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Narra Davian.

-¿Por qué Mike? ¿Por qué no puedo usar mi nombre? Como si me conociera -me quejé, dejándome caer en la cama de Lía.

Ella rodó los ojos, claramente exasperada.

-Porque sale con un Bloodworth, ya es un milagro que no te haya reconocido en la fiesta -soltó un suspiro largo, como si la conversación fuera demasiado obvia y cansadora.

-Pero no pienso hacerles daño.

-Lo sé, pero si tu familia llega a enterarse de lo que son, no dudarían en matarlas, Davian, comprende -su tono pasó de exasperado a suplicante.

-Lo comprendo, Lía -puse los ojos en blanco, sabiendo que no había manera de que mi familia reaccionara de otra forma.

-¿Vos mataste a esa chica? -preguntó de repente, la pelirroja, con un tono acusador que me sacó de mi letargo.

-No, fue Desmond -respondí cansado. Siempre era él el que complicaba las cosas y luego me echaban la culpa junto con él.

Lía me observó por un momento antes de responder.

-Mirá, en algún momento vamos a tener que decírselo, pero no ahora. Ayer fueron sus primeras clases, ¿no?

-¿Y eso qué tiene que ver? -protesté, cruzando los brazos-. Ella es vampiro y su amiga es una lobo.

-Por los Bloodworth, idiota -dijo irritada, como si hablara con un niño-. Jack es el más brutal de los tres.

-Lo sé -murmuré, bajando la mirada-, pero no quiero hacerles daño, me caen bien. Tessa es linda.

Lía estalló en carcajadas.

-Eso es cierto -dijo entre risas-. Bueno, basta, voy a seguir con mi hechizo protector. Necesitan una protección.

-¿Vos decís que, si ellos ven que protegemos a dos de los suyos, no habría más enfrentamientos? -pregunté, mirando mis manos entrelazadas, tratando de encontrar alguna forma de evitar lo inevitable.

-Seguro, pero tu familia tiene que colaborar -respondió ella, concentrada en su libro de hechizos.

-Mi familia no me importa. Yo solo no quiero que me involucren en posibles enfrentamientos a futuro.

Mientras observaba a Lía concentrada en su hechizo, me di cuenta de que, por mucho que intentara distanciarme de todo, mi nombre y mi sangre siempre me arrastrarían de vuelta a los conflictos. No importaba cuánto me esforzara en ser alguien distinto, en evitar el legado de los Blackwood, todos me miraban con el mismo miedo y respeto que se habían ganado mis padres y mis hermanos mayores.
A veces me preguntaba cómo había terminado cargando con esa reputación. No era yo quien disfrutaba de la violencia o del poder, no era yo quien hacía que los demás temblaran con solo mencionar nuestro apellido. Eso era cosa de Desmond, y lo que decían de él era cierto. Maldito diablo sin control ni respeto por la vida. Era como una tormenta esperando desatarse en cualquier momento, y yo... yo simplemente no quería ser parte de eso.
No quería la responsabilidad que mis padres y mis hermanos insistían en que debía llevar. Ellos lo llamaban nuestro deber familiar; yo lo veía como una carga. Una cadena que me ataba al terror que ellos habían sembrado. La gente sabía quiénes eran mis padres, sabían de dónde venía, y eso lo hacía inevitable. Sin importar cuántos nombres falsos usara, cuántas veces tratara de desaparecer entre los estudiantes, siempre habría alguien que me vería como un Blackwood, como parte de esa maldita familia.
Por eso aquí, al menos, trato de ser un estudiante más. Estoy bajo la institución de mis padres, sí, pero trato de escapar un poco de esa realidad. Un respiro, por breve que sea, antes de que todo vuelva a alcanzarme. Porque sé que lo hará. Y cuando lo haga, no sé si estaré listo para lo que venga.
Sentía que Lía era la única que realmente me comprendía. Era una bruja reprimida, atrapada por los muros de esta institución, y la única forma en que podía hacer magia era encerrada en su cuarto. La mayor parte del tiempo, cuando no estaba en clases, me encontraba aquí, con ella, escapando de la presión que pesaba sobre mis hombros.
Ella provenía de una familia de brujas muy antigua, y su madre y abuela fueron las que le enseñaron a usar su magia. Cada vez que Lía me compartía un nuevo hechizo o un antiguo ritual, sentía que me abría las puertas a un mundo fascinante, un mundo que siempre había estado ahí, pero al que nunca había tenido acceso. Aprendía algo nuevo cada día, y por un momento, podía olvidarme de quién era y de lo que mi familia representaba.
Pensaba en lo que habría sido de mí si no nos hubiéramos conocido. Ambos estaríamos perdidos, cada uno atrapado en nuestras propias luchas, sin un punto de apoyo en el que apoyarnos. Lía se convirtió en mi refugio, y yo en el suyo. Había una conexión entre nosotros, algo que iba más allá de nuestras historias familiares. Ella me daba fuerza, y yo le ofrecía compañía en un mundo que a menudo podía ser hostil.
Cuando ella conjuraba sus hechizos, veía en sus ojos una chispa de libertad, algo que anhelaba profundamente. A veces me preguntaba si alguna vez podría tener esa misma libertad, una que no estuviera condicionada por mi apellido o por las expectativas de mi familia. Y mientras Lía se sumergía en su mundo mágico, sabía que mientras estuviera a su lado, siempre habría un rincón donde podría ser simplemente yo, lejos de las sombras de los Blackwood.

Elegida [4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora