Erizo comenzó a besarme el cuello, sus labios fríos y su piel cálida contrastaban con mis manos, que parecían estar congeladas. Mi mente estaba atrapada en un caos silencioso, incapaz de procesar lo que ocurría. Todo se sentía raro y confuso, como si el mundo alrededor se hubiera desmoronado en una espiral de alcohol y desorientación.
Los segundos se volvieron eternos. El peso de su cuerpo contra el mío, su respiración sobre mi piel, y mi mente, mareada, intentando comprender algo que escapaba a mi entendimiento. Una parte de mí sabía que esto estaba mal, aunque no podía articular por qué. Era una sensación vaga, un eco de lo que debería ser, pero demasiado distorsionado por el alcohol y la confusión.
Con dificultad, intenté reaccionar. Mis manos, temblorosas, buscaron espacio entre nosotros, empujándola suavemente, tratando de crear distancia. No sabía exactamente qué estaba pasando, pero mi cuerpo instintivamente sentía que debía detenerlo.
Erizo apenas reaccionó a mi intento de alejarla, sus ojos me miraron con una mezcla de burla y frustración.
—Vamos, Oscar... —susurró, su tono cargado de impaciencia mientras se inclinaba de nuevo hacia mí—. ¿No querías ser como los demás?
Mi corazón latía con fuerza, pero no de la manera en que lo hacía cuando jugábamos o reíamos juntos de niños. Era un latido lleno de miedo y confusión, una pulsación que me decía que algo estaba fuera de lugar, que esto no era lo que yo quería, aunque no lograba encontrar las palabras para detenerlo.
—Por favor... —balbuceé, mi voz apenas un susurro entrecortado. Mis manos seguían entre nosotros, débiles, como si toda mi energía hubiera sido drenada por el peso de la situación.
Sus labios se torcieron en una sonrisa cruel.
—¿De qué tienes miedo? —me preguntó, inclinándose más, su cuerpo apenas a unos centímetros del mío—. Esto es lo que todo el mundo espera de ti, ¿no?
El mareo provocado por el alcohol hacía que todo se sintiera irreal, como si estuviera atrapado en una pesadilla de la que no podía despertar. Las luces del departamento, las sombras que se proyectaban en las paredes, todo parecía doblarse y distorsionarse a mi alrededor.
—No... —logré decir finalmente, mi voz temblando—. No quiero esto...
Intenté empujarla con más fuerza esta vez, mi desesperación dándole a mis movimientos una firmeza que antes no tenía. Erizo me miró con una mezcla de irritación y decepción.
—Eres un cobarde —murmuró Erizo, con una voz llena de desdén que hizo que mi pecho se encogiera aún más, como si sus palabras estuvieran diseñadas para aplastarme.
A pesar de lo que había dicho, no se detuvo. Volvió a acercarse, inclinándose sobre mí, y antes de que pudiera reaccionar, sus labios se unieron con los míos. Todo era confuso, cada segundo parecía arrastrarse de manera extraña, como si el tiempo mismo se estuviera desmoronando. Su beso no era suave ni afectuoso, era agresivo, como si estuviera reclamando algo de mí que no entendía. Sentí el tirón en mi labio cuando lo mordió, forzándome a abrir la boca. La sensación era abrumadora, y el amargo sabor del alcohol inundó mi boca cuando su lengua comenzó a recorrerla.
El sabor era fuerte, invasivo, pero lo que realmente me paralizaba era la falta de control. Mi cuerpo no respondía como quería. Mi mente estaba nublada por el alcohol, incapaz de procesar lo que estaba sucediendo con la claridad que necesitaba. Los sentimientos que me habían abrumado antes —el dolor, la confusión, la tristeza— se mezclaban ahora con una nueva capa de ansiedad y miedo. Intentaba pensar, pero era como si mi cerebro estuviera atrapado en una niebla espesa.
"Esto está mal...", intentaba repetirme en mi cabeza, pero las palabras no salían, y el silencio se volvió opresivo. Mis manos, aún congeladas por el miedo y la confusión, se movieron con torpeza, tratando de empujarla de nuevo. Erizo no se detuvo. Su lengua seguía en mi boca, y el alcohol en su saliva parecía quemarme, no solo en el paladar, sino en mi interior, como una representación física de lo que estaba sucediendo.
ESTÁS LEYENDO
Madura | Oscar x Erizo(+18)
FanfictionOscar despierta de un coma tras varios años, pero el mundo que conocía ya no es el mismo. Mientras todos a su alrededor han cambiado, él sigue siendo el mismo chico tierno y vulnerable que era antes. Ahora, se enfrenta a la difícil tarea de madurar...