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Narra Tessa.

—Ven, querida, vamos a elegir una mesa —dijo Thalia, tomando mi mano con suavidad y guiándome hacia una mesa un poco apartada de la multitud. Al sentarse, se posicionó frente a mí, su mirada atenta y serena.

Mientras tanto, Davian y su padre se quedaron charlando sobre autos. Davian quería comprarse uno, y su padre comenzó a recomendarle marcas, su voz llena de entusiasmo. Observé cómo la conexión entre ellos se fortalecía en ese momento, y un leve suspiro se escapó de mis labios.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Thalia, mirándome con esa intensidad que me hacía sentir expuesta.

—Estoy bien —respondí, aunque mi voz sonó más débil de lo que había querido.

—¿Segura? —su tono era suave, pero había una inquietud subyacente en sus palabras.

—Sí —murmuré, tratando de aferrarme a esa ilusión de estabilidad.

Estaba a punto de abrirme y compartir lo que realmente sentía, pero me interrumpió el sonido de las sillas al moverse cuando Silas y Davian se sentaron con nosotras. Silas ocupó el lugar al lado de su esposa, mientras que Davian se sentó a mi lado, una pequeña pero significativa cercanía que me ofrecía consuelo.
Un escalofrío recorrió mi espalda al ver cómo se acomodaban, una extraña sensación de familiaridad entre ellos. Era como si fuéramos un eco de lo que ellos habían sido en algún momento, un destello de un futuro que ahora era incierto. La tensión en el aire era palpable, y mi corazón latía con fuerza, recordándome lo complicado que todo había llegado a ser.

***

Estábamos saliendo del restaurante, con Davian a mi lado y su mano sobre la mía, una conexión que me brindaba un leve consuelo en medio de mi confusión. Los cuatro subimos al auto, y la tapicería negra del interior absorbía la luz de la luna, creando una atmósfera suave.

—Querida, pasa la noche en nuestra casa, es muy tarde para que vayas al campus —dijo Silas con un tono que no comprendí del todo, una mezcla de preocupación y algo más que me hacía sentir incómoda.

Davian le miró con una mueca, claramente incómodo por la insinuación de su padre. La tensión en el aire era palpable.

—Está bien —respondí, encogiéndome de hombros, intentando tomar la situación con ligereza.

—Tessie... —murmuró Davian, mirándome con preocupación—. No es necesario.

—Está bien —reí, tratando de aligerar la atmósfera—. No es como si no hubiéramos dormido juntos ya.

Las palabras salieron más fuertes de lo que había querido, y al instante, me di cuenta de lo que había dicho. La reacción de Davian fue inmediata; carraspeó incómodo a mi lado, y yo me sonrojé como un tomate.
Silas, por su parte, me lanzó una mirada que combinaba sorpresa y aprobación, mientras que Thalia sonreía, como si estuviera disfrutando del momento. Todo se sentía un poco surrealista.
Una vez llegamos a la gran mansión, bajamos del vehículo, sintiendo la brisa fresca de la noche en nuestros rostros. La imponente estructura se alzaba ante nosotros, sus enormes puertas de madera se abrieron como si nos invitaran a entrar.

—Antes de dormir, tomemos algo —dijo Silas, guiándonos hacia el interior.

Los cuatro nos acomodamos en el gran sillón del living, que era tan acogedor como lujoso. A pesar de mi agotamiento, la atmósfera elegante y el ambiente animado me llenaban de una energía renovada. Silas me tendió un vaso de whiskey con una sonrisa de orgullo.

—Ella comprende de lo que es tomar esta obra de arte —dijo, llevándose un sorbo a los labios.

Davian me observó divertido mientras yo hacía lo mismo con el líquido ámbar. La calidez del whiskey se escurrió por mi garganta, y una sensación de relajación me invadió.

Elegida [4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora