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Otro día había comenzado en el oscuro y opulento castillo del Infierno, donde las llamas iluminaban los pasillos con un brillo cálido y eterno

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Otro día había comenzado en el oscuro y opulento castillo del Infierno, donde las llamas iluminaban los pasillos con un brillo cálido y eterno. Alastor, envuelto en una túnica que apenas lograba disimular el creciente volumen de su vientre, se encontraba en una de las terrazas del castillo. El aire, aunque seco y sofocante para otros, le brindaba una calma inesperada. Desde su llegada, la tensión en su cuerpo parecía haberse aligerado un poco, y gran parte de esa tranquilidad provenía de las atenciones que ahora recibía.

Lucifer había comenzado a tratarlo de una manera que Alastor jamás hubiera imaginado. Se mostraba atento, incluso cariñoso, aunque aún conservaba ese toque de misterio que siempre lo envolvía. No era el tipo de cuidado que se podría esperar de un soberano tan temido como él, pero cada gesto, cada palabra, estaba lleno de una peculiar mezcla de protección y admiración.

Esta mañana, por ejemplo, cuando Alastor se había despertado, había encontrado una bandeja con frutas frescas, dulces y un té perfumado junto a su cama. Lilith había sido quien lo había traído.

—Sabes que no es bueno que te saltes el desayuno, querido. —dijo Lilith con una sonrisa en sus labios, mientras le ofrecía una taza de té humeante.

Alastor la miró agradecido, tomando la taza entre sus manos, pero su mente no podía evitar divagar. El hecho de que Lilith supiera sobre su embarazo y lo aceptara con tanta facilidad le sorprendía aún más que la atención que recibía de Lucifer.

—Gracias, Lilith. Eres muy amable conmigo. —dijo Alastor, mientras tomaba un sorbo del té. La calidez del líquido lo reconfortaba, y el dulce aroma llenaba sus sentidos.

—¿Amable? —río Lilith suavemente, sentándose a su lado en el diván—. Estoy encantada de ayudarte. Este lugar puede ser frío para algunos, pero no para quienes están bajo nuestra protección. —Le lanzó una mirada significativa que hizo que Alastor comprendiera que, más allá del simple hecho de ayudarlo, Lilith lo consideraba una parte importante de este extraño hogar que compartían.

Lucifer apareció poco después, sus pasos apenas perceptibles a pesar de su imponente presencia. Como solía hacer últimamente, se acercó sin prisa, observando la escena desde la entrada de la terraza. Se había convertido en un hábito para él detenerse y simplemente observar a Alastor. Había algo en su figura, algo en esa serenidad frágil, que lo atraía de manera inexorable.

—Veo que Lilith ya se adelantó a traer el desayuno. —comentó Lucifer con una sonrisa en los labios, acercándose finalmente a la mesa donde el doncel descansaba.

Alastor levantó la vista al escuchar su voz, y como siempre, sintió ese nudo en el estómago. No de miedo, sino de algo más. Algo que no había querido reconocer aún, pero que estaba ahí, latente, entre ellos.

—Ella es más rápida que tú. —respondió Alastor con una leve sonrisa, tratando de disimular su nerviosismo.

Lucifer se acercó aún más, esta vez sin la habitual barrera que solía poner entre ellos. Se inclinó ligeramente, sus dedos rozando el cabello de Alastor con una suavidad que lo dejó sorprendido. No era la primera vez que lo tocaba, pero había algo diferente en este gesto. Algo más... íntimo.

⋅˚₊‧ ❝ 𝗕𝗜𝗘𝗡𝗩𝗘𝗡𝗜𝗗𝗢 𝗔𝗡𝗚𝗘𝗟𝗜𝗧𝗢 ❞ ┃AppleRadio ‧₊˚ ⋅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora