La luz del amanecer apenas comenzaba a filtrarse entre las hojas del Bosque Encantado cuando IN, el kitsune, se deslizó silenciosamente entre los árboles. Su forma humana se desvanecía con cada paso que daba, transformándose en un zorro de nueve colas, sus ojos brillando con un destello travieso. Su pelaje, de un rojo radiante, parecía resplandecer bajo la luz del sol naciente.
A pesar de su apariencia imponente, IN se movía con una gracia casi etérea, como si fuera parte del mismo bosque. Como fiel compañero del príncipe Minho, IN conocía los secretos más oscuros del reino, pero prefería mantener su naturaleza juguetona intacta. Era un ser de contradicciones, sabio y travieso, protector y libre. Y ese día, estaba decidido a embarcarse en una de sus muchas aventuras.
Hoy su objetivo era claro: robar el Cristal de Luna, una joya mística que pertenecía a los elfos del bosque. El cristal, según las leyendas, tenía el poder de controlar las mareas y la luz de la luna, pero para IN, solo representaba un desafío irresistible. Le gustaba probar sus habilidades, ya fuera por una causa noble o simplemente por diversión.
Deslizándose entre los árboles, llegó a una antigua ruina cubierta de musgo donde los elfos escondían el cristal. Sus agudos oídos detectaron el suave murmullo de susurros y el sonido de pasos ligeros. Tres guardianes élficos custodiaban la entrada. IN sonrió con astucia; esto sería más divertido de lo que esperaba.
De un salto ágil, subió a la rama de un árbol cercano, observando la escena desde las alturas. Las colas del kitsune se agitaban suavemente en el aire, brillando con un suave resplandor dorado. Cerrando los ojos, murmuró un hechizo en un idioma olvidado, invocando su habilidad más preciada: la ilusión.
En cuestión de segundos, una densa niebla comenzó a cubrir el área, y dentro de esa niebla, IN proyectó su primera trampa. Los guardianes élficos vieron una figura sombría acercarse desde el bosque, una criatura enorme, con cuernos retorcidos y ojos rojos como brasas. Los elfos intercambiaron miradas nerviosas y desenfundaron sus armas.
"¡Intruso!" gritó uno de los guardianes, mientras la bestia se lanzaba hacia ellos.
Concentrados en la criatura, no notaron cómo IN, ahora invisible, se deslizaba entre ellos, colándose por la entrada de las ruinas. Una vez dentro, los ruidos de la batalla falsa se desvanecieron, dejando a IN solo frente al cristal. Estaba suspendido en el aire, rodeado por un campo de energía que brillaba con un tenue resplandor plateado. El kitsune sonrió con satisfacción; esto sería fácil.
O al menos eso pensaba.
Cuando estiró la mano para tomar el cristal, una trampa mágica se activó, lanzando un rayo de luz hacia IN. Con la rapidez de un rayo, se apartó, esquivando el ataque, pero la trampa no era tan sencilla. Una barrera invisible se alzó alrededor del cristal, cerrando todas las salidas. IN frunció el ceño; había subestimado a los elfos.
"Interesante", murmuró, observando la barrera.
Decidido a no rendirse, IN comenzó a analizar la trampa con más detalle. Sus ojos de zorro brillaron mientras buscaba una debilidad, una grieta en la magia elfa. Y ahí, en la base de la barrera, notó un leve parpadeo. El hechizo no era perfecto; había un fallo en la energía, una pequeña fluctuación que solo un ojo experto como el suyo podría detectar.
Sonriendo para sí mismo, IN se acercó cautelosamente. Con una de sus nueve colas, tocó el punto débil, y lentamente, la barrera comenzó a desvanecerse. A medida que la energía se disipaba, el Cristal de Luna cayó en sus manos.
"Demasiado fácil", susurró, admirando el brillo del cristal.
Pero antes de que pudiera celebrar su éxito, una voz grave resonó en la sala.
"¿Crees que puedes engañarnos tan fácilmente, kitsune?"
IN giró sobre sus talones, su forma volviendo a la humana, con una sonrisa confiada. Ante él estaba el líder de los elfos del bosque, un anciano de ojos penetrantes y túnicas verdes adornadas con hojas doradas.
"Engañarte fue más fácil de lo que esperaba", respondió IN con aire despreocupado. "Pero si te hace sentir mejor, puedo devolverte el cristal... si logras atraparme."
Con un movimiento ágil, IN se transformó de nuevo en su forma de zorro, sosteniendo el cristal en su boca. Corrió hacia la salida, mientras el líder de los elfos comenzaba a lanzar hechizos en su dirección. Las paredes de la ruina comenzaron a temblar, pero IN se movía demasiado rápido. Sus nueve colas flotaban tras él, brillando mientras esquivaba cada rayo de magia.
Los elfos intentaron bloquearle el paso, pero IN era una sombra, deslizándose entre ellos como si fuera parte del mismo viento. Finalmente, alcanzó el límite del bosque, donde se detuvo brevemente, girando su cabeza para mirar a los elfos que lo seguían.
"¡Hasta la próxima!" gritó con su característica sonrisa traviesa antes de desaparecer entre los árboles.
A lo lejos, el líder elfo suspiró, sabiendo que perseguir a un kitsune como IN era inútil. Era demasiado astuto, demasiado rápido. Y aunque no se lo admitiría a nadie, el anciano respetaba al espíritu travieso por su destreza.
Esa noche, IN regresó al reino, donde Minho lo esperaba pacientemente. El príncipe, conocedor de las hazañas de su compañero, lo miró con una mezcla de exasperación y admiración.
"¿Otra vez robando tesoros mágicos?" preguntó Minho, cruzando los brazos.
IN, con el Cristal de Luna aún en sus manos, sonrió ampliamente. "Solo un pequeño entretenimiento, alteza."
Minho sacudió la cabeza, aunque una sonrisa se dibujó en sus labios. Sabía que, aunque IN fuera un espíritu travieso, siempre regresaba a su lado. Y aunque sus aventuras lo metieran en problemas, Minho no cambiaría a su compañero por nada en el mundo.
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La Magia De Los 4 Reinos One-Shot
FantasyEntre amor, rivalidades y magia, ocho jóvenes se embarcan en aventura que cambiará sus vidas y el destino de los reinos para siempre. ¿Podrán encontrar la paz en un mundo lleno de sombras y luz?