Con el paso de los días, Alastor comenzó a notar que su cuerpo ya no respondía como antes. El cansancio que lo acompañaba desde hacía semanas se hacía más intenso, y aunque intentaba esconderlo bajo una actitud calmada, el peso de su secreto se volvía más difícil de llevar. Las túnicas holgadas que había comenzado a usar en un intento de disimular su vientre parecían no ser suficientes, pues, aunque el doncel las elegía cuidadosamente, había momentos en que la tela se ajustaba más de lo que él quisiera.
Cada día se volvía más complicado mantener su fachada. Sabía que Lucifer lo observaba, sentía su mirada en cada paso que daba, pero se aferraba a la idea de que podía ocultar su creciente vientre un poco más. Sin embargo, había una sensación en su interior, una mezcla de miedo y agotamiento, que lo empujaba cada vez más cerca del límite.
Una tarde, mientras caminaba por los pasillos del palacio, con una túnica blanca que caía como un velo sobre su delgada figura, Alastor sintió cómo el calor se acumulaba en su rostro. Su respiración se volvió pesada, y aunque intentó ignorar el malestar, cada paso parecía volverse más difícil. Las telas que antes se movían con gracia ahora parecían pesar una tonelada, adhiriéndose a su piel húmeda por el sudor. Cada movimiento hacía que la tela se pegara a su cuerpo, delineando las curvas de su vientre en un gesto traicionero que lo ponía más nervioso.
En su apuro por llegar a su habitación y esconderse de cualquier mirada, especialmente de la de Lucifer, no notó que el Diablo lo seguía de cerca. Lucifer, desde las sombras, había visto cómo las túnicas de Alastor, aunque holgadas, empezaban a dejar entrever más de lo que el doncel probablemente deseaba. La curva de su vientre, ahora más evidente, hacía que el Diablo entrecerrara los ojos, intrigado pero sin decir nada. Sabía que algo estaba cambiando en Alastor, y aunque no lo mencionaba, su instinto le decía que estaba cerca de la verdad.
Alastor finalmente llegó a un pasillo solitario, apoyándose por un momento en la fría pared de piedra, respirando con dificultad. El calor en su cuerpo no disminuía, y sentía cómo su corazón latía con fuerza en sus sienes. Cerró los ojos, intentando calmarse, pero el mareo que lo envolvía lo tomó por sorpresa.
—Solo un momento... —susurró para sí, su mano aferrándose débilmente a la pared.
Pero no fue suficiente. El mundo a su alrededor se volvió borroso, y antes de que pudiera reaccionar, sus piernas cedieron bajo su propio peso. Sintió cómo el suelo de mármol se acercaba rápidamente, y en el último segundo, todo se volvió oscuridad.
Lucifer, que había estado observando desde una distancia prudente, reaccionó antes de que Alastor tocara el suelo. En un movimiento rápido, apareció a su lado, atrapándolo en el aire antes de que el doncel pudiera hacerse daño. El cuerpo de Alastor, frágil y ligero, se desplomó en sus brazos, su túnica deslizándose ligeramente, dejando a la vista el suave contorno de su abdomen, ahora más notable que nunca.
El Diablo lo miró en silencio, sus ojos rojos recorriendo el cuerpo de Alastor con una mezcla de preocupación y curiosidad. El vientre, aunque pequeño, ya no podía ocultarse bajo las telas que tan cuidadosamente había elegido. Lucifer frunció el ceño, su mente comenzaba a unir las piezas del enigma que había estado siguiendo durante semanas.
—Alastor... —murmuró, su voz apenas un susurro en el aire quieto del pasillo.
Con cuidado, Lucifer lo levantó en sus brazos, cargando al doncel como si no pesara nada. Mientras lo llevaba de vuelta a su habitación, no pudo evitar observar lo frágil que se veía en sus brazos, pero al mismo tiempo, había algo poderoso y hermoso en esa fragilidad. La curva suave de su vientre le hablaba de un secreto que Alastor no había querido compartir, pero que ahora se volvía innegable.
Al llegar a la habitación de Alastor, empujó la puerta con suavidad y lo depositó con cuidado sobre la cama. Las cortinas ondeaban ligeramente con la brisa fría que se colaba por la ventana, y el aire gélido pareció devolverle algo de color a las mejillas del doncel, quien seguía sumido en la inconsciencia.
Lucifer se quedó de pie a su lado, observándolo en silencio. El cabello rojizo de Alastor caía desordenadamente sobre la almohada, y su túnica, ahora desarreglada por el desmayo, dejaba expuesta gran parte de su hombro y clavícula. Pero lo que más llamaba la atención de Lucifer era el vientre que, bajo la luz tenue de la habitación, parecía más pronunciado que nunca.
—Así que esto es lo que has estado escondiendo... —susurró Lucifer, su voz cargada de una mezcla de incredulidad y algo que no podía identificar del todo.
Se inclinó sobre él, sus ojos rojos estudiando el rostro de Alastor con detenimiento. El doncel respiraba de manera pausada, su pecho subiendo y bajando lentamente, y aunque estaba inconsciente, su expresión era tranquila, casi vulnerable. Lucifer levantó una mano, dudando por un instante antes de posar los dedos suavemente sobre la curva de su vientre, apenas un roce, como si no quisiera romper el hechizo que los envolvía.
—¿Qué has hecho, Alastor? —preguntó en voz baja, aunque sabía que el doncel no podría escucharlo.
El silencio de la habitación fue la única respuesta que recibió. Lucifer, con el ceño fruncido, retiró la mano y se apartó ligeramente, sus pensamientos un torbellino de ideas. ¿Cuánto tiempo había estado ocultando esto? ¿Por qué no le había dicho nada? El Diablo, conocido por su poder y control absoluto, sentía una extraña mezcla de frustración y algo que no lograba identificar. Alastor había mantenido un secreto en su propio palacio, y eso, de alguna manera, lo enfurecía y lo intrigaba a partes iguales.
Alastor comenzó a moverse ligeramente, sus ojos entrecerrados mientras recobraba la conciencia. Cuando finalmente los abrió, se encontró acostado en su cama, y lo primero que vio fue la figura imponente de Lucifer de pie junto a él. Su respiración se aceleró por un momento, tratando de recordar lo que había sucedido.
—¿Qué... qué ha pasado? —preguntó Alastor, su voz apenas un susurro, mientras trataba de incorporarse lentamente.
Lucifer lo miró con una expresión indescifrable, pero en sus ojos había un brillo intenso.
—Te desmayaste, Alastor. —respondió en un tono calmado, aunque su mirada no se apartaba de él—. Creo que es momento de que dejes de ocultarme las cosas.
El doncel tragó saliva, sus manos automáticamente se deslizaron hacia su vientre, como si tratara de cubrirlo. Pero el gesto fue tan evidente que no pudo evitar delatarse.
Lucifer no dijo nada más, pero su presencia lo envolvía como una sombra que no podía ignorar. Sabía que ya no había vuelta atrás. Había llegado el momento de enfrentarse a la verdad que tanto había intentado ocultar.
ESTÁS LEYENDO
⋅˚₊‧ ❝ 𝗕𝗜𝗘𝗡𝗩𝗘𝗡𝗜𝗗𝗢 𝗔𝗡𝗚𝗘𝗟𝗜𝗧𝗢 ❞ ┃AppleRadio ‧₊˚ ⋅
Fanfiction🍎📻┊Lucifer notaba comportamientos extraños en el ángel que le habían dejado. Jamás se imaginó que estuviera esperando un hijo... y mucho menos que fuera del maldito Adán. 𓍢ִ໋🌷͙֒ Hazbin Hotel Au Hell 𓍢ִ໋🌷͙֒ AppleRadio: Lucifer x Alastor 𓍢ִ໋�...