Capítulo 5: La Noche Oscura
Escena 1: El Encuentro en Instagram
Unos días después, Lisa se deslizó por su feed de Instagram, buscando una distracción, un escape momentáneo de la melancolía que la envolvía. La imagen de Jennie, sonriendo con otros amigos, la había golpeado como un puñetazo en el estómago. Necesitaba alejarse, olvidarse de Jennie, de su indiferencia, de su silencio.
"Hola, ¿qué tal?" Un mensaje en su bandeja de entrada la sacó de sus pensamientos. Era Frederick, un chico que había empezado a seguirla hace unos días. Su perfil era atractivo, lleno de fotos de él en fiestas, con amigos, con una sonrisa que prometía diversión.
Lisa dudó por un momento, pero la necesidad de distraerse la empujó a responder. "Hola, bien, ¿y tú?"
Las conversaciones fueron rápidas, ligeras, sin profundizar. Frederick le propuso salir esa noche, a una fiesta en una discoteca que él conocía. Lisa aceptó, buscando una noche de escape, de risas, de olvido.
Escena 2: La Fiesta
Las luces estroboscópicas de la discoteca aún bailaban en la retina de Lisa, un eco de la euforia que se había desvanecido en un vacío helado. El ritmo de la música, antes un latido en su pecho, ahora se había convertido en un zumbido distante, un recordatorio de la noche que se había tornado en pesadilla.
"Vamos, Lisa, te llevo a casa." La voz de Frederick resonaba en su oído, un tono suave que contrastaba con la mirada fría que la recorría. Lisa se tambaleó, la droga aún la mantenía en un estado de confusión, sus movimientos lentos y torpes.
"No, yo puedo tomar un taxi..." murmuró, intentando alejarse, pero Frederick la tomó del brazo, su agarre firme y posesivo.
"No seas tonta, es tarde y no quiero que te pase nada. Déjame llevarte." Su voz se había endurecido, su sonrisa se había desvanecido, dejando al descubierto una expresión de dominio que la llenó de temor.
Lisa se sintió atrapada, incapaz de rebelarse. Su cuerpo se había vuelto pesado, sus pensamientos confusos. Subió al auto, sintiendo la mirada de Frederick sobre ella, una mirada que la hacía sentir vulnerable y expuesta.
Escena 3: El Viaje
El viaje fue un borrón. Lisa se aferraba al asiento, tratando de ignorar la sensación de que algo malo iba a pasar. Frederick condujo por calles oscuras, el silencio en el auto era más pesado que el ruido de la discoteca que había dejado atrás.
El auto se detuvo en un lugar oscuro y solitario, un rincón olvidado de la ciudad. Frederick apagó el motor, la oscuridad se apoderó del interior. Lisa sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, un presentimiento que la paralizó.
"Lisa, eres hermosa..." Frederick se acercó a ella, su aliento caliente en su rostro. Lisa intentó apartarse, pero él la sujetó con fuerza, sus manos ásperas y frías.
"No quiero..." susurró, su voz apenas audible. Pero Frederick no la escuchó. Sus manos se deslizaron por su vestido, desabrochándolo con una rapidez que la dejó aturdida.
Lisa intentó resistir, pero era demasiado débil. El miedo la paralizó, su cuerpo se sentía ajeno, incapaz de reaccionar. Frederick la obligó a acostarse en el asiento, su peso sobre ella, su aliento áspero en su oído.
"Por favor, no..." Lisa lloró, sus lágrimas calientes en su rostro. Pero sus súplicas se perdieron en la oscuridad, en la soledad de ese lugar olvidado.
Frederick la violó, su cuerpo se movió sobre ella con una brutalidad que la llenó de dolor y desesperación. Lisa intentó liberarse, intentó escapar, pero él era más fuerte. Sus gritos de ayuda se perdieron en la noche, nadie la escuchó.
Escena 4: El Regreso
Frederick volvió al volante, su mirada fría e indiferente. Lisa se aferraba al asiento, su cuerpo dolorido, su mente en shock. Lisa lloraba sin consuelo, la sangre de su virginidad manchando sus piernas, un recordatorio brutal de lo que había sucedido.
El viaje de regreso a casa fue un tormento. Lisa se aferraba al asiento, tratando de contener el dolor, la vergüenza, la desesperación. La sangre se había extendido por sus pantalones, manchando sus zapatillas, un rastro sangriento de la violencia que había sufrido.
Al llegar a casa, Lisa corrió a su habitación, tratando de mantener el equilibrio, de no desplomarse. Se desvistió con torpeza, mirándose en el espejo, observando la sangre que corría por sus piernas, un testimonio de la noche oscura que la había marcado para siempre.
Entró a la ducha, tratando de borrar las marcas de Frederick, de limpiar la sangre de sus piernas. Pero la sangre seguía cayendo, un recordatorio constante de la violencia que había sufrido.
Se vistió, se acostó en su cama, la sangre aún manchando las sábanas. Tomó su celular, sus dedos temblorosos, y escribió a Jennie, buscando consuelo, un hombro en el que apoyarse. Pero Jennie no respondió.
Lisa, en su desesperación, envió fotos de sus piernas ensangrentadas, de la sangre que manchaba el colchón. Las lágrimas corrían por su rostro, un torrente de dolor y soledad.
Finalmente, el sueño la venció, un sueño profundo y agitado, un escape momentáneo de la pesadilla que la había envuelto.