07 ⸺ una nueva casa.

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2 de diciembre 2013Milton Keynes, Reino Unido

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2 de diciembre 2013
Milton Keynes, Reino Unido

—Llegamos —anunció Sebastian como si acabara de aterrizar en la Luna.

Mia alzó la vista desde el asiento del copiloto. Ahí estaba: la sede de Red Bull Racing. Imponente, azul oscura, con ese diseño moderno que había visto cientos de veces en fotos y transmisiones, pero que nunca había pisado como parte del equipo. Apretó el abrigo contra su cuerpo y tragó saliva. No importaba cuántas veces hubiera soñado con ese momento: ahora que era real, se sentía como una impostora a punto de ser descubierta.

El motor se apagó, y con él, el tarareo constante de Sebastian, que llevaba veinte minutos cantando canciones alemanas de los 2000 como si estuviera en un karaoke. El silencio fue casi abrumador.

—Vamos, dormilona, que es tu gran debut —dijo el piloto mientras desabrochaba el cinturón con energía y se inclinaba hacia ella con esa sonrisa suya de siempre.

Mia no respondió al instante. Su vista seguía fija en el edificio. Era ahora o nunca. Tenía que salir del coche, cruzar esa puerta y demostrar que no había llegado allí solo por ser "la hermana de". Sino porque se lo había ganado.

Estiró la mano hacia la manija, pero la puerta se abrió desde afuera.

Por supuesto.

Sebastian se agachó como si le hiciera una reverencia, con una teatralidad digna de un Oscar.

—Schön, bienvenida a tu nuevo hogar —murmuró con tono burlón.

Mia rodó los ojos pero le regaló una sonrisita. Era imposible no hacerlo. Bajó del auto con ayuda de su amigo, aunque no la necesitaba en lo más mínimo. Pero le dejaba esas pequeñas victorias. Siempre le había divertido verlo tan comprometido con su papel de caballero medieval.

Una ráfaga de aire frío la golpeó ni bien puso un pie afuera. Se abrochó el abrigo hasta el cuello y metió las manos en los bolsillos. Sebastian cerró el auto con un pitido y echó a andar hacia la entrada con paso ligero, casi flotando. Parecía estar en su elemento.

Ella, en cambio, sentía cada paso como si cargara una mochila llena de piedras.

—¿Estás segura de esto? —preguntó Sebastian sin mirarla directamente, con la voz más baja.

—No —admitió ella sin pensar—. Pero eso nunca me ha detenido antes, ¿no?

Él sonrió, satisfecho con la respuesta. Aceleró un poco el paso, como si quisiera ser el primero en cruzar el umbral, en llevarla con orgullo hacia su nuevo mundo.

A medida que se acercaban a la entrada, su expresión cambió. Su rostro se tensó, su mirada adoptó ese brillo afilado que aparecía cada vez que se metía de lleno en su trabajo. El mismo que usaba en el box de MotoGP cuando sabía que algo no iba bien en la telemetría y tenía que enfrentarse a cinco ingenieros que dudaban de ella por default.

always you ─ kimi räikkönenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora