—No me jodas, Aldo.
Fueron las últimas palabras que escuchó Alessandro antes de esperarse lo peor. Dante colgó el teléfono y lo tiró al escritorio del hotel con notoria frustración, pasándose las manos por la cara. Ambos sabían que la sed de venganza de Aldo hacia Gianni no se había acabado, pero no se esperaban tan pronto un movimiento por parte de su jefe. Recogieron lo más rápido que pudieron mientras Aless se encargaba de llamar al aeropuerto, necesitaban un vuelo el mismo día y a poder ser el próximo que saliera.
Tuvieron suerte, pues en dos horas salía uno con el destino que querían y no tardaron en poner rumbo al aeropuerto. Dante no paraba de resoplar por el camino mientras miraba su móvil, le había pedido a Martino que lo mantuviera informado a cada momento. Alessandro sólo podía conducir estresado por los suspiros pesados del rubio, aunque algo desesperado por también llegar a casa.
Una vez en el aeropuerto, corrieron a facturación, donde tuvieron que dejar sus maletas para luego ir a esperar a la puerta de embarque que se les había asignado. Siete horas aproximadamente les quedaban por delante, siete de las que Dante no era capaz de mantener la calma. Alessandro se había encargado de avisar a Eldrid de su vuelta a casa, pero tenía que volver.
Era de noche cuando el avión aterrizó en Milán, pero aún debían coger otro vuelo a Sicilia, solo dos horas de vuelo les quedaban por delante.
—Sabía que esto iba a pasar Aless, si es que lo conozco como si fuera mi padre. —dijo con tono de enfado, cuando Alessandro le entregó una botella de agua recién comprada en el aeropuerto.
—Era más que obvio que no nos iba a esperar, y menos cuando la oportunidad la tiene delante de sus ojos.
El rubio golpeó uno de los asientos, dejándose caer seguidamente en este para beber de la botella. En su mente solo pensaba en el estado de Aldo, montándose escenarios en su cabeza de lo que pudo haber ocurrido, Aldo con los años que tenía e incluso en la organización, había sufrido daños dos veces, la suya era de las mejores mafias que había en el lugar.
Cuando al fin llamaron a los pasajeros con destino a Sicilia, ambos se apresuraron para ir hacia la puerta de embarque, haciéndose paso entre las demás personas que se dirigían a la misma puerta.
Una vez en el destino, los esperaba un coche negro con las ventanillas blindadas, mandado por Aldo. Después de recoger las maletas se dirigieron al auto, Martino estaba de piloto y aunque eran compañeros, Dante solo era capaz de hablarle de mala manera, dándole prisa para llegar donde estaba el jefe. La comprensión era obvia en Martino, todos en la organización sabían la cercanía que el rubio tenía con Aldo, y que iba a ser inútil discutirle por su notable desespero.
—Puedes estar tranquilo Dan, Aldo está bien. —comentó Martino mientras miraba a la carretera fijamente. —Está en la cama, es lo único.
—¿Fue él solo a por Gianni? —preguntó el rubio, quien se había sentado en el asiento del copiloto.
—No, todos hicimos lo que pudimos. Matamos a algunos de sus hombres, pero aún quedan, Gianni se ha salido con la suya esta vez.
El resoplido de Dante dejó en silencio el coche el resto del trayecto. Alessandro, al contrario que Dante, sabía gestionar lo que sentía, el desespero también se lo comía por dentro pero ya con uno de ellos desnerviado era suficiente, si no, el caos reinaría en el grupo.
—Tenemos un puto avión privado y tenemos que ir en uno normal, hubiéramos tardado menos, ¿sabían?
Se escuchó de nuevo la voz de Dante cuando ya se aproximaban a la casa de Aldo.
—Dante, como no te calles te reventaré la boca con la pistola. —saltó Alessandro, viendo en la entrada de la casa unos coches, entre ellos, el del médico de confianza que tenía la organización.
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Entre dos mundos
Teen FictionLa vida de Eldrid nos enseña que todo puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos. Los sueños se convierten en pesadillas en el momento más inesperado y ella lo comprobó de la peor manera posible. Italia, su destino soñado, se transformó en su infier...