Odio

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Mi respiración se volvía cada vez más errática, como si el aire fuera demasiado denso para mis pulmones. El frío sudor cubría mi piel, haciéndome temblar con cada paso que daba.

—¡OSCAR, TRANQUILÍZATE, MALDITA SEA! —la voz de Susie se elevó, rompiendo el caos en mi cabeza. Podía escuchar la preocupación en su tono, pero no lograba enfocarme en ella. Todo parecía distante, como si el mundo estuviera alejándose poco a poco.

—Inhala... exhala despacio, tranquilo... —repitió, esta vez más suave, más calmada, tratando de guiarme de vuelta.

Intenté hacer lo que me pedía. Traté de llenar mis pulmones de aire, pero cada vez que lo hacía, sentía que el peso en mi pecho se volvía más insoportable. Mis piernas se movían automáticamente, dirigiéndome hacia donde creía que estaba Erizo, aunque mis sentidos estaban nublados. La voz de Susie seguía ahí, pero yo estaba atrapado en un torbellino de pensamientos, en una espiral descendente que no podía detener.

Todo es mi culpa.

Ese era el único pensamiento que me repetía una y otra vez, perforando cada rincón de mi mente.

Si no hubiera caído...

Si no hubiera sido tan torpe...

Pepper estaría aquí.

Alexa estaría aquí.

Erizo sería mi mejor amiga como antes.

Mis padres no se habrían separado.

Y Susie... Susie no me odiaría.

Tal vez incluso estaría con sus amigas, feliz. Quizás habría encontrado a su hermana, en lugar de estar atrapada conmigo.

Entiendo por qué todos me odian. Entiendo por qué Lem me mira con esa furia contenida.

Porque yo también me odio.

Odio mi rostro.

Odio mis colmillos, representación de algo que no soy.

Odio la ropa que llevo, que nunca parece encajar con quien soy, o quien debería ser.

Odio mi voz, que tiembla cuando debería ser fuerte.

Odio todo lo que soy.

Porque al final del día, solo soy un niño asustado, fingiendo ser un adulto, jugando a tener control cuando en realidad estoy al borde del abismo.

Un niño insignificante, intentando sobrevivir en un mundo que no deja de aplastarlo.

Miré a lo lejos a Erizo, absorta en su celular mientras esperaba la comida. El impulso de acercarme a ella era casi desesperado. Quería buscar refugio, sentir que podía apoyarme en alguien más que Susie, alguien que no sintiera lástima al decirme que no era mi culpa.

Aún con la respiración agitada, posé una mano en el hombro de Erizo para llamar su atención. Alzó la vista, sorprendida, y sus ojos se encontraron con los míos.

—Yo... —intenté hablar, pero las palabras no salían.

Sin saber cómo expresar lo que sentía, me lancé a abrazarla con fuerza, aferrándome a ella como si en ese gesto pudiera encontrar las respuestas que buscaba.

—Por favor... —susurré, mi voz rota mientras las lágrimas se desbordaban—, dime que no es mi culpa... Dime que no es mi culpa que Alexa haya muerto... Dime que no es mi culpa que Pepper ya no esté...

Ella permaneció inmóvil, sorprendida, pero sus brazos nunca respondieron a mi abrazo. 

 

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⏰ Última actualización: Oct 27 ⏰

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