El Eco del Dolor
Lisa se aferraba al teléfono como si fuera su salvavidas en medio de un mar embravecido. Las palabras de Jisoo, llenas de apoyo y comprensión, eran un bálsamo para su alma lacerada. Pero el dolor seguía ahí, un eco profundo que resonaba en su interior, un eco que la perseguía sin descanso.
La imagen de Jennie en la discoteca, rodeada de amigos y abrazada por Taehyung, se repetía una y otra vez en su mente. La sonrisa de Jennie, la complicidad en sus ojos, el corazón rojo que adornaba la historia de Instagram... cada detalle era una puñalada en su corazón.
"Nuevo comienzo," susurró, la voz apenas audible. "Un nuevo comienzo sin mí."
Las lágrimas volvieron a brotar de sus ojos, calentando sus mejillas. Se sentía tan vulnerable, tan frágil, como si el mundo se hubiera derrumbado a su alrededor.
¿Cómo había podido ser tan ciega? ¿Cómo no había notado las señales? ¿Cómo había podido confiar tanto en alguien que, al final, la había traicionado de la manera más cruel?
Se levantó del sofá, caminando con pasos pesados hacia la cocina. Necesitaba algo de compañía, algo que le permitiera olvidar, aunque fuera por un momento, el dolor que la consumía.
Abrió el refrigerador, buscando algo, cualquier cosa, que pudiera calmar su sed. Sus ojos se posaron en una botella de vino tinto, la misma que Jennie y ella habían compartido en tantas ocasiones especiales.
Un escalofrío recorrió su cuerpo al recordar esos momentos. Momentos que ahora se veían tan lejanos, tan irreales. Momentos que, de pronto, se habían convertido en una mancha de tinta negra en su memoria.
Tomó la botella, sintiendo el frío vidrio contra sus dedos. La llenó de un vaso, observando cómo el líquido rojo se deslizaba por las paredes del cristal. Un líquido que, en ese momento, se sentía como un elixir mágico, capaz de borrar el dolor, de hacerla olvidar.
Dio un sorbo, sintiendo el sabor amargo del vino en su boca. Un sabor que, en ese momento, se sentía como un bálsamo para su alma.
Se sentó en la mesa de la cocina, apoyando los codos sobre la superficie fría. El vino la calentaba por dentro, disminuyendo el dolor, aunque fuera por un instante.
En ese momento, su teléfono volvió a vibrar. Era un mensaje de Rosé.
"¿Cómo estás, amiga? ¿Te sientes un poco mejor?"
Lisa leyó el mensaje, sintiendo un poco de consuelo en las palabras de su amiga. Pero no podía responder. No podía fingir que estaba bien. No podía fingir que no estaba destrozada por dentro.
"No puedo," susurró, la voz apenas audible. "No puedo fingir que estoy bien."
Se levantó de la mesa, caminando de forma mecánica hacia su habitación. Necesitaba estar sola, necesitaba llorar, necesitaba sentir el dolor.
Se dejó caer sobre la cama, sintiendo el frío de las sábanas contra su piel. Las lágrimas volvieron a brotar de sus ojos, calentando sus mejillas.
"Jennie," susurró, la palabra se le escapaba como un susurro de viento. "Jennie, ¿cómo pudiste hacerme esto?"
Las lágrimas seguían fluyendo, un río de dolor que la inundaba por dentro. El dolor de la traición, el dolor de la pérdida, el dolor de la soledad.
En ese momento, no sabía qué hacer. No sabía cómo seguir adelante. No sabía cómo volver a confiar en alguien después de lo que había pasado.
Solo sabía que el dolor era real, que el eco de la traición resonaba en su interior, un eco que la perseguía sin descanso.
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