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14 de febrero de 1998, New Hedgestone

Marie

El aire está impregnado de un dulce aroma a algodón de azúcar y palomitas. La feria brilla con luces de colores, y la música resuena alegremente, llenando el espacio con risas y gritos de emoción. Siento el corazón latiendo en sintonía mientras camino por la feria de la mano con Alex.

Su sonrisa juguetona es contagiosa, y la forma en que se burla de todo lo que ve me hace reír a carcajadas.

—¿Qué tal si subimos a esa montaña rusa? —me pregunta, señalando la atracción más alta y aterradora del lugar.

—Estás loco —respondo, pero su mirada llena de desafío me hace reconsiderar. —Está bien, pero si gritas más que yo, serás el hazmerreír de todo el parque.

El viaje es un torbellino de emociones. Al bajar, Alex está tan emocionado que apenas puede contenerse. Sus ojos brillan con picardía, y una promesa de amor eterno se siente en el aire, creo que es Alex con quien estoy destinada a estar.

13 de febrero de 2013, Hillmore

Claire

El tiempo pasó volando, la película de los miserables había sido simplemente una obra maestra. Desde ahí cada día ha estado lleno de risas, aventuras y pequeños momentos que se han ido acumulando como fragmentos de un rompecabezas.

Las semanas transcurrieron, y el aire de la escuela se volvió más cálido mientras nos acercábamos a febrero.

Mañana es San Valentín, y siento que es el momento perfecto para hacer algo especial. Con un brillo de determinación en mis ojos, me acerco a Marie, quien está en la cocina preparando un bocadillo.

—Marie, deberíamos hacer tarjetas de San Valentín —le digo, intentando ocultar mi entusiasmo.

Ella me mira con una ceja levantada, dejando a un lado la cuchara.

—No creo que eso sea una buena idea, Claire. El amor es solo una ilusión —responde, su tono más serio de lo habitual.

Su mirada dubitativa me hace preguntarme por qué es tan cerrada a esa idea, sé que jamás le ha dado importancia al día de San Valentín, pero nunca le di importancia hasta hoy. Hay algo en su expresión que me hace querer saber qué pasó con su espíritu.

—Pero... ¿por qué piensas eso? —insisto, sentándome en la mesa—. El amor no tiene que ser perfecto para ser real.

Marie suspira, y por un momento, parece perdida en sus pensamientos. Su mirada se enfoca en la ventana, como si estuviera viendo algo que solo ella puede ver.

—No siempre fue así, Claire. Hubo un tiempo en que creía en el amor, en su magia —comienza, su voz casi un susurro—. Pero, como muchas cosas, a veces se pierde.

Me acerco un poco más, intrigada, al parecer, después de años de conocernos, decidió abrirme un poco de su vida privada.

—¿Qué pasó? — pregunto impaciente, la curiosidad me mata.

—Las cosas no siempre salen como uno espera. Las decisiones, las circunstancias... todo puede cambiar en un instante. —Ella suspira, mirando por la ventana, como si buscara respuestas en el horizonte—. A veces, el amor que creías eterno se convierte en un recuerdo, en una lección.

El aire se siente denso, y me doy cuenta de que hay un dolor oculto detrás de su postura firme. Quiero comprender, pero no puedo forzarla a hablar más. En su mirada, hay una historia completa que no está lista para compartir.

—No tengo que saber más si no quieres, pero... —digo suavemente—. Solo quiero que sepas que estoy aquí para ti, digo, no es como si pudiera ir a otro lugar, pero de verdad, adoraría, es más, me encantaría, hacer tarjetas de San Valentín para mis amigos.

Marie me observa por un momento. Tal vez no cambiará su perspectiva de inmediato, pero al menos puedo intentar que este día sea especial para nosotros.

—Está bien, Claire. Si quieres hacer esas estúpidas tarjetas, lo haremos. Pero no esperes que crea en los cuentos de hadas.

—¡Eso está perfecto! —exclamo, sonriendo de oreja a oreja—. Solo con que aceptes los corazones, ya es un gran paso.

Marie suelta una pequeña risa, y el ambiente se vuelve un poco más ligero. Mientras empiezo a planear los detalles en mi mente, no puedo evitar preguntarme qué tipo de historia de amor guardará para sí misma.

14 de febrero de 1998, New Hedgestone

Marie

Después de una hermosa cita en la feria de New Hedgestone, donde la música, las luces y las risas llenaron el ambiente, regresamos a casa, y el lugar se siente más cálido que nunca.

La chimenea está encendida, proyectando sombras danzantes en las paredes, y el olor de las palomitas de maíz recién hechas flota en el aire. Alex se mueve ágilmente a mi lado, su mirada chispeante mientras me quita el abrigo.

—Hoy fue increíble —digo, sintiendo la energía del día aún vibrar en mi pecho.

Él sonríe, y sus ojos brillan con esa mezcla de diversión y complicidad que me hace sentir viva.

—Sí, y todo gracias a ti. Nunca imaginé que un día de San Valentín podría ser tan divertido —responde, su tono burlesco siempre logrando sacarme una sonrisa.

Nos sentamos en el sofá, y él me besa con esa intensidad que siempre me deja sin aliento. Es como si en ese momento, el resto del mundo se desvaneciera.

—Marie... —su voz se torna más seria, susurrante, y mi corazón late con fuerza y se forma un fuego en mi interior — Te amo.

Lo miro, sorprendida, su expresión seria me hace sentir un millón de mariposas y por un momento, no sé qué decir.

— También te amo — respondo.

Siento como la conexión entre nosotros se intensifica, algo cambió. Nos acercamos, y en un instante, nuestras bocas se encuentran. Es un beso suave pero lleno de pasión, un roce que habla de todas las promesas que nos hacemos sin necesidad de palabras.

—Marie... —susurra entre besos, y su aliento cálido me envuelve.

—Alex... —respondo, cerrando los ojos y dejándome llevar por el momento.

14 de febrero de 2013, Hillmore

Claire

—Tal vez podríamos hacer una pequeña decoración con corazones y flores —sugiero, con una sonrisa en el rostro, imaginando cómo el lugar podría transformarse.

Marie se encoge de hombros, indiferente, continúa hablando sobre lo mucho que detesta que la directora Hanson entre a su habitación sin avisar.

Mi corazón se hunde un con su indiferencia poco al recordar nuestra conversación del día anterior, pero antes de que pueda seguir insistiendo, un golpeteo sordo e insistente interrumpe nuestro intercambio. Ambas nos miramos, sorprendidas.

—¿Quién será? —pregunto, levantándome y acercándome a la puerta con un leve nerviosismo.

Marie parece paralizada, su expresión se torna grave. Me giro hacia ella, preocupada.

—¿Vas a abrir? —pregunto, sintiendo un escalofrío.

Ella asiente lentamente, pero no se mueve. Entonces, decido abrir yo misma. El sonido del timbre resuena de nuevo mientras me acerco. Cuando abro la puerta, un golpe de frío entra de repente y me encuentro frente a un hombre y tras él, una motocicleta, su rostro muestra una expresión ansiosa, pero al verme se sorprende, no dice nada solo me mira fijamente pero luego mira detrás de mí, sus ojos buscan algo, a alguien. No puedo evitar preguntarme quién es.

—¿Sí? — pregunto.

Marie, al ver a este extraño, se queda paralizada. Su rostro se torna pálido, y sus ojos se agrandan mientras observa al hombre. Hay algo en su expresión que no logro entender.

—¿Qué haces aquí? —pregunta Marie, su voz apenas un susurro, y yo siento que el ambiente se vuelve aún más pesado.

SERAPHIM | #1 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora