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Lucifer siempre había sido un observador perspicaz, alguien que no dejaba que ningún detalle pasara desapercibido bajo su mirada

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Lucifer siempre había sido un observador perspicaz, alguien que no dejaba que ningún detalle pasara desapercibido bajo su mirada. Pero en las últimas semanas, su atención se había enfocado más de lo habitual en una única presencia: Alastor. El ángel doncel había llegado como una figura temerosa, alguien destinado a estar fuera de lugar en el dominio del Diablo, pero cada vez más, Lucifer se encontraba incapaz de apartar la vista de él.

Una noche, como tantas otras, la inquietud lo llevó a vagar por los pasillos del castillo. Las sombras eran su constante compañía, moviéndose silenciosas a su alrededor. Pero esa noche, algo más lo empujó hacia los aposentos de Alastor.

Un deseo sutil, una curiosidad creciente, lo guió hasta la puerta apenas entornada de la habitación del doncel.

Al cruzar el umbral sin hacer ruido, sus ojos se encontraron con una visión que le robó el aliento, un instante tan íntimo que hizo que el propio Diablo sintiera una punzada de algo que no lograba identificar.

Alastor yacía en su cama, dormido profundamente, el suave ritmo de su respiración llenando el aire con una tranquilidad casi imposible en el Infierno. La luna, débil en el cielo oscuro, se colaba por la ventana entreabierta, iluminando su figura.

Lucifer se quedó allí, inmóvil, en las sombras, observándolo.

Había algo sorprendentemente frágil en la forma en que Alastor dormía, en la manera en que su cuerpo delgado, pero ahora más redondeado, se acurrucaba entre las sábanas. El doncel parecía tan vulnerable, tan... hermoso. Lucifer sintió un extraño tirón en su interior, algo que no había sentido en siglos. No era deseo, al menos no en la forma en que estaba acostumbrado, sino una mezcla de admiración y un profundo anhelo de acercarse.

Con pasos lentos y silenciosos, se aproximó a la cama, sin apartar la vista del doncel. Se detuvo al borde del colchón, su mirada recorriendo cada curva sutil de Alastor, desde la línea de su mandíbula hasta la delgada túnica que apenas ocultaba su frágil figura. Sin pensarlo, Lucifer subió su rodilla sobre el borde de la cama, inclinándose ligeramente hacia el cuerpo dormido.

Alastor no lo sintió. Estaba sumido en un sueño profundo, su cabello rojizo esparcido sobre la almohada, sus labios entreabiertos, y su respiración lenta y pausada. Parecía tan distinto a la criatura nerviosa que había conocido semanas antes.

Ahora, viéndolo así, Lucifer lo encontraba... perfecto. Su mente, siempre calculadora, se detuvo en ese momento, asimilando la visión ante él.

Pero entonces, algo lo hizo detenerse. Alastor se movió ligeramente, un murmullo suave escapando de sus labios. Y antes de que Lucifer pudiera retroceder, los ojos del doncel comenzaron a abrirse, sus pupilas rojas brillando débilmente en la penumbra.

Lucifer se alarmó. El corazón le dio un vuelco, algo inaudito en él. Antes de que Alastor pudiera notarlo, las sombras respondieron a su llamada, envolviéndolo rápidamente. En cuestión de segundos, su presencia desapareció, dejándolo oculto en las profundidades de la habitación. Desde allí, observó cómo el doncel parpadeaba, todavía somnoliento, su expresión confundida pero tranquila.

⋅˚₊‧ ❝ 𝗕𝗜𝗘𝗡𝗩𝗘𝗡𝗜𝗗𝗢 𝗔𝗡𝗚𝗘𝗟𝗜𝗧𝗢 ❞ ┃AppleRadio ‧₊˚ ⋅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora