CAPITULO IX

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Gianna

Tengo miedo.

Pero a su vez curiosidad.

Ya la inspeccione de arriba abajo y su piel se ve mucho mejor que la semana pasada. Brilla al igual que ella, es espectacular.

La italiana viene vestida de forma casual, trae unos vaqueros, una remera básica con unas zapatillas, la sencillez no le quita la belleza.

Le pregunto si quiere ir a cenar al balcón ya que de ahí de ven mejor los edificios creando un paisaje divino.

Calentamos las pastas que trajo en el microondas y salimos.

—Te ves bien— susurro.

Ya que como dije antes la sencillez no le quita la hermosura que se carga hasta sin maquillaje.

Sus mejillas se tornan rosas.

Se ve tan tierna.

—Gracias ¿Qué te sucedió?

—¿Por?

—Desapareciste toda la semana Gi—la preocupación se hace notar en sí voz.

—A eso. Debido a tu preocupación creí que seria algo más importante.

—Y lo es, las personas no se encierran en un apartamento toda la semana porque si.

—Pues yo lo hice y sin razón alguna.

—Bien empecemos de nuevo ¿Qué te sucede?

La tormenta que se carga en los ojos se fija en la mía y no se porque creo que llego el momento de sincerarse. Jamás hablo de estas cosas con nadie.

—Bien, no se por donde empezar.

—Por donde tu quieras, el principio seria genial.

—Okay.

Tomo una respiración profunda y dejo escapar el aire suavemente al igual que las palabras.

—Mis ganas de vivir se limitan a la cantidad de estrellas que hay esta noche.

—Esta nublado Gi— sus cejas se juntan y hace una mueca.

—Exacto.

Su tenedor viene directo a mi y esta demasiado cerca de mi nariz.

—No juegues con eso, no es gracioso.

—¿Quién dijo que quería hacerte reír?

—Te hablo en serio— su cuerpo se tensa.

—Yo también. Si crees que es un chiste pues no, me estoy sincerando aquí contigo.

Ni bien termino de hablar siento una calidez encima de mi mano. Es la suya, trata de reconfortarme y poquito a poquito lo va logrando.

—Siento que no estoy haciendo nada de mi vida.

—Pero no es cierto.

—Todas las voces que hay en mi cabeza dicen lo contrario.

—Pues no las escuches.

—Es imposible convivo con ellas.

—Escúchame a mi.

—¿Y eso va a funcionar?

—Veremos. Hace dos semanas estabas encerrada en una casa más grande de lo que recuerdas sola y aislada. Y hoy estas aquí en Los Angeles del otro lado del mundo por una exposición en la que les encantó como trabajas.

—Huí de París, deje de estar encerrada para hacerlo aquí.

—Velo desde este punto de vista estas dejando que las cosas fluyan.

Cadenas De VeranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora