Dentro del coche, el aire estaba impregnado con el olor a tabaco y cuero.
Los ojos de Eldrid estaban llenos de pánico, incapaces de ver el camino que Aldo estaba tomando. Solo podía sentir cómo su mundo se desmoronaba a su alrededor y el miedo que la consumía.
A medida que el coche avanzaba por las oscuras calles de la ciudad, alejándose de Trentino, Eldrid intentaba comprender lo que estaba sucediendo pero en su mente solo había una mezcla de pensamientos y emociones.
Escuchó a los hombres del interior hablar en tono serio y algo bajo, mencionaban direcciones y nombres que no lograba entender, pues para ella hablaban demasiado rápido y aún no conocía del todo bien el italiano. La voz rasposa del más viejo le causaban escalofríos, como su mirada a través del retrovisor. Solo podía ver una cicatriz atravesar su ojo derecho.
Cuando el coche se detuvo, miró con desespero por la ventanilla. Vio como Aldo salía del coche y se dirigía a la puerta de un local, donde había otro hombre con el mismo aspecto que él. Intercambiaban palabras que no lograba escuchar, por lo que miró con miedo a los que tenía a su lado intentando buscar una explicación.
—Si estás tranquila no te pasará nada.
Escuchó de uno de ellos, quizás en un intento de calmarla o quizás como amenaza.
Miró a su lado, otro de los chicos estaba mensajeando en su móvil, llevaba así un rato. No decía una palabra y en cierta parte le extrañaba verle tan ausente y nervioso. Pero no podía pensar en eso tanto para opacar sus miedos.
—Por favor, sacadme de aquí. —susurró.
Sus mejillas estaban húmedas de tanto llorar, pero lo único que logró escuchar fue la risa del que estaba a su derecha, el mismo que se encargó de meterla al coche a la fuerza. La misma fuerza que usó para sacarla cuando Aldo hizo una seña con su mano.
Eldrid solo podía pedir auxilio, mientras temblaba aún presa del miedo. El antro por dentro era oscuro, podía ver a más chicas allí.
—Bienvenida a tu nuevo mundo, principessa. —escuchó al hombre que se encontraba al lado de Aldo, sonriente.
—Por favor, yo no he hecho nada, no quiero estar aquí. —sollozó.
—Ni tú ni las otras. —rió vacilante. —Llevadla con el resto de las chicas, allí le dirán qué hacer. —ordenó.
—No por favor, ¡socorro!
Era un intento absurdo porque alguien pudiera ayudarla. Aldo había salido nuevamente del antro, solo quedaba el chico que trabajaba para él. La metió a la fuerza a una habitación, era tan grande como una sala y allí se encontraban otras chicas. Miraban asustadas a Eldrid, quien intentaba empujar al chico que la sostenía para poder impedir que la dejara allí. Otro intento absurdo.
—Informadla de lo que debe hacer, es vuestra nueva amiga.
Informó con voz seca antes de salir junto a un portazo. Eldrid no podía dejar de llorar y pedir ayuda, dando esta vez golpes en la puerta, presa del pánico. ¿Dónde estaba, qué la harían hacer, dónde está Alessandro?
Una de las chicas se acercó cuidadosamente a ella, acariciando su brazo.
—Tranquilízate, es una pérdida de tiempo ponerse así. —le dijo con voz tranquila.
—Nunca estarás sola aquí, ¿cuál es tu nombre? —se acercó otra de las chicas.
—Me llamo Eldrid. —respondió con la voz algo rota. —¿Lleváis aquí mucho tiempo? —preguntó al mirarlas.
—Algunas sí, otras son novatas pero... —suspiró la primera chica. —Al final es siempre lo mismo.
—¿Qué es esto? —acabó preguntando, confusa desde que la metieron al coche.
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Entre dos mundos
Teen FictionLa vida de Eldrid nos enseña que todo puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos. Los sueños se convierten en pesadillas en el momento más inesperado y ella lo comprobó de la peor manera posible. Italia, su destino soñado, se transformó en su infier...