La Sombra del Miedo
El silencio de la casa se había convertido en un peso insoportable. Lisa se movía como un fantasma, evitando el contacto con sus padres, con sus amigas.
Las palabras de Jennie resonaban en su mente, un eco de rechazo que la había herido profundamente. Pero el dolor que la consumía no era solo por la pérdida de su amor, sino por la violencia que había sufrido, por la sensación de vulnerabilidad que la había dejado destrozada.
Un flashback la llevó de vuelta a la noche oscura. La imagen de Frederick, su mirada fría, sus manos ásperas, la invadió. El miedo, la vergüenza, el dolor, la inundaron.
"No puedo vivir con esto..." murmuró, su voz apenas audible.
El pensamiento del suicidio se instaló en su mente, una sombra oscura que la envolvía. No era el rechazo de Jennie lo que la empujaba al borde, sino el dolor que le había causado aquel hombre, la sensación de estar rota, de haber perdido su inocencia, su dignidad.
Se levantó de la cama, sintiendo la pesadez de su cuerpo, la frialdad de la habitación. Buscó en su cajón de medicamentos, su mano temblaba.
"Solo quiero que esto termine..." susurró, sus ojos llenos de lágrimas.
Pero en ese momento, un nuevo miedo se apoderó de ella. El miedo a estar embarazada.
"No puedo... no puedo tener un hijo de él..." pensó, su cuerpo se estremeció.
La imagen de Frederick, su rostro cruel, su mirada fría, la llenó de horror. No podía imaginar traer al mundo un hijo de ese hombre, un hijo que heredaría su maldad, su violencia.
Se aferró a la esperanza de que la pastilla del día siguiente, que había tomado el día siguiente funcionara. Pero los días pasaron, y la sensación de que algo no iba bien la atormentaba.
Los síntomas de embarazo se hicieron más fuertes, y la desesperación la consumió. No podía soportar la idea de quedar embarazada de aquel hombre cruel, de tener que cargar con su maldad para siempre.
Otro día Rosé llamó a Lisa haciendo despertar de su letargo. Pero en lugar de aliviar su dolor, la había hundido aún más en la desesperación.
"Rosé... tengo que contarte algo..." susurró, su voz llena de miedo.
Se sentó en la cama, sintiendo el peso de su secreto sobre sus hombros.
"Rosé... no puedo seguir guardando esto para mí. Necesito que me ayudes."
Y con la voz temblorosa, Lisa le contó a Rosé todo lo que había pasado, el miedo que la consumía, los días que había pasado luchando contra la desesperación.
Rosé la escuchó con atención, su rostro lleno de compasión y preocupación.
"Lisa, no estás sola. Estoy aquí para ayudarte."
Las palabras de Rosé le dieron a Lisa un rayo de esperanza. Sabía que aún tenía un largo camino por recorrer, pero por fin había encontrado un hombro en el que apoyarse.