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Era una noche tranquila en el castillo del Infierno, el fuego infernal titilaba a través de los ventanales y el aire era cálido, pero no sofocante

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Era una noche tranquila en el castillo del Infierno, el fuego infernal titilaba a través de los ventanales y el aire era cálido, pero no sofocante.

Lucifer estaba sentado en la silla de su oficina, relajado, leyendo un antiguo manuscrito cuando sintió una suave presión en su regazo. Miró hacia abajo y encontró a Alastor acurrucado contra él, con los ojos hinchados y las mejillas aún húmedas por las lágrimas. Su túnica de seda se amoldaba a su figura, el vientre de cuatro meses era evidente, aunque Alastor intentaba disimularlo. El doncel había estado luchando por dormir bien y esa noche no fue la excepción.

Lucifer, sin decir una palabra, dejó a un lado el manuscrito y le acarició el cabello a Alastor, que estaba sentado de manera vertical en su regazo, recostado contra su pecho. El contacto con su piel, el aroma de Lucifer, siempre lograba calmar al doncel cuando sus emociones lo desbordaban.

—¿No pudiste dormir de nuevo? —preguntó Lucifer en voz baja, su tono cálido pero atento. Era evidente que se preocupaba por él, aunque lo disimulaba con una calma que solo él podía mantener.

Alastor suspiró profundamente, su cuerpo relajándose un poco mientras asentía contra el pecho de Lucifer. Las lágrimas estaban ahí, acumulándose en sus ojos una vez más, pero no derramándose.

—No... no puedo. —murmuró con la voz quebrada—. El bebé... se mueve mucho. No me deja descansar. Lo intento, pero no puedo encontrar una posición cómoda. Me siento tan cansado, tan frustrado...

La voz de Alastor era un eco de su agotamiento emocional y físico. Sus manos temblaban ligeramente mientras las apoyaba sobre el pecho de Lucifer, buscando un ancla en medio del caos de sus sentimientos. Estaba agotado, pero lo que más le afectaba era su incapacidad para controlar las lágrimas. Odiaba mostrarse tan vulnerable, pero frente a Lucifer, sentía que podía permitírselo.

—Es normal, Alastor. —dijo Lucifer, deslizando suavemente una mano por su espalda—. Tu cuerpo está pasando por muchos cambios. Estás cargando a una vida, es natural que te sientas así. Pero tienes que permitírtelo... no puedes luchar contra ello. Yo estoy aquí para ti, lo sabes.

Alastor asintió, las lágrimas comenzando a caer silenciosamente. Se sentía avergonzado por llorar tanto, pero la presencia de Lucifer lo reconfortaba más de lo que jamás habría imaginado. Apoyó la cabeza en el pecho del Diablo, buscando consuelo en su olor, en el calor que emanaba de él, en la seguridad que ofrecía su simple cercanía.

—Es solo que... me siento tan inútil. —confesó Alastor, su voz temblando mientras trataba de controlar los sollozos—. No puedo dormir, no puedo pensar con claridad, y todo lo que hago parece empeorar las cosas. Este bebé está consumiendo todo de mí... y no sé si puedo soportarlo.

Lucifer lo abrazó más fuerte, pero con gentileza, apoyando una mano en su vientre como si fuera una forma silenciosa de conectar con el bebé. Podía sentir el peso de las emociones de Alastor, la lucha interna entre su deber y su fragilidad.

⋅˚₊‧ ❝ 𝗕𝗜𝗘𝗡𝗩𝗘𝗡𝗜𝗗𝗢 𝗔𝗡𝗚𝗘𝗟𝗜𝗧𝗢 ❞ ┃AppleRadio ‧₊˚ ⋅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora