Capítulo 1

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Nueva York, 2018.

Corría a través de las amplias calles intentando no chocar con nadie mientras la lluvia caía a modo de chaparrón, mojando su abrigo de pelo marrón que por poco arrastraba por el suelo, y su mochila que colgaba por su hombro. No llegar tarde al trabajo era su misión, así que entre choques y disculpas logró llegar puntual a la librería, donde la esperaba Emilie mientras colocaba su escritorio.

—¡Eldrid! —exclamó al verla llegar como si recién saliera de la ducha sin siquiera secarse con una toalla. —¿Acaso no sabes lo que es un paraguas?

Sabía que tenía que reírse tras la gracia de su compañera y amiga, pero el mal humor había hecho acto de presencia tras el largo recorrido desde su casa.

—Mejor no hagas bromas, Em. —suspirante, se quitó el abrigo colocándolo sobre la percha de la entrada, sentándose de golpe sobre la silla del escritorio principal para poder encender su ordenador.

—Sí, han llegado nuevos libros, las cajas están en el almacén. —verificó Emilie al ver su cara de sorpresa al ver el listado que yacía frente a ella.

—Bueno, pues manos a la obra.

Con paso un tanto perezoso entró al almacén mientras se recogía el cabello en un moño desordenado, dejando mechones anaranjados caer hacia ambos lados de su cara. Dentro tenían una máquina de café, cosa que no dudó en usar mientras abría la tapa de las cajas para ver los libros que se encontraban en ellas, un tesoro de historias. Con meticulosa atención, Eldrid examinó alguno de los títulos; "Italia, un destino para soñar" leyó un título con una pizca de tristeza y a la vez de esperanza. Era su sueño y nunca mejor dicho, el título estaba hecho para ella. Italia, un lugar que la enamoraba a través de imágenes y vídeos que veía por redes sociales, libros y revistas; un lugar que le encantaba dibujar y donde soñaba poder vivir, trabajar y seguir el camino de su vida.

El sonido de la cafetera la llevó a la realidad, por lo que dejó el libro nuevamente sobre la caja, la cual volvió a tapar. Rodeó su taza preferida con ambas manos una vez servida para poder coger algo de calor mientras se apoyaba sobre el mueble con la mirada perdida y con su mente divagando aún por Roma.

—Ellie, iré a revisar el salón. —avisó Emilie asomando la cabeza por la puerta, provocando que su compañera derramara su café de manera torpe junto a un pequeño brinco. —Y no tardes, que no tenemos todo el día.

Tenemos todo el tiempo del mundo》 pensó Eldrid bajo un murmuro mientras buscaba la fregona para limpiar el desastre provocado por culpa de su amiga, escuchando la pequeña risa de esta ante su despiste, pues la prisa de Emilie por salir del trabajo era simplemente por llegar temprano a su casa y así poder tumbarse en el sofá con su manta gris de lana para ver su programa preferido.

Las yemas de sus dedos acariciaban las portadas de los libros que sostenía antes de asignarles su destino en las estanterías. Literatura, Ciencia ficción, Infantiles... todos alineados invitando a los lectores que visitaban la librería a sumergirse en ellos. Con un ligero canto y maravillada por el olor de los libros recién llegados, Eldrid contempló el resultado de su labor con satisfacción. Las estanterías llenas y ordenadas como a ella le gustaba verlas cada día.

Los ligeros estruendos de los truenos que recién llegaban provocaban pequeños gritos en Emilie, víctima del miedo y de las risas de su compañera.

—Joder Ellie, para reirte de mí si tienes humor.

—¿Sigues queriendo darte prisa para irte a casa, sola?

No pudo evitar reír ante la mirada de su amiga, quien a regañadientes siguió con su trabajo registrando los títulos en la base de datos. Trabajar con Emilie hacía que sus días fueran más amenos, las historias que contaba cada día eran a veces más interesantes que los libros de fantasía que llenaban la estantería del fondo del pasillo. Era como si su vida fuera un teatro, uno donde el drama era el tema principal.

Entre dos mundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora