Estoy decepcionado

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Era ella

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Era ella.

Pero no era la Erizo que recordaba. Se veía distinta, como si el tiempo le hubiera robado algo esencial. Unas ojeras profundas adornaban su rostro, y su expresión, que antes solía ser cálida o al menos tranquila, ahora era dura, impenetrable.

Sus ojos se encontraron con los míos, y por un momento, me miró en silencio. Pude ver algo en su mirada, algo que no podía descifrar, pero que me hacía sentir incómodo.

Quería decir algo, cualquier cosa, pero mi mente estaba en blanco. Había esperado tanto este momento, había fantaseado con lo que diría, con cómo sería volver a verla, pero ahora que estaba frente a mí, no podía pensar en nada.

-Así que de verdad eres tú... -repitió Erizo, esta vez con un tono más marcado. Sus ojos se encontraron con los míos por un segundo, pero no hubo calidez, ni sorpresa. Solo cansancio y algo que no podía entender.

Asentí en silencio. Las palabras se me atoraban en la garganta. Quería decirle tantas cosas, contarle cómo había estado pensando en ella todo este tiempo, cómo había soñado con este momento. Pero nada salía.

-Pensé que nunca despertarías -continuó, sus palabras fueron casi como un golpe. Me dolieron, como si algo dentro de mí se rompiera. ¿Realmente había llegado a pensar que jamás volvería a verla?

-¿Eso es todo lo que tiene que decir? -La voz de Susie cortó el aire de repente, con esa arrogancia tan característica-. Mira a tu preciada Erizo. ¡Te dio por muerto, Oscar! -Se apareció junto a Erizo, mirándola de arriba a abajo, examinando cada parte de ella-. Y encima se sigue viendo patética con ese peinado. -Frunció el ceño-. Te aseguro que yo me vería mejor con ese corte -añadió, burlándose.

Quise gritarle a Susie que se callara, que me dejara en paz, pero algo dentro de mí no podía apartar la vista de Erizo. A pesar de su expresión dura, seguía siendo ella. La misma Erizo que me había enseñado tantas cosas, que había estado allí cuando más la necesitaba. Pero algo había cambiado...

Intenté decir algo, cualquier cosa que rompiera ese muro invisible que parecía haberse formado entre nosotros. Pero antes de que pudiera articular una sola palabra, Erizo me interrumpió.

-Ahora no puedo hablar. Estoy ocupada trabajando, fue un gusto verte -dijo, con voz fría, sin siquiera mirarme a los ojos. Luego, dio media vuelta y comenzó a caminar hacia la puerta.

-¡Espera! -exclamé de repente, sintiendo que si no decía algo en ese momento, la perdería-. Quiero hablar contigo...

Erizo se detuvo, pero no se giró para mirarme. Permaneció inmóvil unos segundos.

-Si quieres verme, será a las 6 p.m. -respondió con indiferencia. Y sin más, salió de la habitación, dejando que la puerta se cerrara tras ella con un suave clic.

Me quedé allí, solo, con un nudo en la garganta, preguntándome si ese encuentro fugaz era todo lo que me quedaba de ella.

Me quedé paralizado. El peso de la decepción me hundía en el sillón. Todo lo que había imaginado -el abrazo, las lágrimas, las preguntas sobre cómo había sido mi vida en coma- se esfumó en el aire.

Madura | Oscar x Erizo(+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora