvidaste que tu compañero ahora era una sombra de lo que una vez fue.
Todo lo que importaba en ese momento era que podías tomar cada centímetro de lo que él te estaba dando, como si tu vida dependiera de ello, como si cada fluido que salía de su polla fuera un veneno que te hiciera desear más y más de él.
El lento contacto cuerpo a cuerpo que antes había sido tierno fue reemplazado ahora por los movimientos casi animales de Simon sobre ti. Un poco de baba goteaba de tu boca mientras solo podías mover los dedos de los pies cada vez que una de sus pollas llegaba a la punta de tu útero mientras la otra besaba límites que ni siquiera sabías que existían.
De sus labios se escaparon gruñidos amortiguados por la máscara que ahora formaba parte de su piel, fusionada con su carne como una segunda prenda. Sus dedos se clavaron en tu carne con la fuerza suficiente para dejar marcas mientras un gruñido ronco salía de su garganta, resonando como una tríada a través de sus tres cabezas.
—Vamos, cariño... sé que quieres correrte, no lo niegues... córrete para mí. —Sus palabras estaban teñidas de la misma miel que una vez calmó tu alma. Seguía siendo él, incluso con ese nuevo cuerpo, y sentiste que te volvías adicto a él, como una droga, dejándote con un placer tan intenso que hizo que tu sistema se apagara.
Sentiste que te daba una última embestida y, al mismo tiempo, tu coño se llenó del cálido y viscoso líquido de su semen. Tu otro agujero también se llenó, lo que provocó que se te derramaran lágrimas de los ojos mientras gemías de lo lleno que estabas. Pero tu compañero no se detuvo: Simon continuó con pequeñas embestidas hasta que sintió que tus paredes internas lo drenaban. Una de sus muchas manos se movió hacia los labios de tu coño, abriéndolos lentamente para exponer tu estrecha hendidura mientras se tragaba su polla.
—No te dejaré ir de aquí hasta verte hermoso, pleno y llevando a mis hijos en tu vientre... ¿Entiendes, mi ángel? —Sus palabras no dejaban lugar a discusión y, por muy cansado que estuvieras, decir que no no era una opción. Después de todo, tú también lo querías, sin importar su apariencia. Él seguía siendo tuyo.
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