Correr.
Es algo que ya se ha vuelto parte de mí, una rutina bastante agradable que se ha vuelto de gran ayuda en muchos aspectos. Me gusta pensar que, en cada paso que resuena en el ambiente matutino, dejo atrás un poco del peso que cargo, mis molestias y mis preocupaciones. Solo me enfoco en lo que tengo delante, siempre con la mirada al frente. Mi respiración se acompasa con el ritmo de mis pies golpeando el asfalto y, por un momento, todo se siente en calma.
Hoy más que nunca, necesito esa calma.
Hoy he salido más temprano de lo habitual; el sol apenas comienza a teñir el cielo con ese tono amarillento, casi rosado, que siempre me recuerda al primer día que comencé a recorrer este mismo camino: el camino para poder cumplir mi sueño. Mis piernas se mueven mecánicamente, y los kilómetros se acumulan. Al llegar al quinto kilómetro, siento cómo mi cuerpo responde mejor de lo que esperaba. No está cansado, todo lo contrario, puede dar un poco más. Acelero, el aire frío se corta contra mi cara, como si algo dentro de mí gritara:
“¡Sigue adelante!”.
Cuando finalmente me detengo a dar un respiro, me limpio el poco sudor que resbala por mi frente y llega hasta el cuello de mi camiseta. Me dejo caer sobre un banco del parque ya conocido y familiar para mí. Mi control de la respiración ha mejorado con creces, las primeras señales de cansancio ya tardan más en aparecer, y la fuerza en mis piernas ha aumentado.
Veo la pantalla de mi reloj, el cual marca ocho kilómetros recorridos, una marca que supera mi anterior récord de distancia y tiempo. No puedo evitar sonreír orgulloso por mi propio progreso, como lentamente siento que me estoy haciendo más fuerte, pero... aún hay algo que me incomoda. Sí, he mejorado un poco en mi resistencia, en velocidad y en fuerza, eso está claro, pero en el fondo sé que esto no es suficiente.
Durante la pelea en la USJ, toda esa fuerza y velocidad, y aun así... no fue suficiente.
Sigo repasando los movimientos de ese día en mi mente mientras miro las cicatrices en mis manos. Ya no duelen para nada, o al menos, no físicamente. En cada imagen veo los golpes que lancé, las veces que esquivé y las veces que pensé que estaba mejorando... pero también llegan a mí las veces que fallé. Los errores, los titubeos y los peligros.
Es frustrante.
He estado entrenando duro, siguiendo las recomendaciones que me dieron después de salir del hospital, y aunque mi cuerpo responde mejor, sé que esto no será suficiente para el festival. Si competiré contra contrincantes como Todoroki, Bakugo o Deku, necesito ser más fuerte para no quedarme atrás.
Tengo solo dos semanas para entrenar, y si continúo haciendo lo mismo... no habrá resultados diferentes.
—No hay tiempo que perder... —me digo a mí mismo, cerrando los puños con convicción—. ¡Tengo que encontrar la forma!
♥︎♥︎♥︎
Al llegar a casa, tomo varios tragos de agua mientras trato de calmarme y alistar mis cosas para ir a la academia. Sin embargo, esos pensamientos vuelven, como siempre: “Necesitas algo más”. El problema es que no sé qué es ese “algo más”. Últimamente he estado pensando en aprender algún estilo de combate que me ayude a defenderme mejor. Pero, investigando en varios libros viejos, descubrí que la mayoría de esas técnicas son antiguas y ya no se practican. El boxeo, por ejemplo… utilicé algunas "técnicas" básicas que aprendí hace mucho para pelear en la USJ, pero apenas fueron suficientes.
¿Por qué esas técnicas ya no se enseñan?
Recuerdo haber leído en un otro libro de historia algo sobre la regulación de estos deportes cuando los quirks se hicieron más comunes en la sociedad. Tal vez por razones de seguridad, es lo más lógico, pero ¿cómo algo tan útil pudo convertirse en un simple recuerdo difuso del pasado?
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My hero academia: ¡Corazón valiente!. (OC)
Fanfiction"My Hero Academia: Corazón Valiente" Es la historia de Akane Yoshiro, un joven de secundaria que ha emigrado desde el extranjero y que ha perdido el sentido de su vida, sintiendo que ya no tiene nada por lo cual valga la pena luchar. Las constantes...