Mentiroso

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Pasaron tres días, las citas con la psicóloga se volvieron constantes. Aunque asistía a cada una, mis respuestas eran siempre vagas, como si las palabras se quedaran atrapadas antes de llegar a la verdad. Mientras tanto, seguía hablando con Erizo por chat. Aunque sus respuestas eran cortantes, al menos no me ignoraba. Pero Susie... ella desapareció. No he vuelto a saber de ella.

¿Me habrá abandonado? La idea rondaba mi cabeza, y no podía evitar sentir que quizá se cansó de mí. Extrañaba su presencia, su manera de hacerme sentir entendido, su forma de estar siempre ahí cuando el resto del mundo parecía confuso. Tal vez, después de todo, me odiaba y decidió dejarme. No podía culparla si eso era cierto. Aun así, el solo pensar en su ausencia hacía que mi pecho se contrajera de dolor.

Me miraba en el espejo. Unas ligeras ojeras adornaban mi rostro, y el cansancio se reflejaba en mis ojos. No había podido dormir, mis pensamientos centrados en Susie y su desaparición. Estaba diferente también en lo exterior: había cambiado mi vestimenta. Decidí hacer caso a Erizo, quien me dijo que la ropa que usaba me hacía parecer infantil. Pedí a mi mamá que me comprara nueva ropa, y aunque ella no dijo mucho, noté una leve satisfacción en su expresión. ¿Ella también pensaba que me veía estúpido con mi ropa de antes?

La camiseta de manga larga de color blanco que ahora llevaba era similar a las que había visto en Erizo y otras personas que trabajaban en oficinas. Me hacía sentir más "maduro". El pantalón negro de tela completaba el conjunto. Creí que era el tipo de ropa que usaba la gente adulta, y quería que los demás me miraran como alguien más grande, más serio.

Suspiré profundamente. Hoy era el día en que Erizo organizó una reunión con nuestros amigos del campamento, y decidieron hacerla en mi ciudad por la cercanía. Me sentía nervioso, pero emocionado al mismo tiempo. Por fin volvería a ver a mis amigos, las únicas personas con las que alguna vez había logrado conectar. En la escuela, tanto Erizo como yo éramos bastante antisociales, viviendo en nuestro propio mundo y disfrutando de nuestra mutua compañía. Pero en el campamento todo cambió; hicimos amigos, compartimos experiencias.

Me quedé mirando el espejo, inseguro de mi reflejo. ¿Me vería bien para la reunión? No quería que me miraran como lo hacían los demás, como si hubiera algo mal en mí. Justo en ese momento, una voz burlona resonó en el baño.

—¿Por qué usas esa ropa? Pareces un tonto ejecutivo —se escuchó.

Emocionado, giré rápidamente buscando el origen de la voz. Ahí estaba, Susie, sonriendo levemente mientras me observaba.

—¡Susie! —exclamé con alegría, intentando abrazarla, pero mi brazo solo atravesó su cuerpo translúcido.

—¿Tanto me extrañaste? —preguntó con una sonrisa cálida mientras calmaba su risa.

Asentí, retrocediendo un poco para poder verla mejor. Ella parecía diferente, más transparente de lo que recordaba.

—¿Dónde estuviste? —pregunté preocupado.

—Estúpidamente intenté teletransportarme cuando esa perra de Erizo te obligó a beber alcohol... —murmuró con amargura—. Terminé sobrecargando mi magia, ya sabes que es limitada. Eso me dejó inestable por unos días, no pude usarla para nada —explicó con cierta molestia.

El rostro de Susie se torció en una expresión severa, sus ojos llenos de furia contenida. —No hizo nada más, ¿verdad? Dime que vomitaste ese maldito alcohol cuando te lo dio, ¿verdad? —Su voz temblaba con una mezcla de frustración y preocupación.

Sentí el peso de su mirada clavarse en mí, haciéndome bajar la cabeza. No sabía cómo responderle.

En un intento desesperado por desviar la conversación, forcé una sonrisa. —¡Pero me reconcilié con Erizo! —exclamé, tratando de sonar animado—. Incluso hicimos una pijamada.

Madura | Oscar x Erizo(+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora